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Argentina siamo fuori del Mundial: un bochorno con suerte

La eliminación de la Argentina de este Mundial ganable y con Alemania afuera, contra un equipo casi sin experiencia y con un promedio de edad muy bajo (Kylian Mbappé, que sacó a pasear a toda la defensa de la selección nacional, tiene 19 años) no tiene una explicación lineal. No hay culpables plenos sino una concatenación de motivos y circunstancias. Pero sí hay algunas certezas.

Algunos se ensañan con la dirigencia y tienen razón. Argentina no sólo destrozó el prestigio que sus selecciones juveniles habían cosechado, hizo papelones en los Juegos Olímpicos que en algún momento ganaba con facilidad y eligió a un tipo payasesco como Sampaoli para dirigir en el Mundial. Sino que, además de esto, permitió que su fútbol, destinado a mejorar la performance de su dirigencia, se convirtiera en rehén de esa dirigencia. Todo podía salir mal.

Tras la muerte de Grondona había dos opciones: refundar la AFA o dejarla en manos de las luchas intestinas que la desangraban. Pasó lo segundo y de manera turbia se terminó imponiendo el moyanismo aliado espuriamente con el macrismo. Los perdedores fueron Tinelli y Daniel Vila, dueño de América. Una lucha entre sucios, feos y malos, a la cual la clase política argentina nos tiene bastante acostumbrados.

La incapacidad de los dirigentes, su falta de aptitudes para cualquier cargo que necesite un poco de inteligencia y de humanidad, su poca visión del fútbol y de las complejidades que requiere hoy un deporte muy cruzado por lo social (basta ver el clash que hay dentro de la eliminada alemania entre turcos y bávaros) y por lo técnico (del VAR a la condición atlética) hizo que todos los problemas intentasen solucionarse con dinero. Y el dinero, tanto en el fútbol como en muchos otros ámbitos de la vida, puede comprar muchas cosas pero jamás garantiza la gloria ni la dignidad.

(Tapia mejoró con dinero la comodidad de los jugadores, pero no tuvo visión futbolística. Si el contrapunto se lo daba Angelici íbamos muertos: cualquier hincha de Boca sabe que es un desastre. Dinero y obsecuencia con Messi: esas fueron las únicas armas con las que el dúo Angelici – Tapia intentó tapar su falta de ideas y de concepto).

el largo adiós a una generación

La impericia dirigencial es la principal culpable del bochorno con suerte que fue la participación argentina en este Mundial. Los jugadores, esta generación, dieron todo lo que podían dar y, como dice el refrán, la culpa no es de los chanchos sino de quienes les dan de comer.

Obviamente que haber llegado a una final en Brasil 2014 es más que meritorio. Fue la mejor performance en Mundiales desde 1990. Pero la generación de 1990 había ganado un Mundial, y los de 2014 venían de perder dos finales contra Chile. Que nadie haya podido ordenar el equipo y hacer una necesaria depuración es una responsabilidad compartida de la dirigencia y de los entrenadores. La actual generación llegó a este Mundial sin nada para dar con excepción de su vergüenza deportiva. Y, con el contexto dirigencial y con Sampaoli, terminó dando más de lo que se esperaba de ella.

Este Mundial podría haber servido de transición. Se podría haber hecho una combinación entre jugadores nuevos (Dybala, Lo Celso, Tagliafico, Pavón, Meza, Lautaro Martínez) con algunos otros que podrían haber cumplido el mismo digno papel que Kompany cumple en Bélgica: silencio y apoyo moral. Mascherano incluso podría haber sido un gran marcador central. Di María -que tras un Mundial paupérrimo se despertó y fue figura contra Francia- podría haber sido una buena arma secreta. Messi podría haber sido destinado a una misión específica dentro de un esquema de juego, como Suárez en Uruguay o como Neymar en Brasil. Agüero podría incluso haber sido titular. Sampaoli podría haberse dado cuenta de que tenía que armar  una defensa digna.

Pero nadie tuvo autoridad para hacer esto porque hay una cadena de mando débil, falta de preparación y mucho miedo. En un impresentable rapto voluntarista típico de la izquierda argentina, algunos dijeron que el triunfo contra Nigeria había sido algo así como una gesta autogestiva de los jugadores. Todo lo contrario. Lo que quedó demostrado fue que lo único que podían poner los jugadores era pasión, pero que siempre, como en 2014, necesitaron de un interlocutor con conceptos técnicos claros.

El Mundial de 2014 no fue un triunfo de la autogestión sino de la negociación. En Rusia pasó lo mismo. La diferencia es que los negociadores eran mucho peores; tanto Sampaoli, que no tenía la sobriedad ni la inteligencia de Sabella, como Mascherano llegaban sin capacidad ni legitimidad. Y la “argentina autogestiva” sufrió una paliza que, por el desarrollo del juego, debería haber sido de 6 a 2.

