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Relatos de la cárcel

Si te contagiaste de COVID y el aislamiento te pareció algo similar a un régimen carcelario, entonces estás muy confundido. Para que te des cuenta de tu error, desde Ponele te recomendamos cuatro libros que escribieron personas que pasaron un tiempo tras las rejas de verdad.

Preparate, es un bajón, pero vale la pena.

TRILOGÍA DE AUSCHWITZ – PRIMO LEVI

La trilogía de Primo Levi está compuesta por Si esto es un hombre (1947), La tregua (1963) y Los hundidos y los salvados (1986). El único de los tres que habla con detalle de los campos de exterminio es el primero; el segundo cuenta sobre lo complicado que les resultó volver a sus casas y el tercero, con el que termina la serie, es más que nada una reflexión sobre lo que les tocó vivir. Si esto es un hombre –de los primeros libros en contar lo que había pasado dentro de los campos– deja sin aliento hasta al más insensible. Leyendo a Primo Levi uno ve la desesperación por sobrevivir que tenían los presos, huele las largas horas que pasaron formados bajo la lluvia, escucha los gritos del mercado negro que había dentro de los campos, palpa las rejas electrificadas. El autor, que murió poco después de publicar el último de la trilogía, decía que escribió su testimonio de Auschwitz tomando como modelo los informes semanales que hacía en la fábrica donde trabajaba de químico en su Turín natal.

ANTES QUE ANOCHEZCA – REINALDO ARENAS

Las memorias de Reinaldo Arenas incluyen sus distintas estadías en el presidio: al ser perseguido, por gay y opositor al régimen castrista, parte de su vida fue pasar por distintos tipos de prisiones cubanas. La peor parte de sus sufrimientos es cuando lo meten en el Castillo del Morro, una fortaleza colonial que fue construida por los españoles para defenderse de los corsarios y piratas. Documenta las torturas diarias que recibían los del pabellón de los homosexuales, los baños con mierda hasta las rodillas, las violaciones en todos lados, los fusilamientos, un autodegollamiento y suicidios varios. A la vez, atento a no matar de angustia al lector, saca de la galera unos personajes únicos, casi caricaturas. Con cazadores de pajaritos, carnavales carcelarios e imitadores de Roberto Carlos que cantan sin parar, Reinaldo Arenas logra –haciendo uso de unas ganas de ver historias dignas de contar casi patológicas– hacer un poco más pituco el peor de los encierros.

EN EL VIENTRE DE LA BESTIA – JACK ABBOTT

Norman Mailer escribía sobre Gary Gilmore –un asesino que en 1976 pidió que se le aplicase la pena de muerte y lo logró– cuando le llegaron cartas de un tal Jack Abbott. Quien le escribía era un preso que, al igual que Gary Gilmore, había pasado su vida en distintas correccionales y cárceles. El libro son estas cartas en las que Abbott desglosa cada una de las torturas recibidas, explica que un sistema no puede castigar lo que ellos mismos crearon, muestra la violencia instruccional de los Estados Unidos y retrata un racismo escalofriante. Sus argumentos son impecables, su inteligencia autodidacta es brillante. Jack Abbott junta plata con la publicación del libro y puede contratar a un abogado que lo ayuda a obtener la libertad condicional. Sale de la cárcel, pero, seis semanas después de que lo suelten, mata al dueño de un bar que no le presta el baño y lo vuelven a meter adentro. Terminó suicidándose en 2002 cuando le niegan la libertad condicional. Dejó una carta misteriosa, que nunca se pudo saber qué decía.

EL LIBRO PUSSY RIOT – NADIA TOLOKONNIKOVA

El libro Pussy Riot narra, entre otro montón de cosas, lo complicado que es ser un grupo de arte feminista radical y contestario en la rusia de Vladímir Putin. Su propuesta musical, crítica y disruptiva, hace que el gobierno ruso castigue a Nadia Tolokonnikova al llevarla a un campo de trabajos forzados en Mordovia. Trabajaba en una máquina de coser vieja y obsoleta de 7.30 hasta las 0.30, dormía cuatro horas por día y tenía las peores condiciones salariales posibles. Los guardias vigilaban que nadie hablase con ella, se creía que era peligrosa. Aun así, ella insiste en luchar, protestar, mandar cartas y hacer huelgas de hambre. Esta historia es un poquito más feliz: Nadia gana la batalla, es liberada y hoy en día sigue tocando con su grupo, la primera banda de punk feminista. El año pasado tocaron en la Argentina y hasta grabaron un tema con el trapero estrella Dillom.

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