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Davos, o cómo el 1% más rico destruye al planeta

Andy Robinson (1960) es periodista, inglés, y desde hace más de veinticinco años escribe sobre política y sociedad en medios españoles (es columnista fijo de La Vanguardia, de Barcelona).

En 2013, después de años de presenciar de cerca ese mundillo, publicó Un reportero en la montaña mágica. Cómo la élite económica de Davos hundió el mundo, un libro que cuenta los entretelones del World Economic Forum (Foro Económico Mundial) desde su creación a principios de los 70 hasta la actualidad, con el foco puesto en la asamblea anual que se realiza todos los eneros en el pueblo suizo de Davos y a la que asiste, sin distinción de rubros, la crema del poder económico y político mundial.

Sueño húmedo y aspiracional de muchos, en Davos hay conferencias, cenas fastuosas, negociaciones y una camaradería que solo puede explicarse a partir de la sensación de pertenencia (con las protestas post crisis de 2008 empezó a difundirse el eslógan del 1% vs. 99% para explicar los niveles históricos de desigualdad).

 

El Foro de Davos es algo así como los premios Oscar de la élite mundial, aunque, a diferencia del show hollywoodense, repleto de discursos televisados y viralizados en redes, acá se imponen la discreción y la mesura, y los pocos que tienen acceso pueden cruzarse a un Warren Buffet, una Angela Merkel o un jeque saudí (por nombrar tres al azar) en una disertación sobre los desafíos del capitalismo en el siglo XXI.

Escrito en los años posteriores a la mayor crisis desde 1929, mientras en Europa y Estados Unidos miles eran desalojados por la explosión de la burbuja inmobiliaria, el libro de Robinson abarca todos los costados posibles, como la filantropía perversa de Bill Gates y Bono, el chupaculismo de ciertos periodistas influyentes y la habilidad con que las grandes corporaciones gambetean el sistema impositivo de sus países.

Pero sobre todo, Un reportero… es el retrato de una gran farsa, la de los Davos Men, que a base de un ego desmedido y un autoengaño asimilado moldean su propia idea de meritocracia, una en la que se repite aquello de “somos ricos porque trabajamos mucho más”.

Pensando en 2020, ¿dirías que cambió algo desde 2013? ¿Se profundizó el poder de influencia de los Davos Men?

Creo que la influencia de los Davos Men en el ámbito político se ha reducido en gran parte por lo que se comenta en el libro, que después de la crisis del 2008-2011 hubo una mayor percepción de que el consenso en torno al modelo Davos de globalización y sus propagandistas había sido un enorme fraude en países desarrollados donde la desigualdad se había disparado. La injusticia extrema de la resolución de la crisis y la transferencia de billones de dólares de dinero publico a los bancos en los paquetes de rescate remató este cambio en la opinión pública. Esto dio lugar a un cambio radical en la política, en la que llegaron políticos con discursos nacionalistas como Donald Trump con agendas mucho menos próximas que sus antecesores a la agenda globalizadora de Davos, y esto creo que es un cambio permanente. Hay una tensión geopolítica, que no existe en la utopía davosiana, cuyo mejor portavoz era Thomas Friedman con su idea del mundo plano y aquello de que si dos países tienen McDonald’s jamás irán a la guerra. Eso ya pertenece al pasado.

Hay enormes tensiones entre China y EEUU que se ven reflejadas en América Latina, donde EE.UU se enfrenta  a China y Rusia en la búsqueda de recursos naturales. El comercio mundial cae y jamás se recuperará. Creo que el futuro de las estrategias de globalización de las grandes multinacionales mediante cadenas de suministro intercontinentales también están en entredicho, y este proceso de regionalización  se habrá visto intensificado por la crisis del coronavirus.

Es un mundo mas peligroso pero creo que lo prefiero a aquel consenso de Davos que traté de denunciar en el libro.

Algo que sí cambió en estos años  es el avance de la ultraderecha, y el 2008 es un punto de partida. ¿Ves hoy alguna fuerza con la capacidad para frenarlo? ¿Cómo analizas el caso de España, en donde dos partidos como Podemos y PSOE se unieron para contener a PP y VOX?

Sí creo que existe una respuesta ciudadana democrática que puede frenar el avance de la ultraderecha. Ya se está viendo en Estados Unidos, donde el movimiento contra el racismo es mucho más amplio y heterogéneo de lo que habría sido en el pasado, y la apuesta de Trump, por ejemplo, de tratar de responder al estilo de Nixon aprovechando el miedo de los blancos después de los disturbios del 68 no creo que vaya a funcionar esta vez, precisamente porque existe un rechazo mucho más heterogéneo a las políticas de la derecha. En Brasil tampoco está prosperando Bolsonaro, aunque no sé si la izquierda tiene capacidad para reconfigurarse para las próximas elecciones. Pero creo que Bolsonaro ahora está mortalmente herido.

En el caso de España creo que la crisis del Covid ha creado una oportunidad importante para el gobierno de PSOE-Podemos. Ha quedado claro que sus medidas para frenar la pandemia han sido responsables frente a una oposición ultraconservadora histérica y contradictoria, que por un lado criticaba las medidas de confinamiento y por otro trataba de llevar a los juicios al gobierno por permitir las manifestaciones el día de la mujer. La derecha en España está muy dependiente de la continuación de la crisis catalana. Así que, si se puede avanzar en ese ámbito, creo que la izquierda tiene posibilidades. El problema, como siempre en la zona euro, es la de falta soberanía económica para afrontar la crisis.

