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“No quería hacer nada romántico ni panfletario” – Entrevista a Martín Céspedes, director de la película Toda esta sangre en el monte

Estrenada a fines de julio en el Gaumont a sala llena, y todavía en cartel, Toda esta sangre en el monte, la película debut de Martín Céspedes, se interna en el monte santiagueño y relata, de una forma empática, respetuosa y al mismo tiempo bella, sin los clichés del cine militante, el transcurso del juicio por el asesinato de un campesino por parte de un terrateniente. Sin resignarse a no tomar partido, la película de Céspedes muestra el choque entre los agronegocios, las militancias y el lenguaje de la ley.

¿Cómo se te ocurrió hacer una película sobre el asesinato de Cristian Ferreyra, el campesino del Mocase (Movimiento Campesino de Santiago del Estero) asesinado en 2011 por Javier Juárez, sicario del empresario sojero Jorge Ciccioli?

No se me ocurrió, sucedió. Esta buena la épica del cineasta que sueña con hacer una película, se embarca y le sale bien, pero en mi caso fue todo medio caótico. Llegué a Santiago del Estero en el 2012 con varios compañeros de la revista Crisis para hacer un video sobre una nota al Mocase, en ese momento no sabía ni a donde estaba yendo. Ahí me encontré con el movimiento campesino, el monte santiagueño y algo me atrapó, me llamó la atención. Sentí que tenía que seguir viajando y filmando, no sabía bien para que ni por que, pero era una necesidad. Hoy creo que lo que me atrapó fue el nivel de violencia que hay en los territorios. Una violencia humana e institucional que en las ciudades la tenemos naturalizadas: represión, desalojos y muerte forman parte de nuestro cotidiano. Pero en los territorios campesinos, situados en los márgenes y que cobraron relevancia desde que el agronegocio los puso en foco, esa misma violencia se intensifica, está en carne viva. Lo que acá forma parte del paisaje, allá lo destruye. En realidad, las historias de Cristian Ferreyra y del Mocase son de alguna forma un poco una excusa para pensar eso. Los primeros años me dediqué a acumular horas y horas de filmación, creo que recién en el 2014 descubrí que tenía una película.

En la película hay diferentes escenas donde se comenta la presencia muchas veces circunstancial, casi siempre ajena, de investigadores académicos cercanos al Mocase. En un punto se los equipara a los miembros del poder judicial, que fueron a llevar adelante un proceso pero desconocían la situación verdadera de los territorios involucrados. ¿Qué relación tuviste con la gente del Mocase? ¿Qué te dijeron de Toda esta sangre en el monte una vez que vieron el producto terminado?

La película se empezó a filmar en 2012 y recién se terminó en el 2018, fue un proceso muy largo y ambicioso. El movimiento campesino es complejo, multifacético, con contradicciones y muy potente. Intentar reflejar eso en la película demandó mucho tiempo de rodaje y de poner el cuerpo. Con el Mocase la relación fue excelente. Yo no estaba yendo a hacer mi investigación, desde un primer momento estuvo claro que iba a ser una película en conjunto pero con una premisa principal: no hacer nada romántico ni panfletario. No se cuantas organizaciones o movimientos estarían dispuestas hoy a abrirse de esta manera, a la izquierda le gusta mucho esa épica militante que no permite matices y los trabajos audiovisuales que se hacen suelen quedar en la simple propaganda. La película les gustó mucho y creo que, justamente, al no romantizarlos, es lo que le da mas potencia a la organización dentro de la película.

¿Qué fue lo más difícil de filmar Toda esta sangre en el monte?

Lo más difícil fue lograr contar una historia a través de imágenes, sin recurrir a voz en off, entrevistas ejemplificadoras o placas de textos ilustrativos. Fue difícil al punto de darle vueltas al montaje de la película durante dos años. Tenia mas de 130 horas filmadas, el primer corte de la película duró 4 horas, armé más de 13 versiones diferentes. En un momento me superó por completo y recurrí a una gran montajista, Alejandra Almirón, que la trabajó durante un mes y medio y me ayudó a encontrarle otro ritmo y otra vuelta que no estaba viendo, recién ahí la película pudo entrar en la recta final. En una película documental el montaje lo es todo, podés tener el mejor material del mundo pero si la pifias con el montaje se va todo al carajo.

A diferencia de una tradición que existe en los documentales políticos, tu película elige mostrar ciertas ambigüedades en la conformación de los sujetos cuando se espera algo de la justicia. Los discursos más ideologizados parecen fuera de tono, y la cámara se mantiene casi siempre por detrás, o de manera oblicua y lateral, como si le costara estar al nivel del conflicto. ¿En qué antecedentes o en qué otros documentales similares pensaste? ¿Cómo fue el proceso de toma de decisiones estéticas?

