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Huele a espíritu adolescente: apuntes de la música de estos días

1- La historia es conocida pero vale la pena repetirla. Kathleen Hanna, cantante de la maravillosa y pionera banda Bikini Kill escribió una frase con aerosol en la pieza de Kurt Cobain. Puso: Smells like Teen Spirit. Como quien dice: “Tu sobaco olor a pachuli”. Era un conjunto de palabras que tenía la intención afectuosa de ser ofensiva y, sí, burlona porque Teen Spirit era una marca barata de desodorante. Cosa de amistades, se entiende: la burla es parte del vínculo, lo vuelve cercano y le da confianza lo que lleva a la intimidad. Ahora bien, cuando Kurt Cobain leyó esas palabras le sonaron muy bien una al lado de la otra. Así nació Smell Like Teen Spirit, la canción que desbarrancó a Michael Jackson de todos los rankings y, en el mismo movimiento, dio lugar al grunge y de pronto nacieron los 90. Para bien y para mal. Que un malentendido se vuelva una frase que retrata a toda una época nos deja una enseñanza: para volverte generacional no hay que mirar hacia afuera ni tratar de comprender en qué anda la juventud, sino contar lo que pasa en tu habitación.

 

 

2- El productor musical como mago que conoce los trucos que son puertas de entradas a otros mundos. El productor musical, también, como garantía de éxito. Desde Phil Spector (creador del Wall of Sound y que murió en la cárcel en 2021 por femicida) para acá, el producto es ese sabio que construye arquitecturas sonoras que los artistas utilizan y no podrían alcanzar de otra manera que no sea guiados de la mano -arriesgada y loca- del productor. En este sentido, las sesiones de Bizarrap tiene ese espíritu (adolescente) de dueño de la cancha: los demás van hacia su juego y es él quien los habilita. Biza prepara la mesa para el festín. Su nombre está arriba en el cartel. También hay una lógica de amistad y potencia común, un flujo que va del productor al cantante y de ahí vuelve magnificada. Son canciones que se perciben como un diálogo, una erótica, un acoplamiento.

Ahora bien, este último tiempo, Bizarrap se montó a su éxito (merecido o no, no importa) de genio visionario y, a la vez, respetuoso de las tradiciones (tocar Ji Ji Ji junto al guitarrista Gaspar Benegas en su set del Lollapalooza así lo demuestra) para poner el acento en los números. Pidió 23 millones de comentarios en IG (la sesión sería la 23) para subir su canción con Paulo Londra, en su esperado regreso luego de un juicio complicado y largo con sus anteriores productores. Son manifestaciones y ejercicio de poder, por supuesto. Ver hasta dónde se le permite dominar las voluntades de los demás, de su público, de quienes lo sostienen. Bizarrap decidió que su capricho tiene un valor y se lo quiere hacer pagar a sus seguidores: “Lo dejo en sus manos”, dijo con astucia pero también con falsedad. Cuando los números (¿qué importancia tiene romper récords cuando hablamos de sonidos?) se ponen por encima de la música (que es un mundo que mejora este mundo) es tiempo de preguntarse si esto realmente es lo generacional en esta época o simplemente sigue siendo un modo masculino de buscar sometimiento. Lo que hace pensar que no hay nada nuevo bajo el sol en cuanto al modo de relacionarse: la opresión (la exigencia en una asimetría de poder) sigue siendo parte de los vínculos.

 

Para volverse generacional no hay que mirar hacia afuera ni tratar de comprender en qué anda la juventud, sino armar una playlist con las canciones que te atraviesan

 

3-Un disco que se volvió realmente seña, signo y símbolo generacional (con su correspondiente cuota de viralización pero con una calidez sorprendente) de estos tiempos es Motomami de Rosalía. Y se convirtió en uno de los discos del año porque sigue siendo eso que uno espera de la música: búsqueda de libertad, derrumbe de los prejuicios, inclusión absoluta, ruptura de límites, desafío. Motomami tiene mucho de eso. Y en su ADN se puede escuchar en sus 16 canciones tanto las raíces españolas como el pop más mainstream (Madonna) o retorcido (Nico) pero además rastros de jazz, rap canónico, cumbia latinoamericana, bachata y demás. Suena a mezcolanza pero es un guiso espeso y delicioso. La conquista del placer y el flow es una meta que se logra. Eso hace que escuchar Motomami se vuelva un viaje por distintas instancias de realidad y sensaciones. Pero esta no es, digamos, la noticia. La noticia es que Rosalía acaba de subir a Spotify la playlist del año: Inspo$ Motomami.

En la descripción lo dice así: “EMMM. Estas son las inspos/refes que me han venido a la cabeza mientras hacía esta playlist pero creo que me he dejado mil + pero bueno AHÍ VA 7 HORAS DE MUSIKITAAAA ALA A GOZARLAAA.” Va desde John Coltrane a Camaron de la Isla, de Daddy Yankee a Nine Inch Nails, de Bill Evan a Kendick Lamar. En fin, siete horas de música que pueden verse como la playlist definitiva de este presente histórico donde confluye una verdadera música de las esferas creando sentido, compañía, comunión. Y el armado es fabuloso porque ubica cada canción de Motomami en relación a todas las influencias sonoras que tuvo en mente (flamenco, reggeaton, tecno industrial, Kate Bush –un género en sí mismo-, folk, boleros, Björk –otro género único-, carnaval carioca, y la lista sigue). No es habitual que un artista abra de este modo su discoteca, su universo de referencias y su taller mecánico. No es común que una artista de esta visibilidad saque sus verdaderos trapitos al sol. En este sentido, Rosalía se impone como una artista que configura un presente histórico específico porque crea generosidad para compartir estas canciones en un contexto donde el ocultamiento y el egoísmo gobiernan este suelo. Y esa es una verdadera vanguardia generacional. Lo que nos deja una última enseñanza: para volverse generacional no hay que mirar hacia afuera ni tratar de comprender en qué anda la juventud, sino armar una playlist con las canciones (de cualquier época y género) que te atraviesan.

 

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