Ojalá todo el año sucediera bajo el cielo claro del sur, los arrayanes añosos y las vistas lacustres. Tengo más árboles para orinar que todos los que pude soñar en mi vida.
Así es Cumelén, la residencia privada top donde pasamos año nuevo desde que llegamos al derpo: para los Macri no es nueva, pero es la tercera vez a lo largo de mi mandato como can presidencial que regreso al sur, junto a Juliana y Antonia, para esperar que después llegue Nicky. Él se aloja a un par de casas dentro del mismo country. Se la pasa todo el día hablando con Mauricio: se dicen todo lo que no pueden decirse por teléfono o por whatsapp.
Es la última vez que Mauricio pasará fin de año en Cumelén como Presidente. Si se queda otros cuatro años más, tal vez volverá a este lugar para seguir sobreactuando su apuesta por el país y evitar que lo maldigan por irse de vacaciones a algún lugar exclusivo del exterior. Si no hay milagro, yo volveré a mis orígenes callejeros y Mauricio disfrutar de Londres, Nueva York, o Los Alpes suizos.
La mesa chica está en Cumelén
Pero hasta que eso suceda, Cumelén tiene una ventaja: le permite a Mauricio reunir a la más chica de sus mesas sin despertar resquemores, vendettas y ataques de celos. Como perro presidencial, podría decir que la posta del año se define en Cumelén, cuando Mauricio logra bajar un cambio y se sienta con Nicky a hacer lo que hacen siempre: evaluar el año, hacer un balance, analizar el rol de cada uno de los ministros y reanudar un debate que habitualmente termina con un reproche de Macri a su amigo del alma, ex socio y sparring: “Y vos qué sabés, si no estás en el día a día”. La primera vez que Mauricio le descerrajó esa factura, no fue en Cumelén, sino Olivos, en los tiempos en que Nicky todavía buscaba decirle sus puntos de vista en medio del fragor de la gestión y Marquitos se empeñaba por mantenerlo lo más lejos posible del entorno presidencial.
Nicky pisó tres veces la Casa Rosada en los últimos tres años, porque el encargado de mantenerlo lejos fue Peña. Para no desautorizarlo, Mauricio se sale de ese corset en Villa La Angostura. Son los días en que deja el gobierno en manos de Marcos, pero conduce con quiénes se le canta, se reúne con los que tiene ganas y evita a los que no quiere ver. En esa lista el primero siempre es Nicky, que esta vez tiene que afrontar en silencio el debilitamiento de sus espadas dentro del Gobierno, como Rogelio Frigerio y Emilio Monzó, dos tipos que Caputo ha llegado a reunir en su mesa para pedirles explicaciones como si fueran los gerentes de las empresas de la familia.
Vidal extenuada de no cagarlo a Mauricio
Aún debilitado, Nicky tiene su acción de oro como consejero de Mauricio, que se llevó varias situaciones en las que deberá poner la lapicera. Una de ellas tiene que ver con el futuro de Mariu: si usa sus votos para pelear en 2019 o si le acepta que desdoblen las elecciones y que ella pueda pelear su reelección como gobernadora en un comicio separado al que jugará Mauricio.
Marquitos se pone tísico cada vez que escucha la posibilidad del desdoblamiento, pero Mauricio sabe que Mariu es fiel, nunca lo cagará, pero que también está podrida de comerse el globo de esperanza que arma la jefatura de Gabinete, sin reconocer que desde ese núcleo han salido todos los errores económicos de Cambiemos. Ése no es el único punto, sino que las consecuencias del descalabro se las morfa María Eugenia. “Ella banca, es Mauricio, pero todos los demás no son tan fieles como ella y le llenan la cabeza con internismos”, dicen los peñistas que ahora conducen el Gobierno desde la Rosada, mientras Mauricio lo llama por teléfono para hacer que conduce la Nación.
Es cierto: Marquitos no está solo, es controlado por Lopetegui y por Fernando De Andreis, que tiene en sus manos todos los resortes de la Presidencia, como si fuera otro mega ministerio que nadie ve. En la ruta de vuelo no habrá agenda oficial hasta que Mauricio regrese, pero los quilombos que no aparecen en la calle estallan en los mercados. El monitoreo de esas variables queda en manos de Marcos, que recibe informes periódicos de Dujovne y de Sandleris, pero nada alcanza para controlar la incertidumbre sobre el posible traslado a enero de lo que no pasó en diciembre.