Catorce años recién cumplidos tenía cuando una tarde de verano vi bajar del 60 a mi vieja, con una bolsa de consorcio negra, bastante pesada. Esas dos cuadras desde la parada hasta casa fueron eternas, sentía mucha curiosidad por saber que había ahí adentro. Son porquerías que mis patrones estaban por tirar, dijo mi mamá, ya con muchos años de experiencia en limpiar casas y cuidar a los chicos de los que más tienen. Recuerdo a mi hermana menor feliz porque en esa bolsa había ponys, pinturitas y algunas muñecas con sus extremidades amputadas. También autitos, un He-Man y unos libros que me llamaron la atención: Robinson Crusoe, una novela clásica del escritor inglés Daniel Defoe. Me lo devoré esa misma noche. Después había otros títulos pero no los había entendido en su momento. Operación Masacre de Walsh, Manifiesto Comunista de Marx-Engels y un librito de Oliverio Girondo: 20 poemas para ser leídos en el tranvía.
Este último, puedo decir, me salvó la vida. Yo en ese tiempo vagabundeaba en la calle, tenía una noviecita, quería parar con los grandes. Pero estaba enamorado, entonces le escribía poemas a mi enamorada, que nunca le hice leer. Así me fui amigando con la literatura. Todos los domingos me encerraba a escribir algo. Me encantaba inventar historias y narrarlas al estilo policial, como si fuese un periodista de algún medio gráfico. Recuerdo estar en la esquina con amigos, y cuando ellos salían a robar, Juani, mi compañero de banco en la primaría, me decía: “vos quedate, si a vos te gusta leer”. Y yo me sentía inútil, quería salir a robar y volver al barrio lleno de billetes, comprarme zapatillas con cámara de aire y terminar amanecido después de una buena noche de Tropitango. Con los años, la barra de la esquina fue desapareciendo. Casi todos murieron de forma trágica o bajo las balas policiales de la bonaerense menemista. Yo fui narrando sus vidas. Como podía, con faltas de ortografía, puntuación, tildes mal colocadas, problemas gramaticales, pero escribía, siempre escribía.
Ahora de grande pienso que hay que romper el paradigma de la literatura, que no hace falta leer a mil autores para ser escritor. Que no hace falta sentarse en las penumbras de un bar a jugar a ser Bukowski. Si te gusta escribir, escribí, lo que sea, lo que sientas, lo que quieras contar, en cualquier momento, a cualquier hora. A alguien en algún momento le vas a cambiar la vida. Ignoremos la superioridad moral de los que se creen dueños de la literatura. Retratá tu vida, tu historia, tus sueños. En una hoja, en un block de notas del celular, en una pc. Escribí hasta que deje de doler. Escribí y volvete eterno.
Una cumbia del momento que suena en alguna casilla de la otra cuadra.
Pibes de la esquina viendo pasar la vida y pensando cómo pegarla en alguna.
Un par de pibas charlando del pibito que se comió una de ellas en el baile.
Otra preparando la vianda para la visita de mañana al penal donde está su pareja.
El loco que recién llega de laburar de la fábrica porque esta semana le tocó turno tarde.
Remiseros esperando que salga un viaje largo, sentados en un banco en la vereda.
El kiosco 24 horas a todo ritmo despachando fiambre, cigarros y birra fría.
El patio de tierra lleno de mosquitos, con un espiral prendido en el pico de un envase de Quilmes.
La vieja durmiendo con el ventilador y la ventana abierta.
El bondi que pasa semivacío con un chofer que ya quiere terminar la vuelta.
El guachín yendo a ver a su noviecita en algún paredón a oscuras.
Una engañando al marido que labura de noche.
Otro engañando a su mujer en algún telo de mala muerte por colectora.
La desclasada con techo de tejas que maldice a los techos de chapas porque no quieren progresar.
El loco que salió hace semanas de la cárcel y ya está bardeando.
Amores imposibles en chats de redes sociales.
La pibita a punto de ser mamá.
El pibito a punto de ser papá pero no se hace cargo.
El olor a tuco y frituras que invade los pasillos.
El santuario del Gauchito con velas rojas siempre encendidas.
Nenes con hambre pensando qué quieren ser de grande.
Nenas ensayando alguna coreo.
El barrio y yo.
Yo pensando qué quiero ser de grande.
De grande quiero ser poesía.