La furia de Espanto Club se manifiesta en Membresía, su primer disco, como si viniese de un lugar muy terrible. ¿Pero no son, acaso, estos tiempos terribles? Es probable que así sea. Lo que antes era El Perrodiablo ahora evolucionó en potencia y pasó a ser Espanto Club. De algún modo es la continuación de un camino trazado pero resignificados, con una cosmovisión inaugural. Y acaban de sacar un primer disco que tiene una potencia necesaria para dialogar con esta época postmortem y, en muchos sentidos, adormecida. ¿De ahí viene esas ganas de gritar estas canciones? ¿De la necesidad de sacudirlo todo de nuevo?
Vale la pena escucharlos: sus palabras, su disco.
¿Qué pasó con Perrodiablo? ¿Y cómo llegamos a Espanto Club?
En medio de la pandemia, con el fin del mundo merodeando, decidimos que era un buen momento para editar Epílogo, que fue el cierre de El Perrodiablo. A principios de 2020 decidimos darle final al proyecto ya que no todos íbamos a vivir en la misma ciudad y con los mismos intereses. Algunos de nosotros decidimos seguir compartiendo proyecto pero con una impronta nueva y acentuando un sello propio, no replicar nada, ni imitarnos a nosotros mismos.
“En un mundo donde nadie importa” dicen en una canción. ¿A qué sensaciones o estados responden estas canciones?
Creemos en una música que está atravesada por el contexto que a cada persona le toca vivir y vuelca ese contexto, esa experiencia de algún modo en el proceso creativo. A nosotros nos toca vivir un mundo confuso y convulsionado, que suele ser bastante dañino. A nivel humano y a nivel artístico eso repercute en el hacer y en el vivir. Las letras -que se retroalimentan de forma simbiótica del sonido de la banda- expresan mucho de eso que decíamos recién. Es un mundo que básicamente es una picadora de carne y la especie humana asiste a eso. Y muchas veces contribuimos a esa mentalidad.

El sonido del disco es muy denso pero a la vez tiene mucha onda, groove. ¿Qué música estaban escuchando mientras preparaban este disco? ¿Crean de forma colectiva?
En el final del Perro, ya había embriones de temas que respondían a un cambio en la sonoridad. Una vez que decidimos no tocar más, pensamos en profundizar y explorar más lo que en ese momento estaba asomando en cuanto a fusionar el modo eléctrico y combustible de tocar que traíamos con una impronta quizás más groovera en sintonía con el post punk o la new wave, algo más bailable y a la vez oscuro. Algo de hacer conversar a los Stooges con Shame, a los Viagra Boys con los Pixies, a Fontaines DC con Sumo, a los Idles con New Order y así podríamos seguir nombrando muchas otras bandas. En eso lo rítmico jugaba un rol fundamental combinado con la distorsión y la libertad de tocar lo que tenemos ganas en cada momento.
Las voces parecen gritadas desde un lugar muy profundo y un poco demente. ¿Era la idea? ¿Qué tenían ganas de transmitir?
En cada proyecto que hemos encarado tuvimos la idea de decir algo, liberar emociones y hacer algo que trascienda la expresión musical del momento. Eso siempre estuvo. Tampoco nos conduce un parámetro de moda, o repetir alguna fórmula en especial solamente por ser parte del presente que nos toca. Están cantadas desde un lugar profundo porque ese es el lugar que le damos a la música en nuestra vida. Es parte de nuestra concepción del rock pero además se trata de una creación colectiva que también está tocada desde un lugar profundo, único y propio que forma parte del viaje que concebimos y en el que creemos como banda.
Para nosotros el rock en estos momentos sigue siendo lo mismo que en otros. Un espacio necesario de libertad y encuentro entre personas distintas, que te quita por un rato del abismo al que te lleva el día a día y que te permite muchas veces despertar percepciones diferentes o experimentar sensaciones personales a través de lo que genera la música.
¿El rock ocupa algún lugar en la sociedad actual? ¿Qué es el rock para ustedes en estos momentos?
Para nosotros el rock en estos momentos sigue siendo lo mismo que en otros. Un espacio necesario de libertad y encuentro entre personas distintas, que te quita por un rato del abismo al que te lleva el día a día y que te permite muchas veces despertar percepciones diferentes o experimentar sensaciones personales a través de lo que genera la música. A veces hay pensamientos que le dan una especie de fecha de caducidad al rock como si el arte tuviese una fecha de vencimiento. Eso suena un poco forzado. Hay música que ha atravesado décadas y décadas conservando vigencia, dejando marcas culturales y personales y no vemos porque el rock no vaya a hacerlo también, tal vez en estos tiempos manteniéndose desde otro lugar por más que no sea el hegemónico o el más puro mainstream.
Siempre alguna persona podrá encontrar en la cultura rock -al que consideramos un fenómeno sumamente amplio- canciones, artistas, un período histórico, que lo conecte con algo de su propio ser y le haga sentirse mejor o, al menos, sin tanta soledad encima. Ese es un lugar bastante íntimo que todas las personas afines a la música hemos conocido. Y mientras eso suceda creemos que el rock va a seguir en movimiento generando nuevas expresiones con un sentido y con propósitos también nuevos que lo mantendrán vivo.

¿Qué esperan del futuro (en el sentido que lo quieran ver) como banda y como personas?
Difícil esperar algo bueno como personas. Prima un individualismo feroz y hay mucha menos sensibilidad de la que se dice tener, según nuestra opinión. Así que nos resulta difícil tener certezas sobre lo que vendrá. A la vez que tenemos esa imagen del futuro, también es cierto que todo esto es cada vez más voraz, más dinámico y cambiante. Y muchas veces de modos delirantes y peligrosos. Tampoco somos futurólogos, ni vamos a cambiar nada nosotros. En medio de eso, como pasó con la pandemia por ejemplo, seguiremos y seguimos aferrados al ritual infinito de hacer música que nos atraviese.