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5 razones para leer a Cixin Liu, la estrella de la ciencia ficción china, antes de que se haga mainstream

¿Se puede volver a leer ciencia ficción con ojos de adolescente? ¿Es posible recuperar la mirada con la que leímos clásicos como Fundación, Crónicas marcianas, El hombre en el castillo? La respuesta más inmediata es que no. Ya no somos las mismas personas que éramos a los quince años.

El mundo también cambió. Las fantasías tecnológicas de la posguerra se extinguieron. La carrera espacial -ya lo advirtió Ballard- es un viejo sueño del siglo XX. El género, condenado a la repetición, sobrevive en las distopías, las series de Netflix y las sagas de best sellers, donde sus profecías y escenarios del futuro son desoladores o banales.

 

Cixin Liu, el escritor de la superpotencia china

Visto en retrospectiva, tiene sentido que la ciencia ficción renazca en China. Como los Estados Unidos y la Unión Soviética en el siglo XX, China es hoy la superpotencia con más proyección hacia el espacio exterior.

Con dos misiones interplanetarias previstas (Marte 2020 y Urano 2030), así como también el proyecto de enviar una nave tripulada a la Luna en los próximos años, los chinos son los actuales dueños del futuro, al menos en lo que se
refiere a su posible expansión extraterrestre.

Si la ciencia ficción en su variante clásica, campbelliana, fue el género que mejor tematizó los temores, los anhelos y las fantasías que acompañaron al desarrollo tecnológico, entonces sólo era cuestión de tiempo que los chinos retomaran esa posta. Lo sorprendente es que, al menos en el caso de estas tres novelas de Cixin Liu (El problema de los tres cuerpos, El bosque oscuro y El fin de la muerte), la apuesta haya salido tan bien.

A continuación, cinco razones para leer la trilogía:

1. Clasicismo puro

Mientras que la ciencia ficción occidental, por llamarla de alguna manera, naufraga entre pesadillas distópicas, zombies e internet, Cixin Liu puso a trabajar como en sus mejores épocas a la precisa maquinaria de una ciencia ficción dura, donde los científicos y los astronautas son los héroes, los extraterrestres son malos y la trama pone en duda las leyes físicas del universo. Lo suyo no es una sátira ni una parodia posmoderna, sino clasicismo puro.

2. El poder de las volantazos narrativos

Es una lectura muy entretenida, a pesar de las casi dos mil páginas de extensión en su versión castellana. Igual que a la mayoría de los maestros anglosajones de la ciencia ficción, a Cixin Liu no lo distrae nada que huela a realismo. Esto lo transforma en un pésimo escritor de diálogos y personajes, pero lo suyo está en otra parte. Como A.E. Van Vogt y su discípulo, Philip K. Dick, el chino es un especialista en vueltas de tuerca.

Cada vez que la trama se estabiliza, el narrador pega un volantazo que resignifica todo lo anterior. Tiene una imaginación titánica, que no les teme a la cursilería ni a la oscuridad y siempre da un paso más allá de lo que parece posible. Luego de las primeras doscientas páginas, por donde desfilan dos o tres generaciones de chinos, uno tiene la sensación de que está leyendo en un idioma nuevo.

 

3. El heroísmo chino que resignifica la Historia mundial

Su trama empieza durante la Revolución Cultural impulsada por Mao Tse Tung, con la lapidación de un profesor universitario por enseñar la teoría de la relatividad de Einstein, y se proyecta miles de años en el futuro. Por eso, no hay un solo protagonista.

Las tres novelas narran el esfuerzo colectivo de la humanidad para enfrentar, a lo largo de los siglos, una invasión extraterrestre que se sospecha terminal. Después de que la ciencia occidental se muestra insuficiente para enfrentar a la amenaza, China se pone al hombro la defensa de la Tierra con todas las herramientas de su cultura milenaria, donde los individuos son sólo momentos dentro de un marco que los excede.

Cixin Liu elabora una especie de filosofía de la historia que no sólo resignifica a la ciencia ficción anglosajona, sino también a la cultura china. Leerlo desde el Occidente agónico y cínico -tan parecido, en su aspecto decadente, a la cultura trisolariana de los invasores- es una experiencia reveladora.

 

4. Ya viaja hacia la pantalla grande vía Amazon

Amazon compró los derechos de la saga para su adaptación fílmica, con un presupuesto que supera los mil millones de dólares. De esta manera, la corporación de origen norteamericano pretende conquistar al público chino (y mundial). Sin embargo, por la complejidad de su trama, es previsible que la adaptación deje de lado o banalice muchos de sus aspectos más interesantes. Hay que leerlo ahora, antes de que las novelas de Cixin Liu se transformen en una invasión insoportable.

5. Un misterioso conocedor de los clásicos del género

Cixin Liu nos devuelve la idea de que el escritor de ciencia ficción es una entidad sobrehumana. La foto de la solapa nos muestra a un chino promedio. El texto apenas agrega un poco más de información: es ingeniero, ganó muchos premios, entre ellos el Hugo, y vendió millones de ejemplares de su trilogía.

La sensación que produce su lectura es similar a la que generan algunas películas coreanas, en especial las de género, o los pianistas japoneses que interpretan a Chopin o a Piazzolla. Es evidente que Cixin Liu conoce a los clásicos. La suya es una mala lectura, creativa en términos de Harold Bloom.

Es ambicioso como Asimov en Fundación, pero sin las partes aburridas. Tiene un sesgo filosófico como Olaf Stapledon en Hacedor de estrellas, místico como Arthur C. Clarke en El fin de la infancia, desolador como J. G. Ballard en El mundo sumergido, satírico como Kurt Vonnegut en Las sirenas de Titán, científico como Larry Niven en Mundo Anillo, sabio como Carl Sagan en Contacto y paranoico como, nuevamente, Philip K. Dick en toda su obra. Y como todos ellos, quizás fatalmente, Cixin Liu es un brillante y contradictorio artefacto de propaganda.

Sebastián Robles

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