Dejó una nota; espero que al menos les haya sacado una sonrisa. Y se fue de este mundo. Se retiró antes de tiempo. Como esos jugadores de fútbol que abandonan las canchas pero todavía daban para mucho más. Dejó una novia triste y con tratamiento psicológico. Era su compañera, su vínculo más fuerte en este último tiempo. Nadie encuentra explicación. Sólo hay dolor y más dolor. Su muro de Facebook se convirtió en una especie de santuario virtual donde todos los días alguien escribe, lo etiqueta en alguna foto y lo recuerda con alguna anécdota. Dejó amigxs por todos lados. En todos los ámbitos mantenía un círculo de amistad incondicional que lo hacía único. Siempre tenía tiempo para complacer a todos.
“Cuando se te venga el mundo abajo, acordate de las veces que te caíste y te levantaste así de una”
Dejó una familia allá lejos. De buen pasar económico, nunca le faltó nada. Unas hermanas que lo lloran, unas tías que lo extrañan, unas sobrinas que preguntan por él. Un cuarto que quedó como estaba. Nadie toca nada. Unos libros de poesía, unas fotos de la infancia, un porro, un recuerdo de su primer amor. Una cama desarreglada, un ropero que desborda de ropa, un perfume caro, unos zapatos y un traje para ocasiones especiales. También un celular con sus redes sociales abiertas, en las que hasta hace poco aparecía en línea y daba un poco de impresión. Unos chats, una discografía de The Cigarette Duet y unas entradas de La Mágica. Una selfie en el Obelisco y una camiseta de River con olor a copa ganada en Madrid a Boca.
“Lo más lindo de la noche, es cuando me voy a dormir sabiendo que te voy a encontrar en mis sueños”
Dejó un tendal de preguntas sin respuestas. Nadie se la vio venir. Siempre estaba de buen humor, con miles de proyectos en la cabeza. La depresión a veces es una enfermedad invisible. Nunca dio indicios de quitarse la vida. Si tenía todo solucionado, a simple vista. Nadie se cansa de vivir así porque sí. Dejó una nota; a quien sea, cuídala, y enamórala como yo lo hice. Dejó mucho amor para todxs. Dejó una escena imborrable para la persona que lo encontró sin vida. Dejó impotencia entre lxs que lo conocíamos. Porque nunca pidió ayuda, nunca nos contó de sus problemas. Siempre con una sonrisa y con ganas de geder todo el tiempo. El suicidio entre los jóvenes es una problemática social que todavía es un tema tabú. En este último año se triplicó la tasa de adolescentes que se quitan la vida. Tampoco hay una política pública para detectar y prevenir estos casos.
“Recomendarle mi libro favorito fue como entregarle parte de mi historia”
Dejó unas canciones sonando en aleatorio. Dejó una cuenta en Spotify con una playlist donde pedía auxilio. Dejó angustia y recuerdos que no vamos a olvidar. Las noches de viernes en bares de Palermo, previo baile. Los sábados de fiesta en algún centro cultural. Un fernet por la mitad en su heladera. Media pizza y unas hamburguesas congeladas. Una gaseosa sin gas y un dulce de leche por la mitad. Unos platos en la bacha y un vaso en la mesita de luz. Un paquete de cigarrillo y una SUBE con saldo en negativo. Dejó una nota; estoy cansado de todo esto, quiero matar una parte mía solamente, pero eso incluye dejar de existir. No me lloren, se me cuidan. Nos dejó con ganas de ayudarlo, de tenerlo un tiempo más acá, de este lado de la vereda. Dejó una birra pendiente y un día del amigo sin sentido.
“Nadie se cruza en tu camino por casualidad y vos no entras en la vida de nadie sin ninguna razón. Por eso, en las malas todos, en las buenas hay que quedarse”