El martes pasado regresó Un gallo para Esculapio con su segunda temporada, pero esta vez en menos pantallas y accesible para pocos.
Un nuevo comienzo
A diferencia del año anterior, los seis capítulos nuevos de la ficción serán únicamente emitidos por el canal TNT, por lo que su transmisión se verá limitada a la televisión de cable. Para aquellos que no toleran el ritual de esperar a todos los martes, la nueva temporada ya está disponible en su totalidad, pero de nuevo se convirtió en un lujo para pocos. Sólo se podrá ver en Flow, la plataforma paga de Cablevisión.
En la anterior temporada, conocimos a Nelson (Peter Lanzani), un gallero (competidor de riñas de gallos) que llegó al conurbano desde Misiones, en busca de su hermano Roque, del que descubre que desapareció endeudado y en malos términos con todos los que lo conocieron.
Así también como nos enamoramos, de nuevo romantizando la criminalidad, de “Chelo” Esculapio (Luis Brandoni), el capo del Oeste que maneja todos los negocios ilegales posibles y por haber. Adopta a Nelson dentro de su banda, que empieza a perfilarse como un Michael Corleone.
Los sospechosos de siempre
En el primer pantallazo que da el nuevo capítulo comenzarán a resolverse las interrogantes con las que terminó el último. “Yiyo” (Luis Luque) aún se guarda el secreto de que asesinó a su jefe y amigo “Chelo”, mientras se hace cargo de su poderío. De Nelson, a quien todos creen el responsable de la muerte del líder de la banda y llaman “el anti-chorro”, sigue sin haber noticias.
El episodio funciona como un catch-up de qué pasó con cada personaje y le da a cada uno su tiempo de protagonismo, aunque en este formato puede parecer un poco lento y aburrido. Si bien se nota la ausencia del talento y el humor ácido de Brandoni, que sin dudas se adueñó de toda la primera temporada, está bien compensada con la credibilidad del resto del elenco, que de a poco se va apoderando de la escena ahora que no está su estrella.
La serie continúa mostrando la supuesta “realidad” de los distintos negocios ilegales habituales en las zonas del conurbano bonaerense. Desde detallados operativos de los piratas del asfalto (ladrones de camiones que luego venden su mercancía) hasta las famosas riñas de gallos, Un gallo para Esculapio describe a los distintos personajes en su modus operandi de dichos crímenes, comparables con los mafiosos de El Padrino.
Fans de la pobreza ajena
No sorprende que otra vez sea una serie producida por Sebastián Ortega, aunque esta vez dirigida por Bruno Stagnaro, la que de cierta forma convierte al mundo de la pobreza y delincuencia en algo admirable, haciéndonos fanáticos y seguidores de personajes con los que en la vida real algunos ni siquiera se atreverían a compartir vereda.
Aunque lo que nos ofreció hasta ahora la nueva temporada pareciera tener menos acción e intensidad que la anterior, todavía es muy temprano para poder juzgarla, pero no se puede negar que sigue proponiendo una trama interesante.