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Premio nobel de la paz 2018

El cuerpo de la mujer se convirtió en un campo de batalla: conocé a los ganadores del Premio Nobel de la Paz 2018

Ilustración: Sukermercado

Si bien cualquier galardón de nivel mundial determinado por un grupo de personas tan reducido y  escasamente heterogéneo es un blanco para discusiones, cuestionamientos y sospechas, el Premio Nobel de la paz resulta especialmente problemático; la mayoría de las personas no tienen interés o conocimientos suficientes como para cuestionar a quién se le otorga el Premio Nobel de Física, de Química o incluso de Literatura, pero en el caso del de la Paz suele ser distinto. Esto ocurre no sólo porque muchas veces los nominados son figuras públicas internacionales (y como tales tienen simpatizantes y opositores), sino también porque, al tratarse muchas veces de personalidades políticas, de acuerdo a nuestra ideología, la posición internacional de nuestro país y nuestra propia situación dentro del mismo, un nominado nos parecerá la reencarnación de la Madre Teresa y otro, el causante de todos los grandes problemas mundiales.

Los polémicos antecedentes del premio Nobel de la Paz no ayudan a disipar las sospechas sobre el mismo: en 1973 fue galardonado el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, acusado de cooperar en los bombardeos secretos a Camboya ocurridos entre 1969 y 1975 y de estar vinculado con los servicios secretos de las dictaduras latinoamericanas. En cuanto a los más recientes, se encuentra Barack Obama (2009), premiado por su “extraordinario esfuerzo por fortalecer la diplomacia internacional”; recibió la mención llevando sólo nueve meses en el poder, y, poco tiempo después, envió una tropa suplementaria de 3.000 soldados a Afganistán, además de mantener una política militarista durante sus dos mandatos.

Este año, a pesar de haberse corrido la voz sobre la elección de personalidades como Donald Trump y Kim Jong-un como los ganadores, (sí, leíste bien, el empresario que llegó al gobierno con un discurso radicalmente xenófobo, racista y misógino, y un dictador acusado de cometer crímenes de lesa humanidad y cuyo régimen cuenta con denuncias tales como realizar ejecuciones en las escuelas por robar arroz), parece que el comité optó por una opción menos controversial.

La iraquí de la minoría yazidí Nadia Murad y el ginecólogo congoleño Denis Mukwege fueron los elegidos para ganar el Premio Nobel de la Paz del 2018 por su accionar contra los crímenes de guerra perpetuados específicamente hacia las mujeres. La violencia sexual hacia las mujeres en situaciones de guerra y zonas de conflicto, ya sea como arma contra el enemigo o como parte de las ganancias, es usual desde tiempos inmemorables, pero hasta hace poco era un tema secundario en las discusiones internacionales.

El ginecólogo congoleño dirige en su país, que salió de una guerra civil en 2003 pero continúa con un ciclo de enfrentamientos internos eterno, un hospital en el que asiste mujeres que sufrieron violaciones brutales por parte de los comandos armados; el empalamiento y la penetración con armas, bayonetas o botellas rotas es moneda común. En su hospital, a lo largo de los últimos veinte años, ha atendido a más de 50.000 víctimas.

Según Mukwebe, “el cuerpo de las mujeres se convirtió en campo de batalla”; en la República Democrática del Congo se registran más de mil violaciones por día, que se desarrollan en las calles de las ciudades, en los campos de refugiados e incluso dentro de las mismas familias, mostrando la tasa más elevada de agresiones sexuales de todo el mundo. Según la ONU, este es el peor lugar del mundo para ser mujer.

La violación es entendida como una estrategia de guerra, como una forma efectiva de instalar el miedo y lograr la dominación de comunidades enteras.

Por su lado la joven iraquí de 25 años, Nadia Murad, vivió en carne propia estos crímenes: al igual que otras 3000 niñas y mujeres de la comunidad yazidí, fue esclava sexual del grupo yihadista Estado Islámico en el 2014, y luego de ser vendida en dos ocasiones y permanecer secuestrada por varios meses, logró huir. Su familia fue asesinada por este mismo grupo, y en 2016, desde su lugar como Embajadora de la ONU para la Dignidad de los Sobrevivientes de Trata de Personas, comenzó a militar para que las persecuciones cometidas contra la minoría yazidí sean consideradas un genocidio, y para  visibilizar la cultura de la violación presente en su máxima expresión en las zonas de guerra de los países de África y de Oriente medio. Sumado a la sistematicidad de este tipo de crímenes, estos países, que de por si se caracterizan por una cultura de desprecio y violencia directa e indirecta hacia el género femenino, imponen a las mujeres guardar silencio sobre los abusos de los que han sido víctimas, condenándolas a una vida cargada de humillación y vergüenza. Murad se rebeló contra estos códigos sociales que perpetúan la violencia sexual al catalogarla como tabú.

El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a estas dos personas, dedicadas a la erradicación de una de las tantas formas de violencia hacia la mujer imperantes hoy en día, es una nueva manifestación de un movimiento feminista mundial que busca rebelarse contra un sistema  patriarcal que, con distintos niveles y formas, está presente en todos los rincones del planeta.

Natalia Gherardi

Nació en el año 2000. Es ex-alumna del Nacional Buenos Aires y estudia Sociología.

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