Terminaste la secundaría a duras penas y la situación económica te obligó a buscar un laburo urgente. Tu sueño de estudiar en alguna facultad quedaría para más adelante u otra vida. El barrio no cambió en nada, pasaron ya cuatro gobiernos desde que naciste y las calles donde caminás te siguen embarrando las zapatillas con cámara de aire que sacaste en cuotas en una casa de deportes. Te costó conseguir laburo, claro, hasta que viste ese cartel en ese local de ropa sobre la avenida donde buscaban vendedoras con o sin experiencia. Esos locales con prendas de la calle Avellaneda que acá en el conurbano te las cobran como si fueran diseños de Versace.
Bien ahí. Justo se venían las fiestas y tus viejos angustiados, siempre lo mismo para fin de año. El clima tenso, rumores de saqueos, la gente estresada. Con el primer sueldo cambiaste el celular, porque, claro, cómo no vas a tener el último, todas tus compañeras del local de ropa ya lo tenían y vos seguías con ese de tapita. Empezaste a tener un circulo social, nuevos amigos y amigas, salías los viernes al boliche de moda por colectora, te comprabas cigarrillos, viajabas en remís, bajoneabas en lugares chetos; todo quedaba registrado en la memoria del celu último modelo.
Vos a veces llegabas con las zapas embarradas al laburo y maldecías el barrio. Te daba vergüenza decir dónde vivías a pesar de que tus compañeras eran de otros barrios aledaños también carenciados. Te gustaba presumir en las redes sociales, vos te sentías un ejemplo del esfuerzo y que todas tus vecinas eran unas negras que vivían de los planes del gobierno y que tenían también el último modelo de celular porque se lo compraban con la asignación mensual. No te gustaba la política, nunca supiste ni te interesaba saber quién fue Marx, Trotsky, ni el Che Guevara, aunque en el local vendían unas musculosas con su cara y vos te las habías puesto para una noche de discoteca.
Un día el dueño decidió cerrar, la competencia y el libre mercado terminaron de hundirlo. El dueño tenía cinco locales más en puntos estratégicos pero vos quedaste en la calle. Te quedaste tranquila porque por tu experiencia, pensabas, seguro que encontrarías otra cosa. Lo cierto es que ya pasaron siete meses y nada. El celular último modelo ya quedó obsoleto ante tanta actualización. Todavía te quedan un par de cuotas por pagar pero ya fue, al registro de deudores sin escalas. Las negras de tus vecinas andan dentro de todo bien, algunas laburando en relación de dependencia, otras con emprendimientos. A vos te ofrecieron un laburito para cuidar chicos por hora pero preferís esperar a que salga algo mejor. Ese algo mejor todavía no llega, se repite la historia y se vienen las fiestas. La angustia cada vez más grande, y no deja dormir. Para colmo tu viejo viene tan flojo con el laburo de fletero que no puede bancarte más las salidas. Pedile al Gauchito, te dijeron, pero vos pensás que es cosa de villeros y presos. El celular último modelo está ahí, esperando que consigas cualquier trabajo y con ese primer sueldo lo vayas a buscar. Apurate porque cada dos meses va cambiando de modelo, así dice la publicidad en la tele. No importa endeudarse a esta altura. Lo que importa son los gigas y los pixeles de la cámara. Apurate.