Aún circulan publicidades y promociones que presentan al Día de la Mujer como una oportunidad para regalarnos artículos que, tradicionalmente, en la estructura patriarcal, se han asociado a la femineidad. Ropa, maquillaje y electrodomésticos reforzaron año a año un modelo de mujer que todas debíamos cumplir: el discurso establecía que una mujer femenina, y por ende deseada por el varón, era coqueta, hogareña y educada.
Esto se tradujo en mujeres obligadas a ser superficiales, al completo servicio de sus maridos y el hogar. Y, quizás como características esenciales, sumisas y obedientes. Desde este arquetipo se justificó toda clase de opresiones y desigualdades en materia de derechos: ¿cómo las mujeres, inferiores intelectualmente y preocupadas por los vestidos y maquillajes, van a participar en la elección de gobernantes? ¿Para qué sería necesario la inserción de una mujer en el mundo laboral, si su realización personal depende de la maternidad? Estas ideas, en parte, pudieron sustentarse gracias a pequeños actos y costumbres, muchas veces más cercanos a micromachismos que a tradiciones, que fortalecían y reaseguraban los mandatos impuestos a las mujeres.

1982. Foto: Adriana Lestido
Así y todo, en 2020, con una revolución feminista que cala en cada resquicio de la sociedad, debemos aguantar campañas de marketing que nos quieren vender indumentaria, perfumes, velas e incluso electrodomésticos para “celebrar el hecho de ser mujer”. Si bien la mercadotecnia sabe identificar algunas corrientes sociales, subirse a ellas, amoldarse a los nuevos tiempos y aprovecharse de las mismas, en fechas como el 8 de marzo se hace evidente que una parte de los equipos de marketing es ciega ante los procesos sociales, y, por consiguiente, torpe a la hora de interpelar a la figura de la mujer del siglo XXI.
La idea de celebración, de que hay algo por lo cual no solo las demás mujeres, sino especialmente los varones, nos deben felicitar, entra en contradicción con la realidad cotidiana. ¿Cómo celebrar nuestro género asignado cuando este es causante de que, a lo largo de una vida, una mujer sufra posiblemente de acoso callejero, abusos y golpes, e incluso la muerte?
En los primeros diez días de marzo ya hubo, al menos, siete femicidios; en lo que va de 2020 se registró un promedio de al menos un femicidio cada 23 horas. ¿Pretenden felicitarnos por ser mujer con un ramo de flores?
En tiempos de revolución y transición, toparse con conceptos y símbolos arcaicos, que ya parecían superados, es esperable. Pero cabe destacar el rechazo cada vez mayor que genera este tipo de campañas publicitarias. Año a año, las mujeres toman conciencia de que su condición de género no es necesariamente algo para festejar, de que debido a ésta son, aún hoy, vistas como inferiores.
El origen de esta conmemoración, que se remonta a las 129 obreras neoyorquinas quemadas vivas hace 112 años, no es ya una historia tan desconocida, y la idea del 8 de marzo como oportunidad para la reflexión sobre el lugar de la mujer en la sociedad, como emblemático símbolo de la lucha feminista, se hace cada vez más fuerte.
Así también, el “ser mujer” y todos los mandatos que esto conllevan también son cada vez más cuestionados por las propias mujeres, quienes ahora se animan a preguntarse si quieren tener hijos, si quieren ser solteras, si quieren continuar con su embarazo, si quieren depilarse o maquillarse. Los mandatos no son asumidos tan fácilmente sin cuestionamiento previo, sino que son analizados y contrastados de acuerdo a la voluntad individual de cada mujer, que ahora sabe que tiene derecho a elegir sobre su vida.