La irrupción de la tecnología trajo a una nueva generación de ricos (Bezos, Zuckerberg, Musk, etc…). ¿Ves alguna diferencia entre esta nueva camada y los viejos ricos del siglo XX (petroleros, banqueros, financistas)?

Creo que se van pareciendo cada vez a como aquellos líderes de la rebelión de los animales en la granja de George Orwell que acaban transformándose en seres humanos. Porque al principio se consideraba que Silicon Valley era una especie de rebelión emprendedora contra los poderes monopólicos de un capitalismo burocrático y excesivamente regulado. Había un elemento en la revolución de la tecnología vinculada a la contracultura de los 60, y así consiguieron venderse como rebeldes.

Pero es obvio ahora que Google, Facebook, Apple y Amazon son poderes monopolizados al igual que las compañías de ferrocarril, la Standard Oil o las siderúrgicas de aquellos tiempos de la Gilded age, a principios del siglo XX, cuando enormes empresas constituían una auténtica oligarquía con poderes ilimitados. Y esto desencadenó un movimiento contestatario de izquierdas en Estados Unidos, que finalmente forzó al presidente Roosevelt a actuar en favor de la competencia. Ahora pasa lo mismo con las empresas de tecnología y también por supuesto con los bancos y otras empresas cuyo poder de lobby en Washington no tiene límites, tal y como Robert Reich denuncia en su documental Salvando el capitalismo.

¿Cómo ves el planteo de nuevas alternativas? ¿Quiénes son los pensadores más influyentes hoy? ¿Es posible hablar de un cambio de sistema sin que se contemple el “castigo” a los culpables del viejo orden?

En el ámbito económico creo que se está empezando a ver un nuevo paradigma facilitado por la capacidad de los estados para endeudarse sin coste, ya que los bancos centrales en los países que tienen divisas de reserva, es decir Estados Unidos, Europa, Japón, el Reino Unido, etc.,  pueden comprar la deuda sin consecuencias inflacionistas. La nueva teoría monetaria de economistas como Stephanie Kelton es una herejía para la ortdoxia económica incluso más que Keynes en su día. Lo que falta es la llegada al poder de gente  dispuesta a aprovechar esa oportunidad. Sanders y y Corbyn estuvieron a punto, ya veremos qué pasa después de las elecciones en Estados Unidos, porque empieza a crecer un movimiento de base En Estados Unidos no solo con las manifestaciones contra el racismo sino también con huelgas en empresas como Amazon que recuerdan a otros momentos históricos, como decía, a principios del siglo XX y también los 60. Es decir, que si gana Joe Biden difícilmente podrá satisfacer esas nuevas reivindicaciones solo con gestos.

En América Latina no existe esa soberanía económica pero creo que en las manifestaciones de otoño de 2019 en Chile, Ecuador y Colombia se empezaba a ver una nueva izquierda que, tal vez, nos caerá en las mismas trampas que la anterior, que es algo que trato de comentar en mi nuevo libro.

Acabás de publicar Oro, petróleo y aguacates (Arpa Editores, 2020), que pone el foco en Latinoamérica y sus recursos naturales. ¿De qué va y por qué te interesaste por esta zona del mundo?

Es una serie de crónicas sobre diferentes países latinoamericanos, cada uno basado en una materia prima, ya sea el aguacate en México, el petróleo en Venezuela, el oro en Colombia y Centroamérica, la quinoa en Bolivia, la papa en el altiplano peruano, la soja en Brasil, la carne también. Entonces trato de utilizar esas materias primas para replantear algunas de las cuestiones que Eduardo Galeano plantea en Las venas abiertas de América Latina, cuyo 50º aniversario se celebrará el año que viene.

Hay viajes a la Amazonia brasileña para comentar la destrucción perpetrada por la industria de la carne y la soja así como la minería (desde hierro a diamantes). O a el Salar de Uyuní en Bolivia, donde se habla del litio y el golpe de Estado contra Evo Morales. O Atacama en Chile, donde en un capítulo sobre el cobre se describen las protestas del año pasado. Hay capítulos sobre la cumbre del FMI en Lima en 2014, que recuerdan un poco al libro sobre Davos, en los que trato de desenmascarar la realidad del nuevo Washington consensus personifcado por Christine Lagarde, que supuestamente es más progresista pero en realidad sigue apoyando una explotación brutal de la gente y la naturaleza.

Pero también el libro trata de ser una crítica constructiva a las políticas de los gobiernos de izquierdas que llegaron al poder en la llamada Marea rojiza, el primer periodo extendidode tiempo en el cual la izquierda ha manejado el poder. Y se plantea que esa izquierda no llegó a superar el problema de dependencia de mercados internacionales de materias primas, pese a que eso es uno de los mensajes que se transmiten en el libro de Galeano, escrito en aquellos tiempos de la Cepal y de la nueva alternativa de industrialización soberana.

Intento hacer un balance de esa experiencia al comentar que se lograron grandes aciertos nacionalizando las principales industrias de extracción de materias primas para utilizar los ingresos en excelentes programas de distribución para combatir la pobreza, pero que no se creó una base más sostenible para el desarrollo y que eso pasó una enorme factura cuando cayeron los precios de las materias primas. Es un libro de reportajes en lugares extraordinarios que he podido visitar. No se habla mucho de Argentina en el libro por el simple motivo de que no he podido viajar mucho, pero creo que muchos de los temas que se comentan son relevantes para los argentinos.

 

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