El hip hop es un género musical que nace en los `70 en los ghettos afroamericanos de las grandes ciudades de Estados Unidos. Fue desde un principio cosa de negros, hacer música a partir de una historia de segregación, violencia, drogas, low-life y resentimiento. El trap viene de esta familia musical y cultural y aparece a fines de los `90, también en Estados Unidos.
Trap es el nombre que se le da a un lugar sórdido donde se venden drogas. Es un subgénero del hip hop distinguible por tener un clima más oscuro. Las voces están retocadas digitalmente, con autotune, y usa una base muy simple de bajos pesados y beats de sintetizador analógico, salidos de una caja de ritmos programables de los años 80, la Roland 808. También le suma el uso del reverb de voces o el eco del dub (mezcla de reggae y electrónica) para darle una textura más intensa.
En Argentina el fenómeno trap estalló hace un año aproximadamente. En casi todos los casos se trata de jóvenes blancos que imitan casi todos los gestos de la cultura negra: las cadenas, los tatuajes, la ropa holgada y las zapatillas retro. La constante es que son sub 25, se burlan del sistema, se ríen de las discográficas, casi ninguno tiene un álbum pero suman millones de seguidores en redes sociales.
“Que quien me creo que soy, el mejor al menos en estos días”
El autotune es un elemento por demás de democratizador: cualquiera que quiera cantar pueda manipular su voz en este procesador de audio. Transforma todas las voces juveniles en un lamento robótico. Es clave: le da toda la energía dark, melancólica y pesada que necesita el trap para funcionar mientras se saturan los bajos en el fondo y los cantantes quiebran la voz.
Eso le reprocha Charly García a Duki, la estrella trap más viral del momento, en la entrega de los premios Gardel. “Hay que prohibir el autotune”, le dice después de que Duki cantará “Rockstar” con banda de tango en vivo. Suena al histórico ”Buscate un trabajo honesto” de Pappo a Dj Dero, quejándose que eso que él hacía no era música. Menos mal que Charly tampoco sabe que las bases musicales del trap que salen del sintetizador tampoco requieren de mucha destreza técnica y que cualquiera puede meterse a usarlo.
Mauro Ezequiel Lombardo
Duki es la estrella trap del momento. Un joven carismático de 22 años que le habla a toda una generación o que es hablado por una generación de chicos de entre 15 y 25 años. Arrancó como freestyler y logró visibilidad en “El quinto escalón”, un encuentro en Parque Rivadavia de pelea de gallos que se organizaba todos los domingos. Ahí se destrozaban verbalmente y después se abrazaban como amigos.
En 2016 Mauro competía por honor, gorras y remeras. Hoy llena un Luna Park, lo escuchan millones de jóvenes y MTV lo acaba de nominar como mejor artista de Latinoamérica Sur. Es el dueño de esa liga.
El ascenso fue arrollador. Ya fue tapa de Rolling Stone. Ahí lo describen en sus años de secundario como una especie de Bart Simpson. Un chico rebelde que no podía concentrarse y que repetía de año, pero que encontró en la música su pasión.
Representa toda la potencia centennial, la generación que nació en 1996 y que llegó para quedarse y des-institucionalizarlo todo. Vía redes sociales, plataformas de streaming y apropiación de espacios públicos invaden e imponen sus propias leyes sin depender de medios, publicidad, agencias o intermediarios. Mauro proclama en su Twitter con tono de vanguardia: “No hacer marketing como técnica de marketing”.
Parte del combo anti-sistema también es tener un lenguaje propio. Como un gueto etario, cierran fronteras con las generaciones más “viejas”. “Jeiters calmense, escribo asi porke es mas rapido, no tengo tiempo para usar la “Q” y la “U”” escribe Duki en Twitter.
No sabemos bien por qué no tiene tiempo. Pero, ¿quién tiene tiempo cuando solo hay tiempo para hacer lo que uno quiere? La regla es ir tras la autonomía, el rush hedonista y la libertad total. “Skere”, es un buen ejemplo de esto, es una palabra que surge como resultado de pronunciar mal y rápido la frase “Let´s get it”. Se usa para señalar entusiasmo o aprobación. En el fondo esconde la potencia del ‘Vamos por todo’.
Black USA
Impoluto de tradiciones pasadas o influjos locales, Duki es el primero en popularizar y llevar al hip hop argentino a lo más alto del mainstream musical. El hip hop, un género que acá nunca cuajó del todo, hoy de la mano del trap, Spotify, Youtube y los jóvenes sub 25, llega como un bloque cultural de lenguaje y consumo.
Duki le dice en las historias de Instagram “nigga” a otros cantantes amigos que hacen la misma música. “Mi nigga”. Nigga, es un slang del mundo negro para llamar o referirse a otro negro en Estados Unidos. La confusión es total porque es claro que Duki es blanco y el amigo también es blanco y estamos en Argentina.
En otras escenas se filma con amigos comiendo en Hell´s Pizza, un local palermitano de pizzas estilo New York, como las preparan en los puestos callejeros de la Fifth Avenue. De Güerrín a Hell´s Pizza hay dos mundos que nunca se cruzan y Duki parece estar del otro lado. Hay una clara inclusión de la cultura yanqui en el trap, que ya estaba presente en el reggaetón. Se reivindica lo norteamericano desde la vertiente negra y la cultura white trash mezclado con aires porteños y periféricos, todo en un mismo sampler.
Sexo, drogas y trap
Mientras en USA, G-easy o The Weeknd le cantan a la soledad de tenerlo todo, que ya no saben qué hacer con tanta guita o A$AP Ferg se llena la boca de dientes de oro, acá la cosa va recién por el principio, el ascenso. Esto de empezar a tener fama y ganar dolares es un gran tópico en la poética del trap:
“Y ahora vivo en la mansión. A pocas cuadras de mi avenida. Casi que la veo desde el balcón. Mientras estoy quemando porquería”.
Otros temas son, por supuesto, los desastres amorosos y las noches de sexo y drogas. “No se lo que pasó anoche, no recuerdo ni su nombre” cuenta Duki en “La chain de Roque”. Es el último corte de difusión con el cantante C.R.O, donde relata que una noche al parecer una chica con la que estuvo se llevó una remera Lacoste y una cadena de valor. Pero el énfasis está puesto en no acordarse de nada.
Moon Park
El show en el Luna Park fue una sorpresa detrás de la otra, todo guionado con videos preparados de antemano y una puesta en escena de pantallas gigantes en full HD. El artista entregó un show a la medida de su joven público: potencia, vértigo y estimulación.
Una verdadera fiesta. Entraban y salían raperos tema tras tema, todos “hermanos”. También participó Cazzu -“la reina del trap argentino”- con quien canta “Loca” junto con Khea, un hit recontra pegadizo de más de 300 millones de visitas en Youtube. Hasta se calza los guantes de boxeador y canta con un efecto de fondo de pistolas a lo 50 Cent. “¿Cómo suena eso, mami?” dice Duki a las masas enloquecidas que sostenían el celular en alto grabando videos sin parar.
La narrativa fue coral y colaborativa. Inclusive en su Instagram o Twitter etiqueta a todos y difunde el laburo de sus compañeros. Una solidaridad rarísima que choca contra los egos que hace inflamar la fama. Si sube Duki, se lleva a todos sus wachos con el arriba. Ese es el camino que le espera al trap argentino.
Ilustración: Olivia Mira