(Messi demostró que no funciona con demasiada libertad pero tampoco funciona con demasiada disciplina. Quizás haya que aceptar que simplemente hay que agradecerle el subcampeonato de 2014 y no esperar nada de él nada más que algunas repentinas y virtuosas apariciones en partidos de baja trascendencia. No me quedan dudas de que lo intentó y lo sufrió).

Vivimos el tercer y acaso definitivo adiós de una generación de futbolistas que tuvo orgullo y logró un subcampeonato mundial. Algunos dirán que superaron a la generación anterior (Batistuta, Simeone, Ayala) porque fueron subcampeones del mundo; otros dirán que no lo hicieron porque no ganaron ningún título (los anteriores ganaron dos Copas América). Lo imperdonable es que esta generación con un grupo de jugadores en su ocaso haya llegado a un Mundial con un poder de negociación tan fuerte. Bielsa y Pekerman llevaron a cabo una renovación dolorosa y de resultados magros. Pero cada uno pudo imprimir su sello en estas transiciones desde la lista de convocados, y no con una discusión errática con los jugadores durante el torneo.

mitos tras la derrota

Ahora me gustaría enumerar algunos mitos que circularon sobre la actuación argentina en este Mundial, y cuyo mantenimiento genera muchísima confusión.

Argentina no tiene arreglo, se juega como se vive

Mentira. Si bien es cierto que es más probable que una sociedad organizada tenga una planificación futbolística aceitada, hay muchos casos que pueden demostrar lo contrario (Alemania afuera en primera ronda; Estados Unidos ni clasificó). La selección de un país no debería expresar sus limitaciones sino su utopía. Ayudar a que la fraternidad crezca y a que los valores positivos y singulares de una identidad nacional se alimenten. No se juega como se vive, se juega mejor, porque el peligro es que se viva como se juega.

El problema de Argentina no fue que el gobierno es un desastre o que su dirigencia es lamentable. El problema de esta selección fue que a eso se le sumó un técnico incapaz y una generación de futbolistas orgullosa pero también caprichosa y con bajo nivel. Es obvio que tras volver de una lesión y un año donde jugó poco Enzo Pérez no tenía jerarquía para jugar un Mundial, que Mascherano no puede ser el jugador que más toca la pelota y que sin una defensa titular es imposible ser campeón del mundo. Pese a esto los protagonistas superaron esas limitaciones y con corazón pasaron de ronda. Luego no alcanzó.

Perdimos contra un equipazo

Mentira. Argentina fue uno de los tres países en recibir más goles, salió segunda en un grupo fácil y perdió contra un equipo que tiene jugadores de alto nivel pero carece de experiencia en Mundiales. Francia no es Bélgica ni Brasil. Era un rival superable, le había ganado a Perú con bastante fortuna. Croacia no era un cuco. Argentina perdió por sus propias limitaciones y no por los innegables pero también aislados méritos de los rivales. Claro que igual podía perder con Francia si hacía todo bien. Pero en nuestro presente histórico perdió porque hizo todo mal.

No tenemos jugadores en el top 20 de los mediocampistas mundiales, es imposible”.

Otra mentira. Uruguay no tiene jugadores ni en el top 300 de los mediocampistas mundiales y está en cuartos de final. Me animo a decir que le puede ganar con comodidad a Francia. Con una defensa bien armada, un mediocampo en buena condición física y futbolística y Messi lo mínimo era ganar el grupo y llegar a cuartos de final. La suma de las partes siempre es más que cada una de ellas. Se puede jugar con corazón, organización e inteligencia. Argentina sólo tuvo corazón en los dos últimos partidos, cuando iba a quedar eliminada, para salvarse del incendio. Faltó equipo y faltó cerebro a la hora de armar la lista. Falto mentalidad ganadora cuando las papas no quemaban. Individualidades había de sobra.

No se puede hablar de fracaso

Falso. Claro que se puede hablar de fracaso. La participación de Argentina, dos veces campeona mundial y con el mejor jugador del planeta quedando fuera del torneo en octavos de final es un rotundo fracaso. Sampaoli y los dirigentes deberían renunciar y dejar su lugar a personas con mejores ideas. Los dirigentes porque están destruyendo el prestigio de nuestro fútbol en todos los niveles. Sampaoli porque ni siquiera pudo armar una defensa. Claro que la miseria a la que nos llevaron es la prueba de que no lo van a hacer.

