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The Walking Conurban, el lugar donde se cruzan Chernobyl y el neoliberalismo

Hace dos años y medio una tormenta inundó las calles de Berazategui y dejó cables de electricidad y árboles tirados, un escenario que a un grupo de amigos que se movía por esa zona sur del conurbano se le apareció como “apocalíptico”.

“Eso fue algo así como el hito inaugural”, dice uno de ellos al explicar el origen de una cuenta de Instagram que hoy tiene más de 50 mil seguidores y es una galería por la que circulan, sin distinción de localidades y partidos, imágenes de comercios, edificios derruidos, pintadas con frases ingeniosas, calles rotas y chatarra acumulada, entre muchas otras cosas.

Pensada inicialmente a partir de esa idea del abandono, @thewalkingconurban se apoya en la participación colectiva y logra un recorte estético de un territorio que, como se sabe, es imposible de reducir a una sola mirada.

¿En qué momento se convirtió en una cuenta?

Tres de nosotros teníamos una banda y después de ese tormentón en Berazategui teníamos que ir a una sala de ensayo que quedaba aproximadamente a treinta cuadras. Era un camino recto de punto a punto, pero el recorrido que nos tendría que haber tomado un puñado de minutos nos llevó un par de horas, y empezamos a pasarnos fotos entre nosotros con escenarios que parecían de Mad Max. Jodíamos con hacer un corto sobre el conurbano hasta que uno de nosotros dejó de amagar y armó una cuenta de Instagram en la que nos pusimos a subir esas fotos, que por cierto eran de una calidad paupérrima. A partir de ahí empezamos a subir fotos de mayor calidad, desarrollamos cierta gramática sobre la página y fueron surgiendo ideas y proyectos para trabajar sobre los imaginarios del conurbano.

¿Por qué lo de ese paraíso post apocalíptico “a minutos del Obelisco”?

Bueno, lo que nos llamaba la atención y lo que queríamos resaltar era que ese escenario, que a veces parece de la post guerra, está a minutos de lo que podemos considerar el epicentro cultural, económico y social de nuestro país. Creo que con esa bajada estamos dando cuenta, al menos, de esa desigualdad que transitamos, vivimos y recorremos en el conurbano.

Salvo excepciones, no suele haber gente en las fotos, ¿por qué? ¿Qué representa ese vacío?

Bueno, ese es uno de los puntos en los que tratamos de evitar ciertas estigmatizaciones. Desde los medios masivos la cara de los pobres suele ser siempre la misma, porque la vida de los pobres suele ser siempre igual: el padecimiento, el sufrimiento, la pobreza…  Y nosotros sabemos que además de todo eso, que es cierto, también hay alegrías, rituales, festividades, cofradías y momentos lúdicos, y tratamos de que en la cuenta también se refleje eso. Por eso uno de los recursos que tratamos de manejar es el del humor.

Por otro lado, para resguardar la identidad de las personas. El Instagram creció mucho más de lo que esperábamos, hoy andamos por los 50 mil seguidores y seguidoras y tenemos que tener responsabilidad a la hora de exponer a las personas. Las pocas veces que subimos fotos con rostros tratamos de que no se noten los rasgos.

De las que publican, ¿qué tipo de fotos prefieren?

Particularmente a mí hay dos estilos de fotos que me gustan. Por un lado la de los perros y demás animales. Por dos cuestiones. La primera, que creo que no sucede en la Ciudad de Buenos Aires, tiene que ver con los perros que “ganan la calle” y se incorporan al paisaje cotidiano. La mayoría, sospecho, son callejeros, pero otros tantos no, son perros de casa, que dadas las condiciones de vida del conurbano suelen estar mucho tiempo afuera y merodean por tachos de basuras, se suben a los techos de los autos y ranchean con otros perros. Eso me parece fabuloso. Por otro lado, hay un vasto repertorio de mascotas (quizás al borde de la legalidad) que habita en el conurbano: recibimos fotos de ovejas, chanchos, llamas, loros, carpinchos, caballos y vacas, gallinas. Muchos de esos animales seguramente pasen a ser comida y alimento de sus propios dueños, y eso nos habla de una relación con los animales que viene de otras costumbres y otra forma de relacionarse con la animalidad. Por supuesto que sabemos que ahí entra toda una discusión con el especismo y demás, pero tratamos de no inculcar nuestro juicio de clase sobre ese tipo de prácticas.

