En “El lobo de Wall Street” Leonardo DiCaprio interpreta a Jordan Belfort, un agente de bolsa de Nueva York. La película, basada en las memorias de Belfort, cuenta cómo arranca desde abajo en el mundo de los mercados hasta que funda su propia empresa, Stratton Oakmont. Con ella empieza a facturar millones, y todo se descontrola. Fiestas privadas, yates, autos de alta gama, sexo, drogas y todo lo que se nos ocurra. Belfort conoce a la modelo Naomi Lapaglia y se convierte en padre de dos hijos. Al poco tiempo es investigado por el FBI. Una de las escenas más recordadas es la del “lanzamiento de enanos”. El que tiene plata hace lo que quiere, dicen, y este era el ejemplo. Nunca mejor retratado, gracias a Martin Scorsese.
Si hablamos de excentricidades de famosos y millonarios podemos arrancar por Frank Sinatra, que pidió que adentro de su ataúd dejaran una botella de whisky, un encendedor Zippo y 10 centavos. O por Johnny Depp, que colecciona muñecas Barbies y juega con ellas. Podemos hablar también de David y Victoria Beckham, que tienen la costumbre de contratar a alguien para que les abra los regalos de navidad. El astro pop Michael Jackson coleccionaba momias egipcias. Tranqui. Jennifer López mandó a cerrar un shopping para poder comprar tranquila, ella sola. Y así podríamos seguir durante días. La lista es larga.
Esta semana hubo un episodio típico de chetos impunes. Lanzaron un cerdo (o un cordero, da igual) desde un helicóptero. Cayó en la piscina de un empresario textil. Se trata de Federico Alvarez Castillo. Sí, doble apellido. Podríamos hablar de la versión Manaos de Jordan Belfort, con muchos menos millones, y de diferente rubro. Es el dueño de Etiqueta Negra, ropa hecha en talleres argentinos, dolarizada, clasista, aspiracional. Menemismo en su esplendor. De hecho, cosechó su fortuna en los excéntricos noventa. Su ex pareja lo destrozó en los medios, y fue repudiado por la opinión pública. Una vez más, y como es costumbre, recordamos que los cerdos son ellos.