Rubí, escrito por Walter Lezcano y editado a fines de 2022 por Gourmet Musical, es una novela breve que narra un desencuentro amoroso a través de la lente de la cultura pop y la música rock. En particular, el libro se centra en los Babasónicos, y la experiencia personal del autor como fan y crítico de su música, pero no es solo para los fans de Babasónicos sino para cualquier persona interesada en la cultura del rock y la literatura contemporánea. La música puede ser una forma de encontrar y construir verdades y significados a través de las letras y las melodías y también puede ser un camino hacia la comprensión del amor y sus muchas facetas. Y es precisamente este camino el que el periodista y escritor Walter Lezcano decidió tomar cuando escribió Rubí. A través de esta obra, Lezcano no solo ofrece una crónica detallada del desamor, sino que también reflexiona sobre el papel que la cultura popular, la música rock y los Babasónicos en particular han desempeñado en su vida y en la sociedad en general. Rubi es una exploración de las emociones humanas, el amor y la pasión, y cómo estas se conectan con la música y la cultura.
En esta entrevista, Walter Lezcano hablará sobre su experiencia como escritor y periodista, así como sobre la inspiración detrás de Rubi y su relación con Los Babasónicos y la cultura rock en general. Con su habilidad para combinar la emoción personal con la reflexión cultural, Lezcano es un escritor que definitivamente vale la pena escuchar.
¿Cuánto hay de autobiográfico en la novela, sobre todo en las reflexiones sobre la banda que aparecen?
Hay una parte autobiográfica, difusa y caótica, que tiene que ver con el modo en el que yo vivo mi relación con algunos artistas y algunos lenguajes que me interesan. Venía de hacer un libro sobre 2 minutos y estaba laburando a la par en un libro sobre Suárez, la banda de Rosario Bléfari y en ese combo en el cual estaba pensando los 90 y ciertas estéticas de ese momento, surgió naturalmente la figura de Babasónicos. En ese contexto, en una década tan variada como los 90, triunfaron dos corrientes: la del rock barrial, heredera de cierta costado de los redondos y la pata más contemporánea, sónica, de la cual Babasónicos se convierte en la punta de lanza: firman con una discográfica, son apadrinados por Melero y Cerati y tienen una concepción estética que va del cine clase B a Virus. Ese aspecto, el de pensar como los Babasónicos crearon ese monstruo, es autobiográfico. La intención de generar algún tipo de aparato teórico y que tu vida sea modificada de algún modo, que haya un correlato entre la obra, tu vida y tus acciones cotidianas, eso si es autobiográfico. En el momento en que surge Babasónicos yo los seguí de lejos, había algo de la imagen que proyectaba ellos que no me interesaba. Yo creía que eran chetos de palermo y recoleta y después me enteré que eran de lanús y constitución. Iba siguiendo la salida de los discos y los fui a ver varias veces y con el tiempo me di cuenta que es uno de los proyectos artísticos y existenciales más interesantes. El personaje de la novela no tiene en su familia ningún tipo de impulso y de golpe se siente atravesado por una canción y sin preparación se enfrenta a eso. Eso es autobiográfico, todo lo demás es ficción.
¿Sabes si la leyeron y que paso en caso de que la hayan leído?
Sí, antes de que salga la editorial se ocupó de mandarles una copia, están todos los papeles en orden (risas)… La editorial quería que ellos lo vieran y me dijeron que estaba todo bien, yo no participé de esa parte. También me hubiera parecido bien si la banda se enteraba con el tiempo de la existencia del libro. Babasónicos nunca fue una banda cercana, nadie sabe nada de sus vidas, en los shows casi no hablan, nunca mostraron su parte civil. Eso también contribuyó a generar ese aparato místico, estético y sonoro que son, se desligaron de su parte personal para hablar solamente a través de un proyecto que los excede, eso es alucinante, ahí me parece que toman algo de Los Redondos. Babasónicos está por encima de ellos, como Patricio Rey y ellos son servidores de eso. Eso puede ser una respuesta posible a la cancelación: los artistas pueden llevar adelante obras que los exceden como personas, en ese sentido lo personal (sus comportamientos cotidianos, sus declaraciones) puede ser infinitamente inferior a las obras que nos dejan y sería una pena perder eso. Un artista puede hacer algo superior a lo que es como persona.
Babasónicos es como la industria del porno: siempre están a la vanguardia de todos los avances tecnológicos para poder monetizarlos.
