Promediaba la tarde aquel 22 de julio de 1982, en la ciudad española de La Coruña, cuando el delantero peruano Guillermo La Rosa pisó el área del arquero polaco Józef Młynarczyk y remató inflando la red a falta de 7 minutos para el final. Ese tanto, sin embargo, era un simple ornamento del resultado, ya que aquella Polonia, que más tarde finalizaría en el tercer puesto de ese mundial, había vapuleado con cinco tantos a los peruanos, eliminándolos de la Copa del Mundo. La Rosa corrió a buscar el balón con ansias de reanudar con rapidez el juego y estrechar la brecha entre tantos europeos y sudamericanos, pero todos sabían que la actuación de Grzegorz Lato esa tarde había fulminado a los peruanos.
Lo que no todos sabían era lo que tendría que llover para que Perú volviera a disputar un partido mundialista. Aquella camada dorada que despojó a la Argentina de viajar a México a disputar el mundial del 70, y ocho años después se presentó en nuestro país con Teófilo Cubillas, ese moreno enrulado con la banda roja pegada por efecto del sudor y la diez más merecida que nunca, para sorprender a todos, ya estaba llegando a su fin. Para el mundial del 82 Perú llegaba débil, sin seguridad, con un Cubillas cansado y peleado con su compañero Uribe, debido a la decisión del técnico de que fuese Teófilo, vieja leyenda para esa época, quien usara la casaca 10 y no Uribe, el crack del momento. Bajo la dirección técnica del brasileño Tim, Perú debutó el 15 de junio con un tibio empate en cero ante Camerún en el Estadio de Riazor, La Coruña. Tres días después, logró otra paridad sobre el final frente a Italia, que se adelantó tempranamente con gol de Conti, pero sobre el final llegó el tanto de Rubén Toribio Díaz que dividió puntos en Balaídos. Italia luego continuaría el camino hacia la conquista de su tercera Copa Mundial, mientras que Perú, aquel fatídico 22 de junio, se despedía tras perder 5-1 con los polacos.
Un 16 de junio, Christian Cueva acomoda la pelota sobre el punto penal del Mordovia Arena. 36 años después la selección de Perú vuelve a un mundial. Ningún jugador del plantel actual había nacido cuando el remate de La Rosa cruzó la línea de gol polaca. El más cercano era Paolo Guerrero, figura y capitán de este equipo, que llegaría al mundo dos años después y que ahora se encuentra en el banco, expectante del remate de su compañero. Ricardo Gareca, el técnico argentino que comanda a Perú en esta Copa, se encontraba dando sus primeros pasos en la primera división del fútbol argentino, con la casaca de Boca Juniors. Cubillas seguramente esté viendo el partido desde su casa, al igual que el golero polaco de aquella tarde. Cueva mira al arquero danés, Kasper Schmeichel, nacido recién cuatro años después. Mira al árbitro Bakary Papa Gassama, oriundo de Gambia, que tenía solo tres años aquella tarde en La Coruña. Acaba de recurrir a un nuevo invento, el VAR, que le permitió observar la jugada nuevamente y cobrar penal. Cueva mira, Gassama pita, Schmeichel se agazapa. Patea. Afuera. Los minutos corren, gol de Dinamarca, final del partido. La Rosa sigue siendo el último peruano en anotar su nombre entre los que han marcado en un mundial. Esperemos que ante los galos se quiebre el maleficio.
Por Francisco Di Giusto