El K-pop, como se conoce al pop de origen coreano, logró algo que unas cuantas bandas de rock político hubieran querido: que sus seguidores, organizados, pudieran llegar a ser los responsables de una especie de chasco al presidente de los Estados Unidos. Esto pasó hace un mes, en Tulsa, en pleno año electoral y con una popularidad de Donald Trump cuestionada por el asesinato de George Floyd, la crisis económica y las malas medidas sanitarias.
En medio de la pandemia y con una cantidad importante de contagios y muertes, se habían recibido más de un millón de pedidos de entradas para escuchar la palabra del presidente en el estadio BOK Center. Era algo que no se podía dejar pasar. El pueblo estadounidense exigía verlo a Donald. Finalmente, los números fueron muy distintos: de 19000 lugares en el estadio, solo 6200 estuvieron ocupados.
Al principio no se encontraron rastros de K-pop; la teoría era que muchos habían desistido porque habría mucha gente y tenían miedo de contagiarse. Pero a los pocos días aparecieron videos en TikTok –casualmente, de muchos adoradores del pop coreano– en los que se sugería que se había organizado una especie de boicot.
Si escuchamos a La Polla Records, Crass, Fugazi, Sudor Marika, Mano Negra, The Clash, Dead Kennedys, Bikini Kill, Todos Tus Muertos, Las Manos de Filippi y tantas otras bandas, encontraremos un mensaje de activismo político claro. ¿Pero pasa lo mismo con los representantes del K-pop? ¿Invitan a sus seguidores a reírsele en la cara al imperialismo, a hackear a los poderosos, a escupir a los que tienen el control? No hay mejor forma de responder a esas preguntas que escuchando a BTS, la boy band que, según números de 2018, facturó lo mismo que 26 empresas medianas de Corea del Sur.
Apadrinada por el Ministerio de Cultura de su país y con un importante grupo de fans autodenominado “BTS Army”, la banda no surgió a partir de personas que tienen ganas de hacer música, empiezan a tocar en un sucucho y ensayan hasta encontrar un estilo. No: nacieron de un casting de la compaña Big Hit Entertainment, que les componen las canciones, les arman las coreografías y les recomiendan qué decir en sus tuits. A pesar de estas diferencias con otros grupos conocidos, sí comparten la característica de que graban sus canciones, las tocan en vivo y hacen videos. Entre los temas más famosos, los que tienen millones de escuchas en su cuenta de Spotify, uno puede buscar contenido político o algo que se le parezca.
“Stay Gold”: balada pop que arranca con un piano que después va desapareciendo; no es otra cosa que una canción de alguien deprimido y triste, angustiado por un desengaño amoroso. Con algunos despliegues de rap muy suave, suelta cosas como “Ya no puedo dejar de mirarte” o “Serás cuidadosamente aceptada por mí, incluso tus partes más feas”. El videoclip es una mezcla de imágenes oscuras con otras de lugares exageradamente luminosos, queriendo subrayar que quien se mantiene dorado va a algo parecido al paraíso. No tiene despliegue coreográfico.
“Boy with Luv”: acá hay todo lo contrario a activismo, tanto en lo musical como en el contenido de la letra, que dice: “¿Paz mundial? De ninguna manera. ¿Un gran orden? De ninguna manera. Solo voy a mantenerte a salvo”. No hay gran despliegue instrumental que remarcar, pop sencillo y rap suave. Sus dos elementos a destacar son que fue grabada junto a la cantante Halsey, quien suele contar que vivió en la calle tras escaparse de su familia y es activista del movimiento LGBTQ, y que el “luv” del título vendría a ser un “love” pronunciado a la coreana.
“On”: con la novedad de tener percusión y cantos tipo tribales –el videoclip está grabado en algo que vendría a simbolizar un desierto–, esta es la única en la que podría leerse algún tipo de invitación a la rebeldía. “¿A quién tengo que seguir? Con cada paso crece de nuevo la sombra. ¿Dónde está este lugar en el que abro los ojos? Quizá Seúl o Nueva York o París. Me levanto, con los pies inestables”, cantan.
Según esta búsqueda, que tal vez hicieron organismos de seguridad estadounidenses con más rigor y presupuesto, el K-pop no es algo que vaya a levantar multitudes en contra de nada. Como no hay pruebas de que sus seguidores hayan pensado este blooper ridículo, los siete idols no tuvieron que pedir perdón, no salieron a decirles a sus seguidores que ese no es el camino ni tampoco sufrieron bajas en las ventas de sus álbumes, videos y merchandising (la banda tiene su serie de muñecos, varios cómics, joyas, uniformes escolares, videojuegos, son modelos de ropa y graban comerciales para organismos de turismo invitando a apreciar el K-pop en su país de origen). Parecería que el aporte del fenómeno BTS es todo lo contrario a un mensaje de cuestionamiento político: viene a subrayar lo industrializado, aparatoso y plástico que es el armado de hits exitoso que genera ventas multimillonarias.