Hablemos de Garche (Orsai), el nuevo libro del escritor, docente, guionista y columnista de radio Juan Sklar (1983). Son siete cuentos, seis de ellos publicados en la revista Orsai más uno –“La mano”- inédito, que abordan desde distintos ángulos, prácticas y perspectivas el sexo: zoofilia, adulterio, masturbación, descubrimiento, etcétera. Sin embargo, el ejercicio de la sexualidad como parte de un cotidiano es una pista de despegue para arribar a cuestiones profundas como la soledad, los traumas del pasado y las opresiones del presente entre otras. Este posicionamiento le da al libro una tensión muy atractiva porque todo tiene un peso, todo genera sentido, todo importa: la penetración y el ghosteo, las posiciones en la cama y las palabras para calmar la angustia, la mirada de ternura y la oralidad entre las piernas. ¿Cómo conviven estas realidades? De la manera que se puede y cada uno de estos personajes se preguntan cuántos sentimientos soporta un pecho, una psiquis.
Dialogamos con Juan Sklar sobre Garche y cómo escribir sobre esta cuestión en un momento tan particular de nuestro presente.
¿Por qué poner el sexo en el centro de la escena en este momento histórico?
La respuesta más honesta que te podría dar es “porque es lo que me interesa a mí”. En ese sentido, creo que un artista no elige los temas con los que trata. Puede quizás elegir entre este o aquel, dentro de las cosas que los atraviesan. Pero no puede ir a un anaquel de grandes temas y decir “voy a escribir sobre aquello que el momento histórico necesita”. Me parece una posición narcisista, grandilocuente (y estéril) la del artista que se cree por encima de sí mismo.
Ahora bien, el sexo, como una de las compulsiones humanas, ocupa (o pretende ocupar) el lugar que dejaron vacío los grandes discursos dadores de sentido (por lo menos en el occidente posmoderno). Derrumbados los nacionalismos, el cristianismo, la familia, la apuesta al progreso, incluso la posibilidad de una revolución, ¿qué queda? Sin trascendencia, solo podemos volcarnos hacia la compulsión o hacia las drogas. Escribí un libro que se llama “Garche”, como alguien podría haber escrito otro titulado “Piña”, “Guita”, “Morfi” o “Falopa”. El tema es que ninguna de esas otras compulsiones/adicciones me atraviesa tanto como el sexo. Pero la operación hubiera sido la misma: poner en el centro de la escena la compulsión que pretende dar respuesta y sentido, pero no lo logra y solo deja un vacío más grande.
En la introducción, Josefina Licitra dice que el sexo es “apenas” el escenario “donde se monta una obra mucho más compleja, dolorosa y sensible”. ¿Coincidís?
No creo que sea bajarle el precio al sexo, sino ubicarlo como lo que es: un vehículo para todas las preocupaciones del ser humano. Eso más bien me parece que eleva al sexo. El sexo “en sí mismo” no es nada. Es gente frotándose una contra otra. Si es algo más que un masaje mutuo con peligro de enfermedad venérea es porque lleva una carga simbólica inmensa. Pero esto, insisto, no es bajarle el precio. ¿Qué es un asesinato en sí mismo? Nada. En un mundo de 7 mil millones de personas, que una le meta una bala a otra en el cráneo no es nada. Ese acto es significativo en tanto tiene una carga simbólica enorme para todos los involucrados. El policial también es “apenas” un escenario “donde se monta una obra mucho más compleja”.
Por otro lado, a mí me interesa el sexo en sí mismo. Me encanta leer y escribir de sexo. Pero quiero más. Quiero que sea un instrumento para hablar del alma humana.
Me gustaría saber la vida sexual de todos. Un gran blanqueo, un abandono masivo del caretaje. Que todos digan y compartan lo que hacen, como dicen y comparten los deportes que practican o la comida que cocinan. Que deje de tener velo. Quitarle importancia. Sería un gran alivio para la humanidad.
El libro presenta distintas variantes/formas de sexo. ¿Cuál te presentó mayor dificultad y por qué?
Disfruto mucho escribir escenas de sexo y por eso me cuesta asociarlas con la idea de “dificultad”. Incluso cuando son desafiantes, el placer sobrepasa todo. Me compenetro con la ficción, me abstraigo del mundo y si la tengo que escribir quince veces me da igual. Siempre es un placer.
A veces se presenta una dicotomía respecto del sexo mostrado/contado por varones y el que producen las mujeres. ¿Pensás en estas cuestiones? ¿Cómo te posicionás en este debate?
