Así como lo ves ahora, con esa cara de tía mal maquillada y borracha de Hesperidina, en los 90 Marilyn Manson metía miedo. El bueno de Brian Warner -tal su nombre real- descubrió que había un filón interesante en eso de hacerse el satánico, juguetear con la ambigüedad sexual y bardearla fuerte con las drogas, todas cuestiones que -como bien sabemos- son altamente efectivas para cumplir con el objetivo ulterior del rock n’ roll: escandalizar señoras del Opus Dei que se peinan con spray.
Los principales efectos colaterales de aquello fueron dos. Por un lado, lo culpaban a él (por “mala influencia”) cada vez que un pibito con la cabeza cagada iba a la escuela a meter plomo, incluso cuando el pistolero de marras no tenía un solo disco suyo. Por otro, todo el tiempo le estaban inventando rumores, mitos y leyendas que él no se esforzaba mucho por desmentir, dado que –como ya señalamos en entregas anteriores- es mucho más redituable parecer un monstruo psicópata que un tipo cualunque que se disfraza para cantar.
En épocas en las que la Internet apenas asomaba la cabeza empezó a circular un runrun maravilloso: que Marilyn Manson, de chico, había interpretado a Paul Pfeiffer, el amigo de Kevin Arnold en la serie Aquellos años felices (acá también se llamó Kevin, creciendo con amor). Se ve que era difícil conectarse en aquel momento porque con una googleada la duda quedaba respondida: el actor se llamaba Josh Saviano y apenas se parecía al Marilyn joven. Pero ponele que se hubiera cambiado el nombre y se hubiera hecho cirugía: tampoco dan las fechas. Cuando empezó la serie en 1988 Saviano tenía doce años, mientras que Manson ya tenía 19 y no daba muy preadolescente nerd. Al año siguiente formó su banda mientras estaba en Florida estudiando comunicación.
El otro gran rumor sobre el Reverendo es que se hizo extirpar las dos costillas de más abajo para, digamos, autochuparse. Podríamos descartar la veracidad del mito basándonos solamente en que sería demasiada producción para tan poca ganancia, teniendo en cuenta que no le debe faltar gente dispuesta a hacer ese trabajo ni gente dispuesta a que él lo haga. Pero pongamos la historia ante todo y remontémonos a fines del siglo XIX, cuando el productor de Broadway Florenz Ziegfeld, Jr. hizo correr la bola de que la cintura ínfima de la actriz Anna Held se debía a una operación para removerse dos costillas. La idea era promocionarla, y la realidad era que la cinturita de avispa se debía a una combinación de corset y hambre, pero a partir de ahí la leyenda se le aplicó a cualquier actriz o cantante flaquita y caderona (Cher, Elizabeth Taylor, Britney Spears, Thalia, etc.). Y le terminó cayendo de regalo a Manson, con el agregado de la autofellatio que tanto pegaba con su personaje.
Como corolario podemos agregar que no hay país del mundo que permita este tipo de cirugías por razones cosméticas (sí se pueden extirpar costillas pero por cuestiones médicas, como cáncer o punción de algún órgano vital a partir de un accidente). Claro que siempre está la duda de si no se hará en algún tugurio tercermundista flojo de papeles, pero de nuevo: ¿tanto esfuerzo le ibas a poner al tema? Como sea: Marilyn Manson no era Paul, tiene todas las costillas, si se autochupa es porque es flexible y su única cualidad realmente abominable y monstruosa es haber estudiado periodismo.