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Esta es la única razón para ver Moxie

Entre las novedades audiovisuales que no suelen ser demasiado buenas cada tanto aparece una que deja algo que vale la pena. Ese es el caso de Moxie, estrenada en Netflix en marzo. La película deja mucho que desear, está plagada de lugares comunes y los personajes parecen fotocopiados de otras series de escuela secundaria estadounidense –la heroína de la historia y varios de los personajes que la rodean parecen calcados de Gilmore Girls–. Aun así, hay que verla. Nada más y nada menos que porque aparecen videos de música de unas de las creadoras del movimiento riott grrrl.

Oriundas de Olympia, Washington, Estados Unidos, las Bikini Kill nacieron de una forma atípica: a partir de un fanzine que escribían las integrantes de la banda. Ese detalle habla de la importancia que tendrían en sus canciones las palabras, el lenguaje, la denuncia pública, las proclamas de la incipiente tercera ola feminista y esa forma de decir, a los gritos, lo que no tenía que decirse. Esta manipulación del lenguaje, casi pesando más que el sonido de la música, sería una característica general de todo el riott grrrl.

Riot Grrrl: punk y feminismo

Lideradas por la cantante Kathleen Hanna, los cuatro integrantes, tres mujeres y un varón que no acostumbraba a salir en las fotos, grabaron cuatro álbumes contundentes entre 1991 y 1998. Con canciones cortas, concisas, sin tiempo de regodearse en lo pretencioso, construyeron discos que no llegan a los cuarenta minutos de música impecable, a la que no hay que agregarle nada. Siguiendo un camino que venían señalando otras bandas punk de mujeres, como las Slits y los X-Ray Spex, terminaron de darle forma a ese estilo que sostiene que decir algo shockeante rápido y a los gritos pareciera ser lo más importante.

Las Bikini orbitarían siempre alrededor de Nirvana y Kurt Cobain. Compañeros de la escena de Seattle, se dice que fue Kathleen Hanna quien grafiteó en una pared que ese tal Kurt tenía olor a espíritu adolescente. Valdría aclarar que Teen Spirit (espíritu adolescente) era una marca de desodorante de la época. Según Dave Grohl -¿hace falta aclarar quién es?-, la canción más famosa de Nirvana habla de la escena punk rock de Seattle. Cobain siempre se declaró fan de las Bikini Girls aunque todavía hoy Courtney Love, viuda de Kurt y cantante estrella de Hole, no duda en decir públicamente que ellas son “la peor estafa de la historia del rock and roll” (sic).

Nadie que extrañe los recitales de pogo, smosh y música que te deja alterado, algo que en tiempos de covid no se encuentra, tiene que dejar de ver el documental The Punk Singer (La cantante punk). En esa película –es sobre la vida en general de Kathleen Hanna, pero las mejores partes son las escenas de su formación y juventud– se ve con claridad lo disruptivo que fueron ellas para la escena musical de principios de los noventa. Cuestionaban el lugar que ocupaban los hombres, les pedían a las mujeres que fueran adelante de todo y no se quedaran atrás, exponían a quienes no lo hacían y no paraban de insistir en que no iban a dejar de insistir.

La protagonista de Moxie, interpretada por la actriz Hadley Robinson, cuenta que gracias a que hizo la película conoció la música de las Bikini Kill y la historia de Kathleen Hanna. A su personaje –llamado Vivian y al que le dicen Viv, posiblemente en homenaje a la guitarrista de las Slits, conocida con el sobrenombre de Viv Albertine–, descubrir el punk rock, el mundo de los fanzines y el feminismo la lleva a armar lo que ella misma llama un “club feminista” en su secundario. Tal vez a alguien que mire la película le pase algo parecido. Sería, por lo menos, divertido. Lo que es seguro es que este año se va a escuchar un poco más de punk feminista de la vieja escuela. Y eso ya es bueno.

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