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Un Uber sin chofer mató a una mujer en Arizona

El transporte del futuro ya tiene su primer peatón muerto. Elaine Herzberg, de 49 años, murió en Tempe (Arizona, Estados Unidos) luego de ser atropellada por un vehículo sin conductor operado por Uber, la empresa de transporte vía app, mientras cruzaba la calle con su bicicleta por fuera del paso peatonal. El auto llevaba un pasajero.

Es el bautismo de sangre para Uber pero no para los autos autónomos: en mayo de 2016 un Tesla S se metió debajo del remolque de un camión en una ruta de Florida, también en Estados Unidos, y mató a su conductor, Joshua Brown, de 40 años, que iba mirando una película de Harry Potter mientras el Tesla se manejaba solo.

Luego del accidente de Arizona, Uber expresó sus condolencias en Twitter. También anunció que suspendía las pruebas que venía realizando con coches autónomos en Tempe, San Francisco y Pittsburgh, las únicas ciudades que autorizaron la circulación de este tipo de vehículos gracias a una ley que aprobó Obama en sus últimos meses de gobierno. Además de Uber y Tesla, Google y automotrices como Nissan comenzaron a experimentar con autos autónomos en diferentes niveles.

Una convivencia complicada

Se espera que para 2020 haya 600 mil autos autónomos, 21 millones para 2035 y que para 2040 el 75% del parque automotor esté robotizado. Uber y Embraer también están pidiendo modificar las regulaciones aeronáuticas para hacer circular taxis voladores por las ciudades en 2020. El accidente de Arizona quizás demore un poco ese entusiasmo.

Esto no es nuevo: el subte de Londres tiene una línea robotizada desde 1964: Victoria Line. Pero desde la crisis de 2008 las empresas de transporte aceleraron la robotización del transporte para reducir costos: Amazon usa drones para entregar paquetes en Estados Unidos, Israel y Austria, Budweiser entrega cerveza en un camión autónomo de 18 ejes y el Pentágono está desarrollando el Sea Hunter, un buque de guerra autónomo.

Los autos autónomos cuentan con escáners, radares y una decena de cámaras que les permiten captar imágenes en 360° alrededor del coche y detectar objetos animales y personas. La dirección, frenado y velocidad están a cargo de un sistema informático separado. El sistema de los autos autónomos aspira a disciplinar a sus pasajeros humanos: puede negarse a circular si detecta condiciones metereológicas extremas o mal pavimento, no toma atajos no registrados en mapas y chequea que los ocupantes abrochen sus cinturones y no saquen los brazos por las ventanillas.

Sin embargo, el sistema operativo no puede tomar decisiones en circunstancias impredecibles, como entrar de una rotonda con tráfico muy denso o esquivar a una ciclista que pasa caminando por fuera de la senda peatonal. Todavía falta tiempo para que los robots pueden convivir con humanos en las calles.

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