“En un momento sentíamos que no íbamos a llegar a ningún lado”, dice Daniel Melingo. Pero después de tres años de trabajo arduo pudo terminar su primera película como director, junto a Esteban Perroud: El teorema de Mosner, una suerte de documental pero con mucho de ficción que aborda el problema de la página en blanco y el bloqueo creativo. Mientras la estaban editando en París, la catedral de Notre Dame se estaba incendiando y lo vieron por televisión. “Terminar una obra es una alegría porque muchas quedan en el camino”, cuenta ahora porque durante mayo El teorema de Mosner se estrena en Argentina en el Cultural San Martín. Después de 20 años de carrera solista, en estos momentos ensaya con La típica Melingo (su orquesta de 10 músicos), volvió a tocar y a girar por Europa después de dos años de resguardo pandémico forzado: “Tocar en vivo es una nutrición que nos va marcando el camino de cómo seguir”, asegura. Mientras tanto, termina la Ópera del Linyera para estrenarla en septiembre.
Sin embargo, ahora está para dialogar sobre cómo es ubicarse al frente (donde ya tiene sobrada experiencia) y detrás de cámara.
¿En qué momento decidiste que ibas a dirigir una película?
Debo empezar por mi relación con Esteban Perroud, hace años que trabajamos juntos. Compartimos videoclips, trabajos con Luis Ortega, con Rodolfo Palacios. Y en un momento, mientras yo estaba de gira por Europa, Perroud me prestó una cámara para ir registrando impresiones. Yo tenía en mente la película Su realidad (2014) de Mariano Galperín, una especie de documental ficcionado de lo que podría ser una gira mía. Filmé un montón de material con la cámara prestada. Y lo vimos con Perroud y se nos ocurrió que podíamos hacer una suerte de continuación de Su realidad. Ya en París me encontré con mi querido amigo el artista Ricardo Mosner y ahí surgió espontáneamente hacer algo en una noche bohemia parisina. Me acompañé con mis instrumentos griegos. De todas formas, era filmar algo que hacemos siempre: reunirnos en su taller, pintando, tomando té o algo más fuerte. Pasando la noche entre pinturas y música que es nuestro pulso cotidiano. Y se terminó de cerrar la idea: un documental ficcionado sobre Mosner. Si bien se respeta su idiosincrasia, se exagera su manera de operar. También nos interesaba hablar sobra la página en blanco, la inspiración y todo lo que involucra esta situación. De este modo se creó el universo de la película.
En la película se complejiza la instancia del bloqueo creativo. ¿Cómo vos te llevás vos con eso?
Es un momento que a todos nos tiene sin sueño, ¿no? A los que creamos y escribimos siempre nos ocurre, indefectiblemente. Y, bueno, cada uno tiene su estrategia para destrabar eso. A medida que pasa el tiempo uno va comprendiendo mejor su funcionamiento. Cada uno se va armando una fórmula para estas situaciones.
Pensando en estos bordes que plantea la película entre la realidad y la ficción, aparece tu capacidad performática que uno puede relacionarlo con tu personaje del linyera. ¿Querías mostrar eso también?
Sí. Pareciera ser un círculo abierto pero es un círculo cerrado dentro de las especulaciones de los sistemas que uno va trabajando internamente para desbloquearse. Muchas veces nos encontramos con casualidades o serendipias, donde buscando una cosa encontramos otra. Un poco así se fue armando la película. De todas maneras, nos llevó tres años armarla. Fue arduo hasta descubrir la trama y la motivación del personaje. Más allá de esto hay muchas situaciones espontáneas en la película. Era poder retratar ese paso de comedia que naturalmente tenemos, tanto Mosner como yo. Un histrionismo al borde.
Mientras yo estaba de gira por Europa, Perroud me prestó una cámara para ir registrando impresiones. Yo tenía en mente la película Su realidad (2014) de Mariano Galperín, una especie de documental ficcionado de lo que podría ser una gira mía. Filmé un montón de material con la cámara prestada.
El linyera que aparece en la película es un personaje que lo venimos viendo en tu obra hace un tiempo. ¿Qué te atrae del concepto de lo vagabundo?
Lo principal de este Diógenes que está en la película es el despojo. Poder vivir y crear tu obra, día a día, con un despojo total, con los elementos mínimos. El entre líneas se trata un poco de eso: configurar un mensaje con pocos elementos. Y las emociones negativas y positivas están dando vueltas permanentemente a este sentir que es esta práctica diaria (la vida del artista) que se repite en un loop sin final.
¿Qué encontrás en la actuación?
Me complementa desde lo gestual. Si bien ya lo tenía desarrollado naturalmente al histrionismo por tocar en muchos países del viejo continente que no hablan castellano. Eso le da un sentido de movimiento a mis actuaciones en vivo. Muchas veces el músico, sobre todo de mi generación, transmite lo suyo de una manera estática. Creo que es importante sumarle una gestualidad, un cuerpo que está sintiendo y transmitiendo la música arriba del escenario. La actuación, de alguna manera, redondea mi mensaje, mi obra.
A esta altura del almanaque lograste hacer una música tan personal que remite a tu propio apellido. De algún modo desbordaste el tango.
Es la búsqueda de la voz propia. Sobre todo pensando en la exploración de todos los ritmos y culturas que me interesan: el tango, rock, música clásica, el espectáculo, el cine, el dibujo animado, etc. Todo hace a nuestra cultura ciudadana y porteña. Yo estoy detrás de eso: de encontrar mi voz propia. Ya hace varios años.
La película de algún modo también es sobre el viaje. Vos viajás desde muy joven. ¿Te desprendiste de la idea de hogar, de patria?
Para el trotamundos la patria es el camino. Pero me tira Buenos Aires donde tengo a mi querida familia. De todas maneras, el fin es el camino mismo, no hay un destino predeterminado. El destino es el caminar. De eso se trata: estar preparado con una tonificación muscular para mantener nuestra obra en movimiento.
¿Tenés alguna misión como artista?
Se trata de crear nuestra propia necesidad, crear el hambre para poder seguir. Cuando uno no tiene sed ni hambre no va a buscar nada. Es una jugada que hay que hacer, que hay que hacerse a uno mismo. Y es así como cada uno se va creando las situaciones para que esas cosas aparezcan y surjan: la sed y el hambre.