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Cinco escritores de la literatura de Medio Oriente

La última vez que mi amigo viajero estuvo en Buenos Aires me contó que quería sacar un nuevo pasaporte. Yo no entendía bien lo que me estaba diciendo hasta que me lo explicó: quería visitar el Líbano y, para entrar a ese país, convenía tener un pasaporte que no revelara que había estado en Israel. Según me contaba, la única posibilidad de que una persona que viajó a Israel pueda entrar a ciertos países de Medio Oriente –donde, hasta no hace mucho tiempo, las personas de religión judía convivían con las de las otras religiones sin problema– es con un pasaporte que no diga que estuvo ahí. ¿Por haber escuchado este rechazo extraño empecé a leer ficciones de escritores que hablan sobre lugares donde tanto mi amigo como yo solo podemos entrar gracias a la mentira y el engaño? Puede ser, la curiosidad se despierta de las formas menos pensadas. De los cinco escritores que voy a recomendar, solo hay dos que vienen de países a los que alguien como mi amigo entraría sin necesidad de esconder datos sobre su vida privada.

 

Nadia Anjuman – Flor roja oscura

Vamos a empezar con una poeta de Afganistán, ese lugar de Medio Oriente sobre el que últimamente escuchamos tanto. El poemario de Anjuman –el único que llegó a publicar poco antes de que su marido la matara a golpes en noviembre de 2005– todavía no fue editado en español, lo único que puede leerse son fragmentos publicados en páginas de internet y redes sociales. Su escritura expresa el dolor de vivir en una sociedad donde las mujeres tienen prohibido trabajar, reírse en voz alta, estudiar, caminar solas por la calle y usar maquillaje. ¿Un ejemplo de la literatura de Nadia Anjuman?

“Sin nadie a mi lado en la vida

¿a quién dedicaré mi ternura?

Tanto me da decir, reír,

morir, existir.

Yo y mi forzada soledad

con mi dolor y mi tristeza.

He nacido para nada”.

El novelista Atiq Rahimi usó el asesinato correctivo de esta Emily Dickinson del siglo XXl para escribir su novela La piedra de la paciencia. Por suerte, la obra de Rahimi sí se consigue en español.

Aboud Saeed – Yo, el más inteligente del Facebook

Supongo que cuando Aboud Saeed empezó a postear en su Facebook, en la misma época en que estalló la revuelta siria contra el régimen del presidente Bashar al-Ássad, nunca se imaginó que se convertiría en una especie de corresponsal literario de su Alepo natal. Su libro es una especie de diario íntimo donde le cuenta al mundo entero qué está pasando en la zona en la que vive. En los posteos de Saeed los narradores cambian y no se termina de entender si quien escribe lo hace con la intención de crear ficción, de ser gracioso o de hacer una denuncia política, si es una persona real, o qué. Quien lee puede terminar pensando que eso no importa: que lo potente es la crudeza de estar leyendo algo que parece estar narrando en tiempo real la destrucción de una ciudad. Saeed escribe burlándose cínicamente de todo, habla de la muerte igual que de un programa de tele, de un misil igual que de un plato de comida caliente preparado por su mamá, trata de dar a entender que solo así puede seguir viviendo y no le da vergüenza poner cuántos likes tiene cada posteo. Aclara, siempre que puede, que él es el más inteligente de esa red social. Aunque no volvió a publicar otro libro, sigue posteando en su cuenta de Facebook.

En los posteos de Saeed los narradores cambian y no se termina de entender si quien escribe lo hace con la intención de crear ficción, de ser gracioso o de hacer una denuncia política, si es una persona real, o qué.

Marjane Satrapi – Persépolis

La historia de Satrapi es la historia de la radicalización de Irán. Por eso, en la novela gráfica basada en su vida, a medida que pasan las páginas, uno va sintiendo cada vez más la asfixia, la opresión y la vigilancia constante. Ella busca dejar bien claro que alejarse y olvidar su identidad tampoco es la solución ideal: en Europa, el conflicto de ser quien es la sigue y no la suelta. Viendo sus ilustraciones, es casi imposible no caer en el cliché de pensar que el libro es mil veces más potente que la película. Claro que habría que preguntarse si, de no haber logrado éxito internacional la versión animada –en la que Satrapi ofició de codirectora–, hubiera llegado a nuestras manos el libro.

Orhan Pamuk – Una sensación extraña

El Premio Nobel Orhan Pamuk es de esos escritores que acostumbran a buscar construir novelas gigantes, de muchas páginas, que parecen no terminar nunca. Esta no es la excepción. En Una sensación extraña narra la vida de Mevlut, un vendedor que tiene un puesto callejero de una bebida alcohólica turca llamada boza. Mientras Estambul no para de cambiar, Mevlut sigue vendiendo boza; aunque por razones ajenas a su oficio el capital financiero de Mevlut se multiplique, él sigue saliendo de la casa a empujar su carrito. Pamuk construye un héroe algo bruto, uno que hace de su gran hazaña negarse a abandonar un trabajo que no es la gran cosa. ¿Busca dar, de forma algo didáctica, una especie de moraleja profunda? Tal vez. Aun así, no deja de ser una gran historia con la que se ve el siglo XX en clave turca. Ideal para quienes gozan leyendo bodoques con enseñanza.

Pamuk construye un héroe algo bruto, uno que hace de su gran hazaña negarse a abandonar un trabajo que no es la gran cosa.

Ahmed Saadawi – Frankenstein en Bagdad

Conocí la novela Frankenstein en Bagdad leyendo un artículo sobre intelectuales iraquíes refugiados en Turquía. Que Saadawi se haya visto obligado a huir de Bagdad encaja justo con el Irak de la ocupación norteamericana, ese en el que, al parecer, quedarse es algo que solo podían hacer quienes sabían sacar algún beneficio. El agregado de un monstruo gigante que mata y al que las balas no le hacen ni un rasguño pone todo en clave de fábula literaria, le saca realismo y aliviana el horror. La novela está plagada de personajes que quieren quedarse y no pueden, de viejas que sobreviven con sus gatos entre las ruinas de lo que alguna vez fue y de periodistas que tratan de explicar qué es lo que están sufriendo. Bombas, magos, adivinadores, muertos que vuelven y chatarreros que se instalan en ruinas que están a punto de caerse.

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