Ponele.info

Mujercitas Terror: rock de la fuga

El Ministro de Economía Martín Guzmán acaba de hacer pública -por redes sociales- su renuncia mientras la vicepresidenta CFK daba un discurso. Esta noticia ahora es una marca de época y contexto que ya se filtra de algún modo (difuso y extraño y al que cuesta encontrarle un sentido y una dimensión concreta) en este recital que está por comenzar en breve. Un día después (con el domingo a punto caramelo para el corchazo) nos enteraremos que la reemplazante será Silvina Batakis pero para eso faltan unas horas larguísimas y demenciales que incluyen un país al borde del colapso y llamadas desesperadas de Estela de Carlotto al presidente y la vice para que dialoguen. Repito: para que dialoguen. Dios mío.

Volvamos a la noche del sábado. En ese momento, los dos pensamientos que circulan son: ¿será ésta la noche en que la república explote por los aires una vez más? ¿Cuántas crisis se banca, realmente, el pecho de un país? No había respuestas. Sin embargo, todo hay que decirlo: el clima está muy relajado en esta previa en la que el músico Roberto Monstruo prueba sonido con su banda y el trío Mujercitas Terror toma cerveza y hablan entre ellos a un costado de la barra muy cerca del escenario. Lo cierto es que es una noche más en la que el under porteño tira señales de que el rock sigue siendo un territorio incierto, buscando su propio futuro y donde la construcción con insistencia de un presente es vital. Digamos: si el país es un Titanic quebrándose la columna y tirándose disparos en los pies como hobby, el rock (de Roberto Monstruo) y el post-punk (de Mujercitas Terror) se vuelven puntos de fuga hacia adelante, hacia una realidad distinta. La música, entonces, se convierte en una pista de despegue hacia una nueva interpretación del suelo y una confrontación con la híper-realidad que oprime y anestesia la mente. La libertad siempre es la libertad de poder pensar diferente. Y eso es cultura rock. Así que acá estamos nuevamente en un bar buscando combatir la dictadura de la realidad indagando en el basurero de la historia para rescatar lo que queda de valioso en la cultura rock. Es sólo un recital, pero me gusta. 

El rock en vivo se inventó para verlo en un bar. Si una banda resiste esto es porque vale la pena y su aporte es necesario.

Esta noche fue organizada por Belén Aguilera. Ella, sin experiencia previa en el gremio, quería ver a sus artistas favoritos juntos y lo armó todo en el Strummer Bar de Palermo, que a esta altura del almanaque se convirtió en un bastión rockero de resistencia donde siempre se escucha a bandas que estimulan (las ideas) y seducen (los sentidos). Poner el cuerpo en acción tiene sus consecuencias y acá están: llenar un bar para ver música en vivo como si fuera lo más normal del mundo pero ahora sabemos que no, que no es normal, que estamos saliendo de una pandemia y que en cualquier momento puede venir otra. Así que el rock, la cultura rock, también es esto: recordarnos la finitud, festejar cierto estado de la existencia, cantar porque cualquier noche puede ser el final de todo lo conocido otra vez

Tanto Roberto Monstruo (con tres discos excelentes, sobre todo Las voces), que abrió la noche, como Mujercitas Terror (más de veinte años de vida con una presencia extraordinaria en escena y un último disco fundamental: Oscura sala de la visión), que mostró toda su experiencia en una set aguerrido y contundente en su poética dark, están en su mejor momento y tienen trabajos que los respaldan. Es por eso que sus conciertos (las dos bandas en formato trío punk, las dos bandas con sets que repasaron toda su discografía) dialogaron de una manera tan poderosa y avasallante. Esto es rock en estado puro: sin escenografías innecesarias, sin ningún condimento superficial de show deshonesto, esto se trata muchísimo más de la fuerza de los instrumentos, las corporalidades, las cuerdas vocales y las ganas de que las canciones trastoquen un momento de liviandad e inunden la cabeza de renovadas miradas sobre algo que parecía establecido en lugares comunes. Por eso estas canciones, desde la lírica y la sonoridad abrasiva, bordean y nos acercan a lo brutal, lo inconcebible, lo jodido, lo que cuesta asimilar. El rock como carretera a lo despiadado y asombroso del mundo. Un concierto debería ser siempre esto porque cuando el rock se convierte en entretenimiento es porque la experiencia está muerta. 

El rock en vivo se inventó para verlo en un bar. Si una banda resiste esto es porque vale la pena y su aporte es necesario. Presenciar esta clase de recitales, como el de Robert Monstruo y Mujercitas Terror, nos recuerda qué es lo que vamos a buscar cuando salimos de casa para ver bandas de rock en vivo: riesgo, desafío, trascendencia, honestidad. En definitiva, la cultura rock, con todo lo que eso significa, sigue de pie en el under. Son buenas noticias en un país donde las buenas noticias no abundan.

contacto@ponele.info