Desde el 4 de febrero que Martín Reznik vive en México, a donde llegó después de un 2019 complicado en lo laboral y económico. “Soy músico, y el año pasado tuve una crisis porque, en medio de una situación muy copada, con un disco nuevo y una presentación muy buena, tuve muchas dificultades para poder invertir y desarrollar mi actividad, entonces decidí, después de muchos años de meterle en Argentina, probar suerte afuera”.
¿Y cómo fue la llegada y la posterior noticia de la pandemia?
Me vine a Tulum porque necesitaba bajar un cambio y porque tenía un lugar a donde aterrizar. Estoy viviendo en una comunidad, en un cenote en la selva, que son cráteres de roca llenos de agua, como una suerte de pileta. Es un pedazo de tierra alrededor de ese cenote. Acá hay entre veinte y quince personas, y funciona de una forma jerárquica. Hay dos o tres personas que lideran, aunque también hay lugar para tomar decisiones. Y me vine porque uno de los líderes de la comunidad es amigo de un amigo, y él me hizo la conexión. Vine con la idea de descansar un poco y laburar en temporada, que acá es hasta mayo, y si te movés un poco podés tocar y hacer unos mangos y ahorrar algo. Después tenía pensado ir a Ciudad de México, pero en el medio me agarró la pandemia. Todos los que están acá… los que residen acá, digamos, no los que están de paso… porque hay gente que viene a laburar algunas horas en cosas puntuales. Hay una huerta muy grande, hay actividades de reciclaje, de construcción, todos trabajos para mejorar el espacio en común. Yo por ejemplo me dedico a cocinar. Hago los almuerzos todos los días para entre diez y veinte personas, y me encargo de mantener limpia la cocina.
¿Y cómo está la situación allá con la cuarentena?
Como decía, mi idea era tocar, pero con la cuarentena cerraron los hoteles, los bares, entonces por el momento no estoy generando dinero. Yo estoy como a 18 kilómetros de la playa, y hasta hace una semanas el acceso estaba cerrado. En Tulum no hay muchos problemas, pero entiendo que en Ciudad de México no han tomado las mismas precauciones que en Argentina y la situación de contagios está más descontrolada. Pero en el estado de Quintana Roo, donde estoy, no. En Playa del Carmen, que está bastante cerca de acá, hay bastantes casos pero en Tulum por ahora estamos tranquilos.
¿Creés que la sociedad puede aprender algo de esta experiencia?
Me gustaría contestar de forma optimista, pero para ser realista… Porque lo ideal sería que todo esto llevara a que la gente tuviera una vida interior más intensa, pero no sé qué se puede aprender en el aislamiento, en la soledad, utilizando en exceso en las redes sociales. La situación está bastante negra. No sé cómo se va a salir de esto, y lejos de creer que es el fin del sistema, como muchos dicen, yo creo que se viene una oleada de más capitalismo, más pobreza, más neoliberalismo, más control de la sociedad, más bombardeo mediático. Me da la sensación de que se va a intensificar, aunque tal vez genere un efecto contrario. Una cosa muy notoria es que antes de toda esta situación, el año pasado, hubo protestas en muchos países, en general para pedir cambios en las constituciones, en cuestiones sistemáticas o para pedir por más derechos, por más igualdad. En todo el mundo se estaban dando estos fenómenos y hay que ver si cuando esto pase eso se va a renovar con más fuerza. Por lo que veo, hablando con amigos, está muy difícil la situación, y viéndolo en perspectiva, al haber tenido la “suerte” de irme justo antes de la cuarentena, al estar rodeado de naturaleza, veo que mucha gente está sufriendo la cuarentena encerrada en su casa y la veo muy complicada.
¿Qué cambios notaste en tu vida en general?
Mi vida cambió mucho, pero porque en esta comunidad no se come carne, no se toma alcohol, y a mí me gusta mucho nadar, entonces salgo a nadar y a correr todos los días. Estoy haciendo una vida muy sana, pero eso no tiene que ver con la cuarentena sino con haberme venido para acá. Lo que sí hizo la cuarentena es que me “obligó” a quedarme más meses, entonces se extendió todo este período de vida sana. Pero creo que si estuviera en una ciudad no podría mantenerla. Las veces que he ido a algún pueblo, he tomado alcohol. Para mí la vida urbana está muy ligada a todo ese tipo de cosas. Estoy tratando de cambiar algunos hábitos, y creo que eso es por la suerte de que la cuarentena me agarró acá.
Tampoco he salido mucho. Las veces que fui al supermercado, fui con barbijo, y no ando muy paranoico. Se me rompió el celular y estuve un mes y medio sin usarlo, así que no estuve recibiendo información constante, algo que sí me pasaba al principio de la situación. Y noté que, al no tener esa información circulando en mi vida cotidiana, fue otra cosa. Aunque, bueno, uno también se preocupa. Y noto que mis amigos que están en la ciudad sí andan mucho más paranoicos.
¿Extrañás algo de la vida pre pandemia? ¿Y de Argentina?
No extraño mucho, estoy bien acá. Estoy en limpieza de muchas cuestiones, alcohol, tabaco, celular, teniendo vida sana en la naturaleza, y estoy teniendo mucho tiempo para hacer cosas que me hacen bien, como tocar y componer, y eso no lo podía desarrollar tan fácilmente cuando vivía en Argentina y en la ciudad. Pero obviamente extraño a mi banda, a los amigos, a la familia, los afectos, a mi gato, los espacios culturales. Pero poco, la verdad, porque estoy muy bien, no voy a mentir.