Otro estilo de fotos que nos gusta tiene que ver con los carteles y las formas alternativas que los y las comerciantes tienen a la hora de querer llamar la atención. Hay carreras enteras dedicadas a eso, y vos ves cómo comerciantes se apropian de mensajes de la cultura popular, frases, imaginarios y memes, y los resignifican con muy buen tino, apelando a varios registros.

¿Qué obras (libros, películas, canciones) dedicadas al conurbano o que transcurran en él recomendarían?

Hay escenas emblemáticas del cine y la televisión que acontecen o se referencian en el conurbano. Personalmente, la escena de Okupas del periplo por la ribera quilmeña para pegar merca me parece de una potencia peculiar. Ni hablar de la serie, que es asombrosa. Por ser de zona sur tenemos muchas referencias de acá. Leopoldo Torre Nilsson filmó El pibe Cabeza (1975) y Piedra Libre (1976) en Hudson y Plátanos. Madre Selva (1938) también. Más allá de que por ahí en esas películas hay cierto estigma sobre parte de la población del conurbano, es un buscar en esas escenas cómo era el conurbano de aquellos años, para tener una idea cómo se desarrolló (si es que efectivamente se desarrolló) urbanísticamente, qué fabricas estaban activas, el estado de los ríos, arroyos etc.

No es por pecar de “chauvinistas”, pero hay una linda novela de zombis escrita por Leandro Ávalos Blacha que se llama Berazachussetts. Además, leemos y sabemos que Damián Quilici (El freud de la villa), un amigo de la casa, está escribiendo una novela por entregas con epicentro en el Tigre negado, ese que no es Nordelta.

¿Qué banda o artista estaría en el soundtrack ideal de The Walking Conurban? 

Reducir el conurbano a una banda o artista sería quizás egoísta y determinista, pero sí podemos decir que la música ambiente de nuestra adolescencia en el conurbano está ligada al denominado rock barrial. Crecimos en el momento de auge y proliferación de todas esas bandas: Intoxicados, La 25, etc… No quiere decir que nos gusten o que las escuchemos, pero sí fue el sonido ambiente de nuestros días. Y respecto al reduccionismo que mencionaba, en la banda hay tres músicos y lo musical es algo a lo que le prestamos atención. Tenemos consumos disímiles, entonces vas a ver en los epígrafes y las historias cosas que van desde el Cuchi Leguizamón hasta Radiohead y Meta Guacha.

La última: ¿tres lugares preferidos del conurbano?

Tenemos cierto enamoramiento con algunos lugares, por su historia y fisonomía. Uno de ellos es el “Castillo de Plátanos”, enquistado en el predio de lo que fue la fábrica textil SNIAFA. Es un castillo de principios del siglo XIX que pasó por el proceso de olvido y fue abandonado a las inclemencias climáticas, y para colmo vandalizado. Hoy quedan escombros y una estructura que nos permite imaginar un poco lo que fue esa obra. Ese castillo sirve para hacer una suerte de genealogía de la zona: lo que fue, desde sus etapas de lugar apto para la cría de caballos “pura sangre”, a zona fabril en auge que recibía un oleaje de migración interna y externa, y después, neoliberalismo mediante, una zona estancada en el olvido.

Otra zona que nos encanta recorrer es Camino de Sirga, en Avellaneda. En ese recorrido podés ver los modelos económicos y sociales que se intentaron en el país, del polo industrial más importante de la Argentina hace cuarenta años a una seguidilla de esqueletos de edificios.

Y por último, el Palacio Piria, en Ensenada, que fue la mansión de un millonario italiano (Francisco Piria) y es una construcción de un lujo impactante y también una metáfora de cómo quedan las cosas en el conurbano profundo.

 

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