En un juego hay ganadores y perdedores. La vida continúa. Las únicas víctimas acá son los jóvenes que nunca pudieron ver campeona a su selección. Los que se perdieron a Maradona.

No nos merecemos a Messi. No descargues tus frustraciones con la selección.

Mentira. Messi es un superdotado, el mejor del mundo. Por algo gana 40 millones de euros anuales. Pero la tragedia del fútbol, su espesor y su belleza parten de la base de que no sólo es imprevisible, sino que se basa en equivalencias imposibles. Si Messi hubiera salido campeón del mundo claro que estaría por encima del país, de nuestros fracasos, de nuestras imposibilidades. Quizás sin merecerlo, sería Dios. Pero esto no pasó. Messi no llegó a hacer un gol en ninguna final ni en ningún partido definitivo para la selección (salvo contra Ecuador en eliminatorias). Nadie merece todas las ilusiones que se depositan en él si a fin de cuentas las defrauda; pero tampoco si las colma ya que al hacerlo las excede. Mentira que el país no merece a Messi, que no supimos rodearlo. Nos dejamos de mercer a Messi al armar un equipo a su medida en lugar de armar un equipo y ver cómo encajaba. Y quizás por eso él dejó de merecernos en cada partido importante que jugó.

Esto no quita que, como ciudadanos, amantes del fútbol e hinchas, tengamos derecho a exigirle todo a los que nos representan aunque no los hayamos elegido en la lista sábana de convocados al Mundial. A insultarlos cuando consideramos que no están a la altura y a llorar de emoción cuando sí lo están. Podemos exigirles todo aunque seamos la peor lacra, simplemente porque nosotros nos representamos sólo a nosotros mismos y ellos representan algo que los trasciende y los acerca a la gloria.

que no se vayan todos

Terminó el Mundial para Argentina. Estos jugadores nos llevaron a una derrota que fue menos dura de lo que podría haber sido sólo gracias a ellos. Es una paradoja dentro de un Mundial que acompañó la debacle de un gobierno sin rumbo económico, con un dólar ingobernable, que no deja de arrojar argentinos a la pobreza, que echa trabajadores con crueldad y carece de un plan de bienestar sustentable ni creíble.

Christine Lagarde, titular del FMI y co-presidenta de Argentina, no nos dejó ganar ni a la bolita. Lo más doloroso del panorama es que el ajuste no sólo de produce en nuestras condiciones de vida. Tapia, Angelici y Sampaoli realizaron un ajuste a nuestra ilusión y a nuestra fé en que el fútbol puede expresar una faceta gloriosa de aquello que somos y de aquello que padecemos. Me resisto a que se naturalice la idea de que llegar a cuartos de final de un Mundial es digno para la Argentina. Me resisto a pensar que quedar afuera en octavos no es un fracaso.

Terminó el mundial de los audios y el mundial donde una forma de hacer periodismo deportivo -con TyC Sports a la cabeza- se mostró obsoleta y desagradable. Un Mundial donde el único argentino que superó las expectativas fue el dólar. Un Mundial que puede ser recordado como la precuela del desastre socioeconómico que se cierne sobre nuestro país, como la banda sonora de las turbulencias que nos llevaron a un empobrecimiento definitivo. Un Mundial durante el cual la monstruosa fusión Clarín – Telecom fue bendecida por el gobierno mientras los salarios se licúan y todo, incluso la ilusión, se mutila.

Empezamos estas columnas rogando épica. Nos entusiasmamos cuando apareció y ahora sentimos un cierto desasosiego matizado por un gol mágico frente a Nigeria y un resultado mentiroso contra Francia.

Sin embargo el “que se vayan todos” no funciona si no viene acompañado de una imaginación política que permita diseñar formas, instituciones y mecanismos nuevos. La destitución TyC Sportista y la autogestión mascheranista demostraron su ineficacia en la misma medida que la tecnocracia bielsista y que el impulsivismo ricotero de Sampaoli.

En la selección no se tienen que ir todos. Claro que Sampaoli, Tapia y Angelici deberían renunciar. Y no por haber quedado afuera en octavos, sino por la forma en que esto sucedió. Como dije, sería raro que lo hicieran. La banalidad del mal es así. A menos que los saquen de los pelos van a quedarse y a lograr que perdamos hasta a Bangladesh, el único lugar de la galaxia donde les hablamos con el bolsillo y nos responden con el corazón. Se tienen que quedar Messi y Agüero, Mercado y tantos otros que pueden aportar experiencia a la nueva camada.

Lo único indiscutible es que aunque Argentina siempre debería jugar con línea de cuatro las viejas formas ya no caminan. Y que aunque nos guste el fragor del debate no hay que mirar programas con panelistas nunca más.

Por Hernán Vanoli

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