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Bacterias y gusanos que nos salvarán de la sopa de plástico

Vivimos en medio de una sopa ardiente de plástico, pero unos gusanos y unas enzimas mutantes podrían salvar a la humanidad.

La basura humana ha generado un nuevo mineral, el plastigomerado, formado por desechos plásticos y sedimentos. El plastigomerado fue descubierto en 2014 en las playas de Hawaii, pero se encuentra disperso por todo el planeta, en tierra, mar y aire. Las islas Pitcairn, en lo más remoto del sur del Pacífico, no están habitadas por humanos pero sus playas están cubiertas por 18 toneladas de plástico, un regalo del hombre que trajo el mar.

Los océanos hoy son una sopa de plastigomerado alimentada por los 311 millones de toneladas de plástico que se producen anualmente en todo el mundo, de la cual más del 80% es desechada luego de un breve uso (cada minuto se vende una botella de plástico que va a durar apenas cuatro o cinco sorbos antes de ser tirada a la basura).

Sin embargo, no todo está perdido. En Japón, un grupo de científico creó por casualidad una enzima mutante que descompone plástico. La estructura de la enzima es similar a la de las bacterias que descomponen cutina, un polímero natural que recubre las plantas. Manipulándola para investigarla los científicos lograron accidentalmente que la enzima comiera tereftalato de polietileno, más conocido como PET, el crujiente plástico transparente que se usa para tantas botellas no retornables.

En un par de días, la enzima mutante japonesa descompone al mismo PET que dura siglos flotando en el océano o apilado en un basural. En caso de poder acelerar el proceso, la enzima permitiría recuperar los componentes originales del plástico. Y serían más reutilizables que el actual plástico reciclado, opaco y caro.

Mientras tanto, en España, Federica Bertocchini, una científica y apicultora, se encontró con unas orugas que carcomen cera. Con la ayuda científicos de la Universidad de Cambridge Federica descubrió que las orugas lograban romper los “puentes de metileno”, las estructuras de carbono e hidrógeno que mantienen unidas a las partículas de plástico. No ese el único ser vivo en hacerlo pero, a diferencia de algunas bacterias come-plástico como la Nocardia asteroides que demoran meses, los gusanos de Federica pueden perforar 3 milimetros de plástico por hora, alrededor de una bolsa de plástico por mes.

No va a ser la primera vez que los parásitos nos ayuden, desde las bacterias que permitieron fermentar el vino y el queso a los microbios artificiales diseñados para eliminar placa cerebral y así mantener a personas mayores mentalmente activas. Pero en el caso de las enzimas y orugas consumidores de plástico por fin tenemos microrganismos no tóxicos, biodegradables y autorreproducibles que pueden corregir un problema que el hombre se inventó solo: la temible sopa de plástico que devora al mundo.

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