1 “¿El instrumento más poderoso de la música grabada? La voz humana, sin duda”. El que se pregunta y se responde este cuestionamiento bien serio es el exitoso productor musical Mark Ronson. Lo hace en el primer capítulo de una serie documental muy buena: Watch the Sound with Mark Ronson (Apple, 2021). Es decir: lo deja clarísimo de entrada. Y después intenta ampliar la idea pero solo puede rendirse ante lo evidente: “La voz. No hay nada así en el mundo”. En el hip hop, el rap y el freestyle la voz logró conquistar algo que en otros géneros se vuelve a veces pura retórica (salvo en al caso de Johnny Rotten en los primeros dos versos de la canción God Sve The Queen como bien lo entendió Greil Marcus en el libro Rastros de carmín): volver la voz un verdadero instrumento de intervención de la realidad, convertirse en un arma de destrucción masiva y generar una factoría de ritmos que ponen al cuerpo en zona de goce, autodescubrimiento y catarsis. Cuando una voz conquista una identidad y se impone, inmediatamente, surge la violencia como reacción. Es por eso que cuando una obra encuentra su centro de verdad va a descubrir enemigos, necesariamente. Es decir, la existencia de ciertos contrincantes da la estatura de la batalla, del enfrentamiento. Lo que nos lleva directamente a Mr. Morale and the Big Steppers de Kendrick Lamar y Bien o Mal de Trueno. Dos discos de grandes voces (Lamar, encima, tiene un Pulitzer en su CV), que salieron el mismo día y, no hay ninguna extrañeza en esto, dialogan como solo los grandes discos pueden hacerlo. La música, se sabe, tiene la virtud de vencer las imposibilidades geográficas: rompe la lógica de espacio-tiempo.
2 Los dos discos, desde su iconografía de tapa, se manejan con un concepto religioso-filosófico que recubren con cierto aura lo que se escucha. Desde ahí, la percepción de lo conceptual como plusvalía de estas obras: son canciones excelentes, sí, por supuesto, pero hay una cohesión para gestar un viaje de diversos niveles de sentido. Como diría Pappo: son muchos pensamientos para una sola cosa.
En el caso de Lamar se planta como un mesías de barrio, un Cristo callejero, un Jesús con un revólver en la cintura. Hay familia, hay armas y hay temor a un “afuera” siempre amenazante. De todas maneras: el disco no es inocente y tiene bien claro que muchas veces el peor enemigo está adentro de casa. Sin embargo: ¿De quién es que hay que cuidarse tanto? Quizás la respuesta de Lamar sea: a los nuestros, sean quien sean (de ahí la relevancia de canciones como Auntie Diaries -la vida trans en comunidades homofóbicas- y Mother I Sober –el abuso sexual en territorios siempre patriarcales).
Trueno, desde su lugar, prueba un poco de adultez: nada es tan sencillo como parece y la semilla de perdición se encuentra en cualquier paraíso. Hay que andar con cuidado. Y los absolutos siempre son el camino más efectivo al fascismo. Bien o Mal, como título y concepto, también remite a la elección individual lo que acarrea (lo sabía muy bien el Hombre Araña) una gran responsabilidad: la balanza de la justicia es un trabajo cotidiano y de cada individuo por afuera de la visibilidad de las redes sociales. ¿Quién sostiene el BIEN y quién se ocupa de estar del lado del MAL? Con una soberbia descomunal y refrescante, la respuesta que da Trueno es: el pueblo es el BIEN y la política es EL MAL. De este modo, correrse de la dicotomía entre totalidades representa dos cuestiones que parecen entrar en tensión: la unión popular (la Patria Grande, pensar en Tierra Zanta) y sostener el reinado como freestyler canónico (“pobre competencia, Trueno gana sin gana’”, dice en Dance Crip). Esto lo vuelve más interesante al disco: por momentos parece una pelea feroz: el egoísmo más lacerante contra el latido de la consciencia social. Trueno con Bien o Mal nos dice: ser adulto es lidiar con el infierno de las elecciones.
La música, se sabe, tiene la virtud de vencer las imposibilidades geográficas: rompe la lógica de espacio-tiempo.
