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Abotonado con Trump: Balcarce te cuenta las internas en la Rosada por el G-20

Poco antes de cumplir tres años como presidente llegó el momento más esperado por Mauricio desde que me adoptó. “Será como traer a Buenos Aires la buena onda, el clima de apoyo y la respuesta del mundo al cambio en Argentina”, me anticipa uno de los jóvenes peñistas que respira entusiasmo y excitación cuando habla de la cumbre del G-20: la primera que se hará en Sudamérica y la máxima zona de confort para Mauricio desde que se puso la banda presidencial y me sentó en el Sillón de Rivadavia para llamarme Balcarce.

Desde que Macri se animó a traer el G-20, una parte de la Casa Rosada funciona exclusivamente para eso. Cerca de las oficinas de Marcos, en el primer piso, van y vienen los miembros de la Unidad Técnica G-20 que depende de la jefatura de Gabinete. Una idea de Marcos Peña para puentear a la Cancillería. El gusto costará 750 millones de pesos para la visita de 20 presidentes durante dos días, y antes del ajuste del presupuesto iba a costar más de mil millones.

El coordinador siempre fue Marcos, aunque tuvo que compartir responsabilidades con el secretario general de la Presidencia, Fernando De Andreis, que no tiene funciones sobre el G-20 pero se mete igual. Ambos delegaron en Fulvio Pompeo, el canciller en las sombras de Mauricio y ghostwriter de Jorge Faurie, que depende de Marcos como secretario de Asuntos Estratégicos. Debajo de ellos trabajan cincuenta personas que sufrieron el látigo de Natalia Zang, la ex CEO de Farmacity, que se mueve muy cerca de mi cucha.

 

Volvió el gordo de Navidad

Natalia llegó de la mano de Mario Quintana, ex dueño de esa empresa y echado del gobierno hace escasos tres meses, cuando pidieron su cabeza en medio de la interna que redujo a la mitad la cantidad de ministerios. Increíble trampa de la vida: la partida de Marito implicó la degradación de Zang.

Y la redención para uno de los funcionarios obesos que tanto le molestan a Mauricio, el radical Hernán Lombardi, que viene de pasar un año “horrendo” como jefe del Sistema Nacional de Medios Públicos tras intentar echar sin éxito a los trabajadores de Télam.

Redimido momentáneamente de tanto papelón, Marcos lo nombró a fines de septiembre como “coordinador general” del G-20, un respiro para Hernán, que comparte con Mauricio esa pasión por embriagarse con los elogios del exterior. Siempre soñó con la embajada argentina en París, pero el gordo se quedó por compromiso patriótico y desde entonces se traga un sapo tras otro.

Ahora, la pesadilla tendrá un freno para Hernán, que volvió a los viejos bríos hiperactivos, mientras coordina la “artística” del evento y soporta a Pato Bullrich, la coronela de todo el G-20 a pedido de Mauricio. Ella tiene a su cargo la jefatura del Comando Unificado, una especie de súper comando mundial de las fuerzas del bien que se encargará de cuidar a Mauricio y a todos los invitados.

Tendrá la ayuda de unos 8.000 hombres de negro que llegaron para custodiar a cada uno de los 20 presidentes, además del elenco de ministros de finanzas, titulares de bancos centrales y hasta Christine Lagarde, la jefa del FMI y la garante de que el G-20 no se realice en medio de las llamas.

 

Prenderle la vela a Trump y pasar las fiestas en paz

“Al fin y al cabo el G-20 fue creado para afrontar crisis y nosotros hemos aprovechado esos contactos durante todos estos meses para afrontar la nuestra. Todo gracias a la excelente relación con Donald”, dice un sincericida que juega a la pelota con Mauricio. Habla de Trump, y dice que está decidido a bancar a Mauricio con G-20 incluido.

En medio de la última corrida cambiaria, hace seis semanas, Donald lo llamó desde la Casa Blanca para decirle que había resuelto adelantar su visita a Buenos Aires un día, para regalarle una visita de Estado. Lo hizo junto a la confirmación de que participaría de la cumbre. Será la primera vez que el magnate pise oficialmente Sudamérica, pero semejante obsequio tiene sus costos.

“El G-20 se hace gracias a Trump y él viene a Buenos Aires por Mauricio, pero parece que no llega para la visita de Estado, sino que lo hará poco antes de que comience la cumbre”, admite en voz baja un diplomático para no decir que Trump podrá hacer lo que quiera.

Para esa estadía, que Mauricio considera histórica, Washington ya mandó a sus adelantados, mientras un portaviones de la US Navy tiene previsto merodear el Río de la Plata desde la semana que viene. Será el costado blindado de la versión millenial de la Guerra Fría, donde los rusos y los chinos también mueven su ferretería para cuidar a Xi Jinping y a Vladimir Putin.

Para Mauricio, para Marcos y para todos nosotros será el momento soñado. Quizás haya un documento final que no diga nada, con un montón de debates secretos donde dos mil periodistas serán llevados de las narices hasta Costa Salguero para mirar una pantalla.

Luego vendrá seguro la foto de familia, las visitas del francés Emmanuel Macron, del indio Nadendra Modi, las custodias, las recepciones en Ezeiza, la gala en el Colón, los autos blindados con banderitas, las motos brillosas montadas por cobanis de protocolo, las fanfarrias y los himnos. El macrismo de paladar negro estallará de gozo ante el mimo global, como el viento que sopla de frente en la cubierta del Titanic mientras la orquesta sigue tocando.

El problema será a partir del 3 de diciembre. Cuando los invitados se hayan ido y el carruaje se convierta en calabaza. No pasa nada, aseguran los jóvenes peñistas, por lo menos habrá Comando Unificado y mano de hierro hasta Reyes.

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