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4 razones por las que no hay Macri sin Larreta

A principios de este siglo, cuando empezaba a gestarse el ingreso a la política partidaria del por entonces presidente de Boca Mauricio Macri, pocos imaginaban el grado de eficacia con que ese núcleo de gerentes/as, empresarios/as y jóvenes en su mayoría provenientes del sector privado irrumpiría en la escena nacional.

Desde el ahora lejano Frente Compromiso para el Cambio, nombre que llevó en 2003 la alianza que impulsó la primera candidatura de Macri en Capital Federal, a este presente en el que tres de los principales Ejecutivos del país están en manos del mismo sector político, casi veinte años (en sistema de unidades argentino) han pasado, aunque los nombres se repiten desde el comienzo.

Marcos Peña, Carolina Stanley, María Eugenia Vidal, Esteban Bullrich, Federico Pinedo, Eugenio Burzaco y Gabriela Michetti son algunos de los hombres y mujeres que, cada uno/a en su rol y con distintos grados de exposición, pusieron el cuerpo en el barro como ofrenda a los grupos concentrados de poder. Porque, ya se dice, alguien tiene que hacer el trabajo sucio.

Pero en todo este proceso hubo un hombre que, quizás más sigiloso o perspicaz que el resto, fue fundamental. Es a Horacio Rodríguez Larreta, actual jefe de Gobierno porteño, a quien se le atribuye la construcción transversal que toda estructura de poder debe tener para mantenerse en pie. De linaje familiar político de alta alcurnia, además de un paso prolongado por la función pública durante el menemismo y la Alianza Larreta exhibe en su currículum la creación del Grupo Sophia a mediados de los ’90, un think tank que, gracias a los siempre oportunos aportes privados, creció hasta convertirse en el semillero de muchos/as de los mencionados/as más arriba.

Porque es imposible pensar en uno sin el otro, a continuación, a modo de repaso, algunas de las razones por las que Macri y Larreta forman un binomio inoxidable.

Ilustración: Emiliano Ciarlante

1- Larreta fue el verdadero jefe de gobierno de la Ciudad en los dos períodos de Mauricio Macri

Si bien desde el primer momento (y de acuerdo a la repartija planificada de roles) el ahora presidente ojos de cielo fue la cara visible, Larreta permaneció cómodo en las sombras en su papel como Jefe de Gabinete durante los dos mandatos en los que el hijo de Franco gobernó la Ciudad.

Atentos a evitar distracciones, las inclusiones de Michetti primero y de Vidal después como vicejefas de Gobierno les permitieron al PRO porteño no salirse del esquema y garantizar una eventual sucesión de Larreta al mando del Ejecutivo porteño, como finalmente ocurrió en 2015. Llegado ese momento, con ocho años de gestión en los que el foco principal había estado siempre encima de su jefe, Larreta había construido los lazos y las alianzas que le permitían manejar la Ciudad a su antojo, con especial hincapié en su relación con los sectores inmobiliarios y de la construcción que en estos años se vieron beneficiados con la compra, venta y explotación comercial del espacio público y en el blindaje mediático que, a base de reparto de pauta oficial, fue construyendo hábilmente.

No en vano el escritor y ocasional showman Jorge Asís, con el tono pícaro pero conocedor de siempre, suele referirse a la CABA como el ‘maxiquiosco’ de Larreta.


2- La mesa de decisiones políticas de Cambiemos, un soporte con cuatro patas bien ensambladas

Hubo (y habrá) figuras de relleno. Otras que se fueron sumando en el último tiempo, en busca de algún brillo perdido. Algunas que fueron, vinieron y volvieron. Pero Macri, Peña, Larreta y Vidal conforman, desde el origen, la mesa chica inamovible del PRO.

Hasta 2015 se manejaban en un terreno reducido, en el que creían —hasta hace poco— moverse como peces en el agua. Pero para llegar al Ejecutivo nacional hacía falta algo más, y hubo entonces que salir a cerrar alianzas. En una movida no exenta de discusiones internas, y para desgracia póstuma de Raúl Alfonsín, el área más rancia y mayoritaria del radicalismo se juntó con Elisa Carrió y sus lilitos y, todos juntos, aceptaron la propuesta que derivó en la coalición Cambiemos, ahora reformada al título duranbarbista de Juntos por el Cambio.

Tres años y medio después, con una de las peores gestiones de las que se tenga memoria de por medio, Larreta y Vidal mantienen con esfuerzo su discurso de optimismo y lealtad para con el proyecto que encabeza Macri, aunque hasta hace poco se hablaba en voz más mediana que baja de la posibilidad de desdoblar las elecciones en sus respectivos territorios, en un intento por desligarse de una situación de la que ellos, lógicamente, son ideólogos.


3- Hablemos de feudos: la Ciudad es para el macrismo su zona cero

Sin territorio y sin los fondos derivados de CABA (una de las ciudades con mayor presupuesto del mundo), el PRO no habría podido construir nada a nivel nacional.

Larreta es, por tanto, el “arquero” del macrismo: si estas elecciones terminan alzando a les Fernández en Nación y a Kicillof en Provincia, el hombre del maxikiosco tendrá que ofrecer el estado porteño para contener la estructura política del partido.

Sacrificado Diego Santilli como sucesor en el Ejecutivo porteño (fue elegido nuevamente como candidato a Vicejefe), la jugada larretista parece haber sido convencer al hasta hace poco opositor Martín Lousteau de que en vez de competirle —como en 2015, donde estuvo a punto de perder la elección— es más sencillo y promisorio unírsele. Como se ve, el acomodo en Argentina no es, como les gusta inferir, exclusividad pejotista.


4- Juntos por el Cambio y la perorata futurista del marketing 

Aunque obsesionados con el mantra electoralista de los-setenta-años-de-decadencia, y mal que le pese a la aplastante prédica del progreso y el futuro, dos de los tres Ejecutivos más importantes en el país son liderados por personajes bien anclados en lo más desastroso del siglo XX argentino: Macri, el hijo de la patria contratista; Larreta, de antigua familia conservadora y formación en la administración privatizadora del menemismo, a quien las balas retroactivas por su paso como gerente de la ANSES y como interventor del PAMI en tiempos del doctor Favaloro parecen rebotarle solo gracias al chaleco que le brindan los medios.

Poco afecto a la sonrisa y a los chistes futboleros como su socio, Larreta se vende, por sobre todo, como un hombre enfocado en la gestión. Con escasos desafíos a la hora de dar entrevistas, por la falta de repreguntas y cuestionamientos, solo saca a relucir su costado efusivo cuando las papas queman.

Sabedor de su fama de gambeteador político y hábil constructor de poder en la penumbra, su carrera parece ir, como la boleta electoral, pegada a la de su compañero Mauricio. Aunque hay que estar atento, no vaya a ser cosa que en algún momento se le ocurra tomar, otra vez, el desvío del salvataje.

Ilustración: Emiliano Ciarlante

Sebastián Rodríguez Mora

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