Claro, la cultura de la cancelación no separa artista y obra…
Por eso lo decía, ellos crearon un recorrido artístico que indaga en el mal. Lo hicieron desde el primer disco, en el que mostraron cómo las drogas pueden alterar la percepción hasta llegar a Babasonica donde efectivamente está el tema de la magia negra y como los espíritus de mal nos ayudan a entender esta época, hasta llegar a Jessico, que es enfrentar el fin del mundo bailando y el 2001 acá fue un poco el fin del mundo, ese gesto es muy Virus, darle a la frivolidad un contexto político para tener herramientas de subsistencia. Fueron pioneros en el poliamor y en no tener responsabilidad afectiva y en no tener un montón de otras cosas que se piden hoy en día, incluso en su último disco juegan con eso, se corren de ese lugar como apuesta artística. Una de las posibilidades de pensar el proyecto babasónico es que Adrián siempre le dio un contexto dramático a sus canciones y a sus declaraciones, dice que sus canciones son barrocas. Hay muy pocos artistas que pueden generar un marco teórico para leer su propia obra: solo Melero, el Indio Solari y Moura. En general los rockeros son endebles a la hora de pensar su obra, tocan rock, pero Adrián pudo generar ese dramatismo al transmitir que van en serio y se juegan la vida en eso, eso le dio trascendencia, tienen todas las patas cubiertas, los clips, los discos, la imagen y la frutilla de la torta es su costado retórico, porque va generando discurso alrededor de la obra que posiciona la obra en otro lugar.
Nombraste recién al aparato teórico de los Babasónicos y aparece en el libro la posibilidad de llegar a determinados conceptos de la filosofía a través de la música, Pienso por ejemplo en el devenir y en que quizás muchos se lo escuchamos antes a los Babasónicos que a Deleuze ¿Cómo es y cómo fue tu relación con eso?
Está bueno eso… el rock que más me interesa tiene ese costado bastardo de coquetear con las instituciones, ver que está sucediendo en el poder y llevarlo a otro lugar. Trafican información para gente como yo: sin educación, sin formación, sin linaje y sin almuerzos familiares donde circulen grandes temas. El rock viene también a suplir ese lugar de educación, siempre lo viví así. Yo me enteré del nacimiento de H.I.J.O.S viendo una entrevista a una banda por televisión, me enteré gracias al rock. No tuve formación política, nunca había ido a una marcha, mi vieja no me habló del tema, llego a eso por el rock y me apasiono. Hoy parece que toda la información está al alcance de la mano y a la gente le da paja googlear. Y el rock, o ciertos artistas dentro del rock son facilitadores de información o links que ayudan a entender mejor la obra y que te pueden enriquecer o a formar una familia estética para entender mejor lo que ellos hacen.
El barrio de Constitución aparece mencionado en el libro como el territorio babasónico por excelencia. ¿Se te ocurren otros territorios babasónicos posibles?
Esa es la idea que más me gustó del libro, me pareció alucinante llegar a esa idea. La triple frontera podría ser uno, el desierto de Sonora otro, algunos lugares de la patagonia… son ejemplos que sirven para pensar la existencia del límite y a la vez lo difuso del límite entre una zona y otra. Los territorios limítrofes son lugares paradisíacos para que se produzca la mezcla, el encuentro de mundos. Esos son territorios de los Babasónicos, lugares fronterizos en donde no sabes dónde empieza uno y donde termina el otro y con esa sensación de peligro, que te obliga a agilizar la mente y te vuelve creativo para la supervivencia. Estuve en la triple frontera y en lugares de constitución te da esa misma sensación de peligro inminente, en cualquier horario y en cualquier esquina, te paras ahí un lunes a la mañana y pensás “porque tengo este miedo?” (risas). No sé si hay otra banda que haya jugado con borrar los límites como los Babasónicos. Pensemos en los límites de género: de Babasonica a Jessico, donde Adrian canta “soy muy puta y no trabajo para vos”, un varón cantando eso… a veces nos olvidamos de lo fuerte que fue escuchar eso por primera vez en un ranking de FM. Son conceptos que llegaron en los ´90, los shoppings, el no-lugar, y Babasónicos fue traficando eso, armaron un lugar de fantasía que es super propicio para la mezcla y la falta de leyes morales y éticas que regulan la sociedad. Yo vivo en Monserrat y trabajo en una escuela de consti. Voy caminando, son 15 cuadras, y ese momento de ir y volver es un momento de hiperrealidad, que me mantiene despierto. No es que los que veo ahí son verdaderos problemas y lo que me pasa a mi cuando no puedo resolver un poema no es un problema, lo que planteo es que ahí hay una parte de la realidad que no me quiero perder, no quiero levantar un muro contra eso. En ese tipo de zonas están ocurriendo un montón de cosas a la vez y en la novela aparece la idea de que cada disco es una zona de consti que ellos están explorando, como si Constitución fuera infinito. A mi me gusta recorrerlo cotidianamente, me hace no olvidarme de donde vengo, no olvidarme de donde estoy y por más que ahora me puedo pagar una cerveza no me como el verso de la movilidad social. Me gusta lo que propone John Cheever, que decía que él era un infiltrado en la clase media para poder juntar información y contarla en sus historias. Consti me sirve para estar en contacto con un tipo de realidad que no me quiero perder.
