Cuando se escucha la historia del boxeador Mike Tyson hay un momento en el que nadie, ni el menos sensible, se salva de ser golpeado por la angustia. No tiene que ver con una pelea perdida, no se refiere al mordiscón de oreja que le costó una multa de tres millones de dólares, nada que ver con los años que pasó preso por violación ni con esa noche –contada por él mismo en su autobiografía Undisputed Truth de 2013– en la que encontró a su mujer encamada con Brad Pitt. No, el momento de angustia en la historia de Tyson es 2003, cuando se declara fiscalmente en quiebra. El golpe que derriba al campeón de campeones, el rey de los púgiles, Iron Mike.
Por eso lo que remonta a la mole de músculos, tirada en un vacío de facturación, es de una importancia mayúscula. ¿Qué puede levantarlo? No son sus producciones cinematográficas –entre las que vale la pena remarcar el documental para Animal Planet sobre el fetiche que tiene con criar y cuidar palomas– ni una predecible dedicación a otro deporte. Lo que saca a Tyson del bajón comercial es nada más y nada menos que la marihuana, el churrito, la mota, el cáñamo, la macoña, el caño, la maría, el canuto, la yerba, el porro, la hierba, el cannabis, el 420, la marimba.
Tal vez antes ya se conocía su fama de fumanchero, pero a partir de ese momento el cannabis y este ícono de los boxeadores fueron de la mano. En 2016 se legaliza la comercialización de marihuana en California, y en 2018 Mike aparece reinventado como dueño de un rancho, “Ranch Tyson”, de ochenta mil hectáreas de plantaciones de cannabis. Él, en sus propias palabras, se fuma con amigos unos 40 mil dólares de marihuana de los 500 mil que factura mensualmente. Desde el “Tyson Ranch” comercializa su propia marca de cannabis y otros artículos basados en esta planta. De esos productos que tienen a la marihuana como ingrediente principal se destaca un analgésico que sirve para la artritis, dolores articulares y musculares. La lógica comercial de que nadie puede saber más sobre estos dolores que un dos veces campeón en la categoría peso pesado no tiene fisuras.
A mis 30 años, el cannabis me salvó realmente de mí mismo, dice Tyson
Antiguo dueño de tres tigres de bengala, hijo de una trabajadora sexual, reconocido lector del conde León Tolstói y fanático de la dieta vegetariana (“No como nada que tenga madre y padre”), Tyson podría enfocar su vida en muchos negocios que no fueran el boxeo. La marihuana gana por tener la épica de levantar al gigante caído, al coloso en quiebra. El cannabis, en la historia de Tyson, es la grúa que puede mover lo que muchos pensaban que ya no se movía.
En el “Tyson Ranch” –del que comparte la sociedad con Eben Britton, jugador de la NFL– tienen el proyecto de construir un hotel y crear la experiencia holística de quedarse y fumar de la buena, además de una universidad, que llevaría su apellido, para estudiar la relación entre los humanos y la planta. “A mis treinta años, el cannabis me salvó realmente de mí mismo. Los beneficios para la salud eran muy claros. Como siguió salvándome, supe que todo el mundo necesitaba este tipo de medicina”, dice cuando se le pregunta por qué está tan entusiasmado con llenar el mundo de humo dulce.
En noviembre del año pasado, Mike Tyson, quien hasta antes de retirarse era vendido como “el hombre más malo del mundo”, volvió al cuadrilátero en una pelea contra Roy Jones, Jr. Con cincuenta y cuatro años se metió en un ring, en un combate exhibición de ocho rounds, sin títulos de por medio. Según especialistas en el deporte, todo fue un show televisivo, un espectáculo nostálgico de más abrazos que guantazos, una forma de acordarse de alguien que fue temible, por la que Mike se llevó diez millones de dólares. No hubo ganadores: al ser de exhibición, la pelea fue declarada como empate. Lo más llamativo, que hasta ahora nunca había pasado y tal vez siente un precedente en este deporte, es que en el momento de hacerse los controles médicos y antidopajes correspondientes la detección de cannabis no era un motivo de amonestación ni por el cual cancelar la pelea. Por primera vez, la marihuana no estaba siendo una droga que un boxeador tenía que tener fuera de su cuerpo al menos doce horas antes de una pelea; con esto, otra vez, Iron Mike marcó la historia.
Hasta comienzos de mayo se creía que este año nos traería la pelea más esperada: Tyson versus Holyfield, la batalla que empezó con este Wiz Khalifa del box perdiendo y siguió con la famosa arrancada de lóbulo y nunca llegó a la tercera parte. Finalmente no hubo acuerdo, supuestamente porque “el hombre más malo del mundo” pedía una cifra exorbitante por la cual desplegar su maldad. La última información es que su contrincante de 2021 va a ser el inglés Lennox Lewis en una pelea de exhibición planificada para septiembre. No sería ridículo esperar que la épica de este combate lúdico, sin títulos de por medio, esté en ver la cruzada de la marihuana por no ser algo de lo que haya que estar limpio.
*Fotos de @tysonranchofficial