Yo no soy militante, incluso escapo un poco a la militancia. Para militar en un espacio político te tenés que comer una épica, y a mi me produce rechazo. Me interesa revolver más en las contradicciones, las complejidades o lo absurdo que en la lógica aleccionadora. Quizás es por eso que la película escapa un poco a lo que son los “documentales políticos”. También creo que los documentales son una obra de arte, no una herramienta revolucionaria. Descreo mucho del poder de transformación que pueda tener un documental, entonces me cuesta mucho posicionarme desde ese lugar. No pensé en otros documentales, no soy de mirar mucho cine, me gusta mas filmar que mirar. A los rodajes voy con alguna premisa, pero por lo general termino filmando según como me sienta dentro la situación. Es muy personal lo que me pasa, por eso siempre hago cámara yo, no podría explicarle a un camarógrafo que es lo que quiero. Me gusta mucho contar desde el detalle, desde lo micro, contar las secuencias por pedacitos, que uno vaya descubriendo que es lo que va pasando a medida que se van sucediendo los planos.

Ahora te quiero preguntar por la clase política, un actor fundamental en un asesinato como el de Ferreyra, que sólo aparece a través de remeras, camperas y gorras proselitistas viejas que visten muchos de los pobladores de Monte Quemado. ¿Cómo percibiste la relación entre el movimiento, los pobladores y los políticos?

El día antes de la sentencia del juicio, en Monte Quemado se respiraba mucho miedo. Los negocios no querían ni abrir, había mucha tensión, flotaba fuerte en el aire la idea de que el Mocase, cual horda salvaje, arrasaría con todo el pueblo prendiéndolo fuego por completo si la sentencia fuera desfavorable. Ahí creo que hay un indicio de cual es la relación, si bien en cada pueblo o ciudad será distinto, hay una estigmatización generalizada sobre el Mocase, un prejuicio muy grande instalado por los medios y el poder político. Sin embargo el Mocase también supo tejer alianzas fuertes con muchos sectores e introducirse dentro de las instituciones políticas, incluso conformaron un partido político, “Compromiso Social y Agrario Santiago”. Sin entrar a idealizar, yo diría que un movimiento social como el Mocase es un organismo que puede asumir la complejidad y moverse en distintos niveles a la vez. Es incluso una fuerza de modernización, que a diferencia del capitalismo no destruye lo preexistente, sino que lo revaloriza.

¿Porqué es importante la lucha del Mocase en el suelo santiagueño?

Hay una violencia económica que irrumpe en los territorios, del capital contra las personas y contra la tierra, y una violencia que es también social: la necesidad de generar renta destruye la vida comunitaria, la penetra y la rompe. En las ciudades en todo caso se lucha por quedarse con un poco más de renta, para poder vivir mejor, pero está mucho más postergada la pregunta por cómo enriquecer la vida en común. Entonces yo creo que por ahí va la apuesta del Mocase, mas que una lucha por la tierra es una lucha por defender modos de vida.

En un punto, Toda esta sangre en el monte podría ser pensada sobre una película sobre el estado de la justicia en la Argentina. Sabemos, por ejemplo, que al apropiarse de identidades y al utilizar su campaña para blanquear dinero probablemente originado en el narcotráfico la gobernadora Vidal -y no es la única- incurrió en un delito que en cualquier otro país del mundo terminaría al menos con un juicio político, pero la población sabe que no va a pasar nada. Incluso hay realpolitikers identificados con otros partidos justifican su accionar. Vos mostrás al juicio como una puesta en escena con un decorado bien precario, casi sin techo, donde nadie espera nada, todos se aburren y el final es decepcionante. ¿Qué te pasó a vos a lo largo de ese juicio? ¿Cómo lo viviste? ¿Sabías que la película terminaría prácticamente con la sentencia?

Hay un detalle que no esta contado en la película y que podría decirte que es una de las cosas que más lamento no haber podido incluir. El juicio se iba a realizar en Santiago capital, pero cuando vieron que el caso empezaba a tener revuelo decidieron trasladar el juicio y esconderlo en pueblito al norte de la provincia, Monte Quemado. El pueblo no tenía juzgado, no había ni donde hacerlo, por lo que tuvieron que alquilar un boliche bailable en las afueras del pueblo, al costado de la ruta, y acondicionarlo para que parezca lo más posible a un juicio. El juicio fue un gran chiste, de punta a punta. Incluso, hubo un momento sublime, en medio de un testimonio se prendió la bola de boliche que estaba colgada en el techo y empezó a tirar lucecitas para todos lados. Creo que ese fue el momento en el que, aunque sea de forma inconsciente, todos entendimos que el juicio estaba perdido, nada bueno podía salir de ese escenario grotesco. No sabía que la película iba a estar ordenada argumentalmente por el juicio, esa fue una decisión que tomé luego con el montaje porque era mucho material, muy diverso, y necesitaba algo que lo ordene, que le de forma. Lo único claro de la película, incluso desde que la filmé, es que iba a terminar con la escena final de Deolinda.

Ahora un ping pong para distender un poco. ¿Qué libros tendría que leer toda persona antes de morir?

Depende la causa de muerte, pero un manual de primeros auxilios vendría bien.

¿Creés en Dios?

Si, jugó con la 10 de Argentina y Ñubel. Le metió un gol con la mano a los ingleses.

¿Experimentaste con drogas? ¿Qué pensás de la despenalización?

Si, con todas las que se te ocurran. Lo que más me atraía de pibe era la adrenalina de comprarle al transa y hacer algo ilegal. Estoy en contra de la despenalización, si fuera legal no me hubiera drogado nunca.

¿Otro oficio que te hubiera gustado tener?

Gasista matriculado.

 

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