No creo que exista tal dicotomía. Acá te cito un pasaje de la escena de sexo de “Cometierra” de Dolores Reyes.
“Sacó su pija por encima del bóxer y me la acercó a la boca. Me dejé llevar a un beso tan suave como si lo que besaba fuese una lengua. Le bajé el boxer del todo. La piel que tocaba me gustaba. Podía apretarla con los labios mientras la pija jugaba en mi boca y se iba hundiendo. Ezequiel me miró chupar y yo a él. Yo me tendí y abrí las piernas. Ezequiel besó mis tetas, que son del tamaño de un puño cerrado. Después, sin apartar su boca de mi pecho, bajó una de las manos hasta mi concha”.”
En mi opinión es un pasaje con un estilo bastante cercano a lo que hago yo. Al mismo tiempo, el sexo narrado por Mauro Libertella (por darte un ejemplo) tiene un velo de pudor que está en las antípodas de mi tratamiento del sexo. Va una cita de “Un futuro anterior”
“Entonces la besé. Fue un beso largo e inolvidable, un beso a la altura de todo lo acumulado. Esa noche indagamos durante horas en el cuerpo del otro, pero no hubo sexo”.
Voy a asumir que en esa supuesta dicotomía yo estoy del lado de los varones. Al mismo tiempo, a Dolores la veo mucho más cerca de mí y a Mauro a un abismo de distancia. ¿Cómo encajar estos ejemplos en esa dicotomía? No estoy hablando de autores marginales. Son libros que circulan, muy leídos. Si alguien está planteando esa dicotomía, está profundamente equivocado. No veo a las mujeres haciendo una cosa y a varones haciendo otra.
En literatura, las escenas de sexo son muy complejas de escribir. ¿Cómo lo encarás desde lo técnico?
Una de las premisas con las que trabajo es que el sexo no es una actividad especial en sí misma. Entonces no necesita un tratamiento diferencial. Se encara como una escena de pelea de boxeo, un accidente de autos o un asesinato. No hace falta subrayarla ni elidirla. Es una actividad más de los humanos y se narra en tanto tenga peso narrativo o poético. Casi lo mismo que ir al supermercado. ¿Ese viaje al chino de la esquina, tiene importancia en la trama? ¿Tiene potencia poética? ¿Introduce alguna reflexión o mirada nueva sobre el mundo? Si las tres respuestas son “no”, entonces no hace falta, ni la escena de sexo ni el viaje al chino.
¿Te importa o no quedar, digamos, “pegado” a una temática como el sexo?
¿Cuál es el problema en quedar asociado, por un tiempo, a una temática, si es la temática que estás trabajando? Me importa más que se entienda cuál es la búsqueda y cuál es la extensión de mi trabajo sobre sexualidad: además de la narrativa está la difusión de ideas (en la radio), el trabajo docente (en los seminarios de escritura sobre sexo) y el trabajo teórico que acompaña esas clases. Más que “despegarme del sexo” me interesa que se visibilice todo lo que estoy haciendo respecto a sexualidad y arte, que no se limita a mi obra publicada.
Por otro lado, tengo un libro de ensayos sobre paternidad y otro sobre análisis de films animados. No creo que mi trabajo se limite a la sexualidad o a las historias de amor.
Derrumbados los nacionalismos, el cristianismo, la familia, la apuesta al progreso, incluso la posibilidad de una revolución, ¿qué queda? Sin trascendencia, solo podemos volcarnos hacia la compulsión o hacia las drogas. Escribí un libro que se llama “Garche”, como alguien podría haber escrito otro titulado “Piña”, “Guita”, “Morfi” o “Falopa”. El tema es que ninguna de esas otras compulsiones/adicciones me atraviesa tanto como el sexo.
Una vez le preguntaron a Jacques Derrida qué le hubiera gustado saber sobre los filósofos que admiraba y dijo: “Su vida sexual, me hubiera gustado saber cómo fue su vida sexual.” ¿De qué ídolo o ídola te gustaría saber sobre su vida sexual? ¿Por qué importa tanto la vida sexual?
Me gustaría saber la vida sexual de todos. Un gran blanqueo, un abandono masivo del caretaje. Que todos digan y compartan lo que hacen, como dicen y comparten los deportes que practican o la comida que cocinan. Que deje de tener velo. Quitarle importancia. Sería un gran alivio para la humanidad.
¿Importa la vida sexual? A mí me importa. Pero hay gente a la que el sexo le es indiferente, como a mí me es indiferente la comida o las carreras de caballos. No creo que sea un tema universal. Es solo otro gran tema, con mucha gente interesada.