Ponele.info

San Valentín Alsina

La piba que me gusta se vino desde Devoto hasta mi barrio, en la periferia de General Pacheco. 800 pesos le cobró el Uber, precio elevado por mucha demanda, aunque me parece razonable. Son casi 30 kilómetros. Saludó tímidamente a los pibes que estaban conmigo, y su perfume importado quedó mezclado con el olor a escabio que teníamos encima. Avisó una hora antes que venía. Nosotros desde las 19 que estábamos tomando birra en la vereda. Se trajo su mochila Prüne, algo de maquillaje y ropa para un eventual ‘me quedo a dormir’. Es muy bonita, parece salida de alguna serie española de moda. Flaca, mediana altura, ojos bien marrones, pelo ondulado y una voz de locutora que, al oírla, me parece estar escuchando FM Aspen.

Mi cuarto es un quilombo y el baño, un desastre. No sé cómo decirle que para tirar agua hay que usar el balde naranja de veinte litros. ¿Y si se quiere bañar? Tengo que cargar el calefón con una jarra, enchufarlo durante quince minutos e ir regulando la temperatura, agregando o sacando. Pienso que sería una buena idea ir a un telo, pero no sé qué onda, tampoco tengo plata y un turno cuesta 700 pesos, me dice uno de los pibes. Ella me dijo que salió sin cenar. En la casa estaban cocinando canelones y vinieron unos tíos, estaba aburridísima. ¿Dónde podemos pedir unas pizzas? Yo invito, dijo. Uno de los chicos se ofreció para ir a encargarlas: tres grandes de muzza $320, dice el cartel de la rotisería. Mientras esperamos me pide pasar a la casa para que le cargue el celu.

– La verdad que me da cosa que te quedes, yo no vivo como vos, no tengo las mismas comodidades, no tengo microondas ni cafetera.

– ¿Vos sos boludo? Yo vine a verte a vos, no a tu casa.

El mundo se me venía abajo de todas formas. Los pibes se reían y amenazaban con quedarse toda la noche jodiendo en la ventana de mi pieza, que da a la vereda. Llegaron las pizzas, estaban más ricas y aceitosas que nunca. Comimos en la vereda, con cumbia que venía desde las casas vecinas. Sobró una entera. ¿La dejamos para el mate de mañana? Dijo, pensando en el desayuno. Se va a quedar. En un toque voy a estirar la cama, ordenar la ropa y tirar desodorante de ambiente. Por suerte la noche está tranquila y la luna hermosa. Voy a dejar abierta la cortina para que la veamos juntos. No se escuchan ni los perros. Este silencio para mí es un paraíso, dice, mientras yo lleno el balde con agua por las dudas.

 

Ahora no quiero salir,
tengo frío me dijo.
Y me quedé con
los mejores abrazos
de un domingo a la noche.

Miraba al techo y el ladrido
de mis perros le daba
el toque exótico a tanta pasión.

Vamos a comer pizza
de madrugada,
vamos a comer chocolate
en la cama.
Si nos vamos a querer,
hagamos las cosas bien.

Recién nos conocíamos
pero la miré a los ojos
como si la hubiese buscado
toda la vida.

Damián Quilici

contacto@ponele.info