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Hija por imposición y madre por deseo: sobre “De nuevo otra vez”, de Romina Paula

En su ciclo de conversaciones mensual en el MALBA, Malena Rey entrevistó a Romina Paula, escritora, actriz, directora de teatro y flamante directora de cine. Su arte es una mezcla constante de estas disciplinas, y en el proceso se desdibujan los límites estrictos que a veces se quieren imponer entre ellas; sin embargo, allí aclaró que cuando escribe una obra de teatro, lo sabe de antemano: se sienta a escribir ya habiendo decidido que será una obra para ser presentada en un escenario, e incluso piensa en los actores y las actrices que le van a dar vida a su historia. Y, en base a ellos, les va dando forma a los personajes.

En cuanto a sus novelas, contó que las tres que tiene publicadas son narradas en primera persona por una mujer, agregándole así una mayor cercanía y una visión femenina, pero que también le abre la posibilidad de agregar elementos personales. Las obras de Romina están íntimamente relacionadas con sus propias vivencias, y si bien es evidente que no son autobiográficas desde el marco de la verosimilitud juega con la veracidad y la creación: en parte, lo que narra tiene algún rastro de realidad, pero con tantas transformaciones, omisiones y agregados, se consideran ficcionales.

Una película sobre introspección, maternidad y cultura alemana

En su película “De nuevo otra vez” (que se presentará en el MALBA todos los sábados de julio), Romina no solo es la escritora y directora, sino que también es la actriz protagonista. En ella encarna el papel de una mujer que, en un impás en su relación, vuelve a la casa de su madre junto a su hijo. Estos dos personajes son interpretados por su hijo y madre reales, y su personaje también se llama Romina. Como se dijo, el juego entre realidad, entre historia de vida propia e invención, es constante en su obra: y es que, al fin y al cabo ¿importa realmente si en su vida privada tuvo esta experiencia, si se mudó con su hijo a la casa de su madre? Dilucidar esa diferencia entre realidad y creación, ¿traería algo positivo a su obra? Privarla de la posibilidad de transgredir la dualidad racional, ¿no le haría perder su esencia artística?

Porque en el arte no importa qué es verdad y qué es mentira, sino la vía de expresión que se emplea para contar la historia, para transmitir emociones y sensaciones; el arte cobra valor a partir de la construcción de los significantes estéticos que intervienen en ese proceso de creación, independientemente de si se basa en una realidad o en pura invención.

Según observaron Romina y Malena en la charla, el filme presenta tres niveles: el nivel base que compone el presente de los personajes, centrado en Romina, quien está atravesando una crisis de los 40, con abundantes preguntas y reflexiones acerca del significado de ser madre, de ser hija y de ser mujer. En otro nivel se presenta el pasado familiar, la historia de la familia sintetizada en diapositivas con voz en off, fotografías sacadas por su abuelo en las que se ven las costumbres y hábitos de la tradición alemana, esos pequeños detalles que cobran sentido para aquellos que crecieron embebidos en una determinada cultura. Por último, un tercer nivel se conforma con pequeños monólogos de cada personaje hablando a cámara, que crean una atmósfera de intimidad que permite conectar con el personaje en particular, con su historia y sus reflexiones sobre un pasado alemán y un presente de mezcla cultural, inmigración, y, por momentos, de caos.

Los mil y un modos de maternar

La maternidad y todo lo que se produce cuando esta inicia integran un eje fundamental en la película: Romina toma conciencia de que no tiene en claro qué es la maternidad ni cómo ejercerla, y esta marea de dudas surge en un contexto en el cual ella se encuentra siendo, de manera simultánea, tanto hija como madre, al volver al hogar materno con su propio hijo.

El juicio por parte de la sociedad sobre la mujer madre es constante y severo, y pesa en cada decisión que se toma; se establece un único modo posible ser madre y criar, cuando en realidad, como bien dijo Romina, existen tantos modos de maternar como personas. En esta etapa de cambios, confusión y cuestionamientos, surgen preguntas de todo tipo: ¿Por qué debería saber lo que es mejor para mi hijo? ¿Qué me da a mi la facultad de tomar decisiones por otro? ¿Cómo saber que estoy tomando las decisiones correctas?

Con este tipo de interrogantes Romina se interpela a sí misma, y, a la vez, nos interpela a nosotros, en especial a nosotras. A nosotras, que aún en siglo XXI luchamos por hacer entender que la maternidad significa emprender un viaje profundamente transformador, que no deja intacta ninguna de las esferas de la vida de la mujer, que significa una responsabilidad y sacrificio enormes, y que como tal, debe ser deseada.

En su película, Romina Paula no ignora el contexto social y político y, desde una visión contemporánea, refleja el cambio de paradigma que significa el feminismo: reivindica la expresión “la revolución de las hijas”, reivindica que absolutamente todas somos hijas, de forma obligatoria y más allá de nuestra voluntad, pero que una es -o debería ser- madre por voluntad propia, por deseo. La dualidad de ser hija y madre, que hasta ahora se había impuesto como obligatoria de forma incuestionable, comienza a dar lugar al derecho a decidir de la mujer poco a poco. Todas somos hijas, pero sólo deberían ser madres aquellas que quieran serlo.

Natalia Gherardi

Nació en el año 2000. Es ex-alumna del Nacional Buenos Aires y estudia Sociología.

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