Ayer, una vez más, las mujeres argentinas se unieron para demostrar la fuerza que tiene el colectivo feminista, que cada año se hace más grande y más poderoso tanto a nivel nacional como internacional. Los pañuelos verdes volvieron a ondear frente al Congreso, pidiendo no simplemente por la legalización de una práctica médica sino por un derecho fundamental, uno que le es negado diariamente cada mujer que se ve sometida a un aborto clandestino. El acceso al aborto de manera legal, segura y gratuita es un derecho humano, una deuda de la democracia, y su concreción simbolizará un enorme avance no solo del feminismo sino de la sociedad argentina.
Aborto legal no solo significa mayor planificación familiar, con la consecuente mejora en la economía de las familias de menores ingresos, y mayor libertad para la mujer en el mundo laboral; la legalización constituirá una nueva concepción de la maternidad y del cuerpo de la mujer, en la cual el deseo y la autonomía serán pilares fundamentales.

“El proyecto está en las calles”
Frente al Congreso no faltaron lxs feriantes, las banderas, los cantos y los bailes, que aportan ese clima de sororidad y fortaleza característico de las concentraciones y marchas feministas. Un partido de fútbol, músicxs en vivo, talleres y exposiciones artísticas completaron la escena de otra jornada histórica de lucha. Con los pañuelos en alto, y bajo la consigna “el proyecto está en las calles”, miles de mujeres reclamaron de cara a la apertura de sesiones legislativas del 1 de marzo por el tratamiento del proyecto IVE, presentado, en su versión actual, en 2019.
Y es que, acaso, ¿el proyecto no estuvo siempre en las calles? En las diferentes convocatorias masivas de los últimos años (8 de marzo y Ni Una Menos), y en las noches heladas en las que fue finalmente tratado en el Congreso y cientos de mujeres acamparon con sus bolsas de dormir, termos y frazadas, fue evidente que el proyecto estaba en las calles.
Un gobierno nacional, popular y verde
Mientras que la Iglesia, férrea defensora de los diferentes mandatos que oprimen a las mujeres, convoca a una marcha “por la mujer y la vida” para el 8 de marzo, los movimientos feministas siguen dando pelea y, según lo visto hasta ahora, tienen el apoyo del gobierno nacional. Alberto Fernández y su gabinete no parecen ceder por ahora ante las presiones del clero y reafirman, cada vez que pueden, su postura respecto a la legalización del aborto. El Ministro de Salud, Ginés González García, prometió en su momento un “ministerio verde”. Esta toma de posición contrasta con el vaticinio de algunas organizaciones feministas no kirchneristas, que aseguraban que el feminismo no tendría un lugar de importancia en el nuevo gobierno, y mucho menos el proyecto IVE.

Un 2020 de esperanza
Este panorama da esperanzas de que 2020 sea, finalmente, el año en el que las mujeres ya no deban usar un perejil o una percha para terminar con un embarazo no deseado, ni dar explicaciones a la policía en el caso de que deban acudir a un hospital por complicaciones, ni ser veladas por sus familias por culpa de una infección generalizada.
En pleno siglo XXI, otra mujer muerta por un aborto clandestino, por negarse a ser madre, por enfrentarse al mandato patriarcal de la maternidad como deseo natural, como obligación, constituye un hecho completamente inaceptable y vergonzoso. El Estado es responsable por cada una de las pibas muertas, y nosotrxs, como sociedad, tenemos la obligación de que sea el Estado el que se haga cargo.