¿Y qué te pasó al recorrer la discografía y ver los cambios de disco a disco?
Cuando volvés sobre esa seguidilla de discos no podés creer la progresión que hay. Hice el ejercicio mientras hacía el libro de ver los discos de otras bandas y no hay nadie que haya hecho lo que hizo Babasónicos, de ir creciendo y cambiando disco a disco, sumar estilos, estéticas. Hay canciones que tienen 4 partes dentro de la misma canción, es insoportable (risas). Evidentemente creían que nunca más iban a grabar un disco, porque sino no haces eso. Llegaron a Jessico, el quinto disco, y todavía no la habían pegado y es un disco con 12 canciones que dura 32 minutos, con poca instrumentación en cada canción, eso también me pareció increíble.
Babasónicos nunca fue una banda cercana, nadie sabe nada de sus vidas, en los shows casi no hablan, nunca mostraron su parte civil. Eso también contribuyó a generar ese aparato místico, estético y sonoro que son, se desligaron de su parte personal para hablar solamente a través de un proyecto que los excede, eso es alucinante, ahí me parece que toman algo de Los Redondos.
Aparece en el libro un momento en el cual lo “babasónico” pasa a ser un adjetivo. ¿A qué otras cosas te parece que le caben el adjetivo?
Desde lo sonoro hay algo en la guitarra de Mariano Roger, de la forma de concebir la canción. Hay poco reconocimiento a su propuesta. Su laburo, la forma de tocar la guitarra, los riffs, los climas, ese espacio sonoro, creo que muchos tomaron de ahí. Esa podría ser una primera respuesta: uno escucha algo y piensa: “Ah, mirá, es re babasónico”. Después ellos fueron dando herramientas para que uno piense qué es lo babasónico. Lo desfachatado puede entenderse como algo babasónico. La mezcla entre elegancia y exquisitez que se corre del cotidiano también puede ser algo “babasónico”. Después está la idea de que lo artístico tiene una seriedad importante: pensamos la tapa, pensamos la ropa del show, pensamos el juego de luces. Y eso tiene un elemento de trascendencia, es jugarnos algo en el momento en el que hacemos este paso artístico. Y también, cuando vemos a alguien que elige jugársela un poco en la letra vemos algo que remite inmediatamente a Dargelos. También puede ser un adjetivo negativo, si uno piensa en lo rebuscado, en lo innecesariamente barroco. Podría ser un sketch de Capusotto, hacer una canción a lo Dargelos. Sí hacían una o dos temporadas más yo creo que le llegaba a Adrián. Se cristaliza esa imagen de lo poético en relación al rock, la idea de lo rebuscado: la idea de generar figuras retóricas de más para poder hablar de algo sencillo.
Hay un entendimiento que tiene Adrián del funcionamiento del mercado discográfico que no es habitual.
Si, es así. Hace poco compré un libro con las entrevistas de la Inrockuptibles a Adrian Dargelos. Hay una de 1996 donde cuenta que en el negocio de discos de los ochenta solo podían grabar quien tenía contactos. Si uno quería grabar tenía que tener contactos. Eso se rompe en los 90 y en esa cuestión de buscar talentos, pueden entrar ellos que no conocían a nadie. Babasónicos se mete en la falla de la matrix y empieza a hacer algo nuevo.
Ellos fueron de los primeros en arrancar con los formatos digitales en la música.
