La historia parece una de reclamos legítimos que son devueltos con respuestas apresuradas. Que, si se los sobre interpreta, más bien parecen castigos a quien tuvo el despecho, el descaro, el atrevimiento, de animarse a reclamar.
La Cooperadora de la Escuela Nº 12 del Distrito Escolar 7 Facundo Zuviría, ubicada en el barrio de Flores, denunció que el Gobierno de la Ciudad no le estaba entregando insumos para mantener el protocolo sanitario. Al día siguiente, en una nota redactada con una velocidad inusitada, el Ministerio de Educación porteño anunció con bombos y platillos el flamante “Programa de Asistencia Económica para insumos en el marco de la Emergencia Sanitaria”.
La ministra María Soledad Acuña dio algunos detalles del programa en un hilo de Twitter. Buscando asegurar la discutidísma presencialidad, tuiteó que se les asignarían 120 millones de pesos a las cooperadoras de las escuelas, con una cuota en mayo y otra en septiembre, y que con esos montos se deberían adquirir elementos de salud indispensables. También que el valor de la asignación se establecería según las necesidades de cada establecimiento. Todo iba acompañado con fotos en las que maestros abarbijados les ponían alcohol en las manos a nenes también abarbijados. Solo le faltó aclarar que la compra de los elementos de salud pasó así de ser una tarea del Ministerio a algo que tienen que realizar las cooperadoras formadas por familiares de alumnos. Sin comerla ni beberla, las madres y padres de los alumnos pasaron a tener la responsabilidad de encargarse de comprar insumos indispensables para las clases presenciales. Eso si quieren que los maestros de sus hijos, y por ende sus hijos, no se contagien.
La historia parece una de necesidades urgentes que son emparchadas con telas rotosas. Que, si se quiere buscar una imagen poética, más bien parece un cachetazo a quien dice tener una necesidad que no se está teniendo en cuenta.
Una carta que envían las cooperadoras a las familias lo expresa con una claridad estremecedora:
“Las asociaciones cooperadoras están formadas por familias que colaboran para que la escuela sea un mejor espacio para todos/as. Siempre han representado un espacio en el que se fortalecen vínculos entre las familias con la escuela, apoyando el proceso de enseñanza y aprendizaje, acompañando cada proceso de cada escuela. Sin embargo, no pueden ser estas familias las responsables de garantizar las condiciones de bioseguridad de la escuela, alumnos, docentes y auxiliares”. En resumidas cuentas, no tienen las herramientas ni la estructura para cumplir una tarea que debería cumplir un ministerio de la ciudad más rica del país. Obviando estos destalles particulares, algunos medios eligen, sospechosamente, anunciar este programa como una inyección monetaria con la que reforzar los protocolos de escuelas abiertas.
Los contagios terminan apareciendo, no se hacen esperar. A una semana de que en la escuela Facundo Zuviría denunciaran que no les estaban llegando insumos sanitarios, en otra, la Escuela 3 del Distrito Escolar 7 Primera Junta, en el barrio de Caballito, enviaron una carta al Ministerio de Educación de Soledad Acuña: en ella no se hablaba explícitamente de la falta de insumos sanitarios, pero sí se aclaraba que “no están dadas las condiciones para continuar sosteniendo las clases presenciales”. Exigían el inmediato paso a la virtualidad y expusieron su caso, que podría ser el de muchos otros: en un equipo directivo, sin otro nexo epidemiológico conocido, una integrante dio covid positivo, lo que implicó el aislamiento de todo el equipo directivo, excepto de una sola integrante que ya había tenido la enfermedad. Eso dejaba a un establecimiento de novecientos alumnos a cargo de una sola persona.
Mientras tanto, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, seguía empacado con que la presencialidad era la única opción. En su Twitter compartió una foto caminando por la Escuela Primaria Nº 26 del Distrito Escolar 6 República de Colombia, del barrio de Boedo. En el tuit afirmaba que estuvo hablando sobre el cumplimiento de las medidas sanitarias. Más abajo le comentaron una imagen en la que se veían los nombres de los quince trabajadores de la educación de la Ciudad de Buenos Aires muertos por covid. En este sentido, es importante aclarar que, hasta el momento de redacción de esta nota, solo el 14% de los trabajadores de la educación estaba vacunado.
La historia parece una de trabajadores de la educación diciendo que así no se puede seguir y de un Gobierno de la Ciudad que mira un programa de tele en el que todos bailan sin barbijo ni distanciamiento. No hay remate.