Hace unos veinte años tuve mi primera experiencia Bafici. Por razones que no llego a entender, fui a ver un documental llamado La historia del camello que llora. Terminada la película –un dramón de camellos filmada en los desiertos de Mongolia que nadie debería dejar de ver–, entrevistaron a la productora alemana e hicieron que yo tuviera una experiencia cinematográfica fuertísima.
Por las razones que ya todo el mundo conoce, el Bafici de este año fue un híbrido entre presencialidad y cine online. Aunque el mazazo de ver algo en la pantalla grande no es reemplazable, es muy posible que si el festival no hubiera tenido su parte online yo nunca hubiera llegado a ver la maravilla de Playing with Sharks, un acercamiento al misterioso mundo de los tiburones.
Recostado en el mismo sillón en donde acostumbro a ver pavadas insulsas made in Netflix, devoré el documental australiano en el que la directora, Sally Aitken, cuenta la historia de Valerie Taylor, quien en una misma vida pasa de ser la primera mujer en hacer pesca submarina a ser la primera persona que llega a mostrarle al mundo entero los tiburones gigantes. Contada a través de imágenes actuales de Valerie –con 85 años, sigue buceando siempre que puede– junto con otras de su juventud, la película es un retrato de alguien que disfruta más estar debajo del mar que arriba.
Por suerte, Playing… está lejos de esos documentales tradicionales, monocordes, plagados de datos innecesarios relatados por una voz en off . Aproximadamente en la mitad, cuando quien no está interesado tanto en la información de los animales probablemente se esté durmiendo, aparece un Steven Spielberg joven contando cómo filmó Tiburón: Valerie y su marido, el también fotógrafo subacuático Ron Taylor, formaron parte del equipo que armó el director para contar una historia de terror y suspenso. La pareja de buceadores cayó en la trampa de ser contratados por Hollywood y hacer una película que terminaría pisoteando toda su idea de divulgación de un mundo desconocido. Pasarían años en vano intentando convencer a quienes vieron la película de que ser devorados por un tiburón mientras están de vacaciones en la playa es prácticamente imposible. Playing with Sharks es la última forma de insistir en que no hay que tener miedo de ver una aleta entre las olas, de exigir que no se extermine una especie que lleva más tiempo en el planeta Tierra que los humanos.
Muy lejos de los mares australianos, desde Mercedes, Corrientes, se llega a los Esteros del Iberá. Tomando un micro que avanza lento por un camino de tierra plagado de pozos uno se encuentra con un humedal de doce mil metros cuadrados. Hace años, cuando se prohibió la caza en la zona y se lo declaró parque nacional, los lugareños tuvieron que hacer algo parecido a lo de Valerie: nietos e hijos de cazadores dejaron de matar animales y empezaron vivir de cuidarlos y mostrarlos. Uno puede ir y, si se dejan ver, sacarles fotos hermosas a los yaguaretés, a los osos hormigueros y a los populares carpinchos. Al igual que Playing with sharks, que se estrenó en el Bafici 2021 y ahora forma parte del catálogo de National Geographic Films, ver los Esteros del Iberá vale la pena.