3 Los discos de Lamar y Trueno son territoriales. Pero a la vez, porque ellos son muy inteligentes, se entiende que intentan superar sus propios territorios. Hay un más allá al que se aspira. Se trata de ampliar el campo de batalla, pero teniendo en mente (como zona de verdad y honestidad) el punto de partida. Es como si nos dijeran que la única manera de llegar lejos es recordar siempre de dónde viniste. La comunidad negra, con todas sus tensiones internas, en el caso de Lamar (es de Compton); y La Boca tiene a Trueno como un embajador que la quiere llevar a una zona de pertenencia pero que se abre a Latinoamérica. No al mundo, a Latinoamérica. La especificidad es importante. Esta vinculación, de la Boca a la Patria Grande, en Bien o Mal es cantada por Trueno con una convicción ambiciosa y sacando pecho de conquistador pero sin el costado genocida. El ego de Trueno lo sostiene porque es lo que tiene como combustible para autopercibirse como la voz de una generación. ¿Qué generación sería esa? Bueno, la generación que defiende la causa de los desaparecidos y de Santiago Maldonado, entre otras que se embanderan en este disco. En un contexto donde la juventud (que en términos de edad es la misma generación de Trueno) vota a Milei, el artista decide tomar distancia de esa parte de su generación. El territorio en un artista, entonces, es elegir un posicionamiento, decidir desde qué lugar mirar al mundo.
4 La utilización que hace Lamar del jazz y el free jazz es increíble. Resignifica su tradición (soul, etc.) para volverla parte de un cotidiano en el día a día de su gente. Es así como incluye a la tradición en su sistema de trabajo pero usándolo como pista de despegue creativo. Pero también son increíbles esos ritmos, samplers y cortes que incluye en las canciones de este disco. Hay mucho para escuchar (cinco años no pasan en vano). La envoltura caótica que acompañan sus líricas hace que su voz encuentre el paisaje ideal para lucirse con violencia. Ese es otro elemento de este disco: un tipo de violencia que puede resonar atávica y que se materializa en un presente eterno. La llaga es Black Lives Matter: parece una instancia de unión pero solo gesta más distancia frente a las miradas sobre los problemas raciales en USA.
En ese aspecto, Trueno decide incluir algunos sonidos folklóricos como parte de un trabajo revisionista. Lo atraviesa por su propio filtro. Por eso la canción Argentina funciona en un doble sentido: reafirmación de un pasado y una confianza saludable en los poderes de su tierra. En la mitad del disco hay un Manifiesto, dice en un momento: “Los jóvenes somos quienes tienen el sartén por el mango.” Trueno habla con el almanaque de su lado. De todas, maneras, son tensiones y contradicciones (su respeto por las tradiciones es evidente, pensar en el sample de N.W.A Y y de Illya Kuryaki and the Valderramas) de las cuales está bien cargada este disco y realzan la obra, la vuelven densa, cargada de matices. Es ahí donde el formato de larga duración viaja muchísimo más lejos que el single. Trueno lo usa todo esto a su favor con resultados artísticos extraordinarios.
Los discos de Lamar y Trueno son territoriales. Pero a la vez, porque ellos son muy inteligentes, se entiende que intentan superar sus propios territorios. Hay un más allá al que se aspira. Se trata de ampliar el campo de batalla, pero teniendo en mente (como zona de verdad y honestidad) el punto de partida. Es como si nos dijeran que la única manera de llegar lejos es recordar siempre de dónde viniste.
5 Hay discos que muestran el buen momento de un músico. Esos discos son totalmente prescindibles y van a parar al basurero de la Historia. En cambio, cada tanto aparecen los discos que exhiben y ponen sobre la mesa un estado del mundo e incluso vislumbran un resquicio del futuro. Esos discos importan tanto como el aire, el techo y la comida. ¿Cómo decodificar, entonces, nuestros días y nuestras noches que son parte del tiempo? Bueno, el zeitgeist de lo que significa estar vivo ahora mismo se manifiesta en estos discos de Lamar y Trueno que acaban de salir y deben ser escuchados en conjunto como bloque de placer y resistencia, como un diálogo que se establece para comprender la complejidad del presente donde se necesitan crear redes de contención y encontrar aliados. Mr. Morale and the Big Steppers de Kendrick Lamar y Bien o Mal de Trueno (que, además, hay que escucharlo en tándem con Post Mortem de Dillom como los trabajos sonoros más precisos para leer la época que nos toca vivir en esta parte del mundo) vuelven a recordarnos algo que nunca lo olvidamos: sin música la vida sería un error.