Jessico sale con Pop Art, la primera discográfica independiente del siglo XXI. Ellos siempre están buscando formas de subsistencia. Primero empiezan con Sony y arrancan el siglo XXI con una discográfica independiente y terminan llegando a México, el mercado más grande de Latinoamérica. Eso los hace conocer todo el mercado discográfico. ¡Ahora fueron los primeros en laburar con NFT! Lo que quiero decir con esto es que Babasónicos es como la industria del porno: siempre están a la vanguardia de todos los avances tecnológicos para poder monetizarlos. Son pioneros hasta en eso también. Babasónicos y el dinero es un aspecto que yo no toqué en el libro pero que es super interesante. Ellos fueron desafiantes aún en ese aspecto, en la idea de que rock es vivir de la discográfica, abrir la canilla y que salga dinero y no saber de dónde viene…
Nunca le escaparon a eso y ahí tienen una postura antagónica a la del Indio. Él insistía con que “no le quiero pagar los sanguchitos al gerente de la discográfica” y los baba siempre en la postura de “vamos a saquear los sanguchitos”.
Me parece que eso también complejiza la obra, meter el factor dinero en la posibilidad de crear, subsistir y persistir en el tiempo de una banda. Ahora todas las bandas piensan en el dinero y saben cuanto gana un músico y cuánto va a monetizar un tipo que empieza a estudiar su instrumento. Creo que empezó con los Redondos y siguió con Babasónicos: la tensión que genera el dinero en relación al arte y al rock. Se va resignificando esa idea de honestidad, de que las cosas salen plata. En este momento tener una banda de rock es carísimo y Babasónicos lo puso en tema y es supernotable.
Hay una definición que me gustó mucho sobre la aventura por la aventura misma, sin estar buscando éxito o fracaso, sino en transgredir los límites de lo decible, de lo posible, de lo existencial. Entiendo que vos lo encontrás en Babasónicos. ¿Lo encontrás en otros referentes de la música o de otros campos?
El momento postpandemia es un momento histórico superinteresante en ese sentido. Hay muchos artistas que envejecieron muy mal en ser rebeldes, en ser contestatarios. Creen que el enemigo es el feminismo, las minorías, algo rarísimo. ¿Kanye West apoyando a Trump? ¿Qué está pasando? Este momento histórico, ver cómo se están asentando ciertas luchas y cierta idea de futuro y cómo el arte puede dialogar con eso, me parece superinteresante. No estoy encontrando artistas que estén leyendo claramente la realidad. En los noventa podíamos ver bandas tipo los Redondos, Babasónicos o incluso Dos Minutos que decían: “Esta es mi idea de mundo y lo enfrento con esto”. Hoy cada banda tiene que sacar un tema para ir viendo qué pasa y después sacar otro tema para ir viendo qué pasa… Incluso ahora con la idea del feat. Se ve con Miranda! y el tema que hacen con Cristian Castro. Ellos tienen espalda para hacer ese tipo de movidas pero lo único que hacen es un revival de su propio imaginario. El artista llega a un determinado estatus y vive de ese estatus, una retromanía absoluta. Es difícil encontrar hoy un artista que cree una conciencia distinta, que vaya hacia adelante. También es un momento abrumador, un momento en el que es muy fácil tirar la toalla. Trescientas obras de teatro por fin de semana, ocho mil novedades en Spotify, cuatrocientas programas en todas las plataformas… La época favorece a ser conservador, a que te quedes con esas tres cosas que te gustaron en tu periodo de los trece a los dieciocho y vivas escuchando eternamente esa playlist hasta que te mueras. Hay que tener muchísima voluntad, muchísima curiosidad, para mantener ese espíritu de búsqueda. Incluso veo que estamos en un momento de agotamiento de los materiales, en relación a las luchas, de la pandemia, de todo. Todo lo que parecía revolucionario terminó siendo un kiosco: encontrar un puestito estatal, dar un taller carísimo, ir a las ferias a vender algo o hasta sacar un libro. No pareciera que hayamos atravesado las capas de la sociedad y generado una vida distinta, ¿no?
