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Amor bobo TV: significaciones televisivas del corazón

“Amaremos heterosexualmente, monogámicamente y por el resto de nuestras vidas, o simplemente no amaremos”, dijo Ofelia Fernández, la legisladora más joven de Latinoamérica.

En la actualidad las mujeres ya no solo podemos votar, ser profesionales, y hasta algún que otro día encarnar el machismo en nuestras relaciones. En junio de 2015 instalamos el #Niunamenos, que se fortaleció como grito unificador de las mujeres contra las violencias de todo tipo. Este movimiento de mujeres fue ampliándose, ramificando sus reivindicaciones y necesidades. Multiplicamos exponencialmente los cuestionamientos, los derechos que ganamos y debatimos sobre la organización para conquistar los que faltan, como la libertad de decidir sobre nuestro cuerpo, nuestra salud y nuestro deseo. La Campaña Nacional por la Legalización del Aborto instaló su consigna mundialmente como la única salida para la emergencia de muertes de mujeres por su clandestinidad. Y en plena pandemia, lo ganamos.

Pero en Las Estrellas, Guapas, y otras producciones de televisión argentina todavía no está muy claro qué podemos ser las mujeres. Enamoradas y enamoradizas sí, siempre, salvo Klosterbooer que, cuando es engañada por su esposo gay repite, superada: “Basta, chicas, ya pasó de moda enamorarse”. Hay muchas preguntas para hacerse a la hora de analizar las producciones audiovisuales de la hegemónica tv tradicional: ¿qué historias muestran? De mujeres lindas, heteros, porteñas (de Rivadavia para el norte, por supuesto). Perdón, dije lindas, pero me refería a flacas y bien vestidas. ¡Mala mía!

Alcira Argumedo fue una gran intelectual que criticó la idea totalizante de cambio de paradigma. Para ella, ninguna práctica es totalmente revolucionaria o disruptiva. ¿Qué querías decir con esto, Alcira? Hay continuidades, aún hasta en los cambios concretos de las sociedades. Mi ejemplo favorito (para todo, siempre) es el reggaetón, el género musical machista por excelencia. Podemos criticarlo desde nuestro lugar intelectual un poco oxidado, pero aún así tiene algunos elementos que a las minas nos hace mover el totó de la única forma revolucionaria posible, que es la del empoderamiento de las pibas en la pista de baile, al mejor estilo Becky G.

Probablemente ustedes estarán pensando que las protagonistas en la televisión argentina no tienen nada revolucionario. Es verdad, todavía no vimos una gorda con los papeles de Celeste Cid. ¡Pero vimos a Violeta Urtizberea torta, señoris! Una torta que putea, juega a la pelota y “se viste mal”. Eligieron a la torta de la familia para que sea el ser más bueno de la tira. Qué confuso se vuelve todo cuando les guionistas fuerzan demasiado los atributos positivos en une homosexual. ¡Cómo si disfrutar de chupar tetas tuviera algo que ver con la bondad! Se les nota mucho, pakis guionistas…

En el terreno pantanoso de los vínculos amorosos, las personas que no amamos como aman en la tele damos una pelea por ser nombradas, representadas. Pero es una pelea que no nos salvará del tormento mismo del amor.

Eva Illouz, en Por qué duele el amor, explica: “En efecto, el sufrimiento amoroso genera en la actualidad una cantidad casi infinita de material explicativo, cuya meta es comprender el fenómeno, pero también extirpar sus causas. Nuestro repertorio cultural ya no incluye la posibilidad de morir, suicidarse o fugarse a un monasterio por amor. Ahora bien, esto no quiere decir que las personas de la “posmodernidad” o la “modernidad tardía” desconozcamos los tormentos románticos. Es posible incluso que sepamos más del tema que nuestros antecesores, pero lo cierto es que la organización social del sufrimiento amoroso parece haberse modificado desde lo más profundo.”

En las telenovelas, las mujeres seguimos persiguiendo al “indicado” y los hombres continúan haciendo escenas de celos naturales y legítimas. Aunque tomemos las calles, vivamos cada vez más libres nuestras sexualidades y seamos cada vez más reconocidas en el deporte y en la ciencia, en la TV las mujeres todavía somos representadas como delicadas, enamoradizas y dependientes, en general heterosexuales y a veces lindas. Quienes no nos sentimos representades en las canciones, en las pantallas y en las tapas de revistas muchas veces exigimos que se nos nombre y se nombren nuestras prácticas, nuestras formas de vestir o vincularnos. ¿Pero es posible que cuenten una historia que nos represente a todes? Y si un día alguien logra esa narrativa que nos acepte a todes, ¿qué vamos a hacer?

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