En general los rockeros son endebles a la hora de pensar su obra, tocan rock, pero Adrián pudo generar ese dramatismo al transmitir que van en serio y se juegan la vida en eso, eso le dio trascendencia, tienen todas las patas cubiertas, los clips, los discos, la imagen y la frutilla de la torta es su costado retórico, porque va generando discurso alrededor de la obra que posiciona la obra en otro lugar
De hecho, yo tengo la intuición de que vivimos todos un poco peor. Incluso aquellos que podemos decir que les va bien…
Hay algo ahí. Por eso yo pensaba en la muerte de Enique Symns como el fin de algo real. Cuesta ver dónde está la continuidad. Pero no hablando de algo de los ochenta y los noventa como si uno fuese un viejo retrógrado, sino la posibilidad de generar algo en lo referido al arte, a la creación, a lo político. Porque al final los artistas terminaron diciendo obviedades, todas cosas que se escucharon desde siempre. Yo descubrí el feminismo y la ecología y un montón de cosas a finales de los ochenta gracias a los fanzines del punk rock. No me lo mostraron en el 2015. Por eso mismo es un momento excitante, problemático y caótico. Los artistas llenan (o dicen que llenan) lugares grandísimos y no cambia nada, completamente nada. Coldplay llenó diez rivers y no pasó nada, completamente nada, ya fue, listo.
Quedaron un montón de stories de Instagram pero ya fue, se borraron.
Totalmente. En ese sentido ¿Cuál sería la expansión de la conciencia en este momento histórico? Obviamente estas charlas tienen el peligro de que uno quede como un viejo de geriátrico, pero a mí me parece lindo pensar que incluso en este momento hay un renacimiento de la música urbana, un renacimiento de las bandas postpunk. A cualquier época le cuesta ver cuál es el punto de fuga real a lo que está sucediendo y decir: “Oh, por fin, algo nuevo”. Incluso en la música urbana, porque el rap, el trap, el freestyle tienen cuarenta años.
Hay una idea de Babasónicos respecto a la negatividad que a mí me remite a Adorno, a pensar la negatividad como imprescindible para crear algo nuevo. ¿Qué pensas de eso?
Está buenísimo eso. Me parece que el concepto de rock de algunos artistas viene desde el resentimiento y en cómo puede ser resignificado en obra de arte. En Enrique Symns también hay algo de eso. Otra forma de verlo es que el odio puede ser transfigurado, en un proceso alquímico, en una obra. Lo mismo con el resentimiento, se puede generar una pieza que desde ahí tenga múltiples sentidos. Adrián dice: “Yo pienso lo peor a la hora de subir al escenario”. Y vos después lo ves en el escenario y te encontrás con alguien sexy y no con un enojado, no te transmite una cosa de negatividad. Me parece que el motor o el combustible de algunas piezas artísticas puede ser el resentimiento o una lucha contra algo sin hacer de eso un manifiesto de una lucha contra algo. Él que la agarra buenísimo y el que no todo bien, puede disfrutarla igual. Desde ese lugar yo veía a Babasónicos como una trinchera desde la cual ver el mundo. Cuando Adrián dice “Tocar en el Colón no fue nada porque está a tres cuadras de Cemento” a mí me parece una performance artística donde el motor es el resentimiento de clase y el odio a cierta institución. El artista lo que hace es buscar materiales para convertirlos en otra cosa. Y esa visión, en un contexto en donde todo parece ser positividad, me parece que está buena y me interesaba mucho ponerla en el centro del libro, esta idea de que enfrentarte a una concepción determinada puede ser arte. Puede ser el machismo o malos recuerdos del jardín, lo que sea. Y eso crea nuevos conceptos de belleza. Para mí Adrián es un tipo hermosísimo y me vengo encontrando un montón de gente que insiste con que es feo. Un montón de gente con una idea de belleza hegemónica: blanco, ojitos de cielo, pelo amarillo, cierta delgadez y aparece esta persona, petiso, con rasgos de pueblo originario… y para mí eso siempre fue lo hermoso, eso es lo hermoso, no el bobo de Marley. Correr lo hermoso de ese lugar y empezar a decir lo hermoso puede ser otra cosa, sin resentimiento, no lo podés hacer como obra de arte. Porque en Argentina, cuando sos marrón, sos negro y no correspondes a la belleza hegemónica y te lo hace sentir todo el tiempo, de forma directa o indirecta. Ese resentimiento como motor Babasónicos siempre lo puso en sus canciones, en sus discos, en su retórica. Eso es buenísimo, es un sentimiento que lo podés usar, que no es solo un trauma, puede convertirse en una canción, un cuadro, en algo hermoso.