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Brasil, ¿qué será de ti? Cuando la realidad supera a la ficción

Lo que está sucediendo en Brasil bien podría ser una de esas películas pochocleras con argumento trillado: hay un personaje carismático, inteligente y popular que, por una acusación injusta, termina cayendo en desgracia. Dicho personaje, en este caso, sería el ex presidente Luiz Inacio Lula Da Silva.

El problema es que, como se suele decir, la realidad ha superado a la ficción: todo indica que no habrá un final redentor para Lula, simbolizado en un abrazo con los suyos tras obtener el triunfo consagratorio. Es que, un día después de que el jefe del ejército amenazara por Twitter con intervenir si no se concretaba el “repudio a la impunidad”, el Supremo Tribunal Federal de Brasil (el equivalente a la Corte Suprema argentina) dejó sin efecto el habeas corpus que mantenía a Lula en libertad, mientras aguarda la apelación de un fallo adverso en segunda instancia que lo condenaría a una pena de 12 años. En concreto, la decisión de ayer lo deja a un paso de ser encarcelado por el temible y célebre juez Sergio Moro.

Dicho esto, cabe recordar que el supuesto delito por el que está siendo juzgado es el de haber recibido un departamento de una empresa constructora, como parte de un soborno mientras era presidente. Un delito que, según prestigiosos juristas y férreos críticos de los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff, no ha sido probado en términos jurídicos. O sea, la causa está floja de papeles.

La proscripción y el peligro de la violencia en una democracia golpeada

Pero el inminente encierro no es el peor problema para Lula. De hecho, hay bastantes probabilidades de que el ex líder sindical logre salir en unas semanas o meses, mientras se determina si el fallo en segunda instancia queda finalmente firme. El peor golpe para el ex mandatario es que esta decisión del Tribunal lo deja prácticamente fuera de la competencia electoral de octubre. Competencia en la que, acorde a las encuestas, lo tiene como amplio favorito, tanto para la primera como para una eventual segunda vuelta.

Ahora bien, ¿qué es lo que puede suceder en el futuro inmediato? En primer lugar, es de esperar que aumente el clima de violencia y polarización. Los simpatizantes de Lula coparán las calles impugnando ya no solo al gobierno de Temer, sino también al proceso eleccionario que se viene. Como si faltara poco, uno de los Estados donde se vienen dando las mayores movilizaciones es Río de Janeiro. Y la seguridad la cidade maravilhosa está, desde febrero, en manos de los militares por orden de Temer. Allí es donde mataron a la concejal Marielle Franco.

También es esperable que los actores que responden al establishment político, económico y religioso –el Congreso, el Poder Judicial, los grandes medios de comunicación, las Fuerzas Armadas y las iglesias evangélicas- continúen profundizando el proceso iniciado tras el impeachment a Dilma en 2016, orientado a tutelar el sistema político brasileño e impedir el retorno al gobierno del Partido de los Trabajadores.

En tercer lugar, se va a producir un reacomodamiento obligado en el mapa de candidatos. En la derecha, quien más mide hoy es el diputado por Río de Janeiro, Jair Bolsonaro, que reivindica a la dictadura y la mano dura. Pero Bolsonaro despierta temores en los partidos tradicionales, quienes –con Lula fuera de la cancha- podrían optar por fogonear a alguien más moderado, como el gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin. En la izquierda, la pérdida del favorito hace que el panorama sea más complicado. Además, la ausencia de Lula deja un vacío muy difícil de llenar, ya que gran parte de sus votos no son directamente transferibles a otros candidatos. Aun así, esto podría servir para que emerja una figura menos desgastada, que tenga la capacidad de ofrecer una idea de renovación, tanto al interior de la izquierda como frente a una sociedad cada vez más apática.

En definitiva, lo que pasó esta semana confirma que el proceso de degradación de la democracia no tiene un final a la vista. En este marco, es probable que quien gane las elecciones en octubre termine siendo un presidente débil y condicionado. Ya sea porque es salido de un proceso considerado como ilegítimo por un amplio sector del electorado o, si gana quien ocupe el lugar de Lula, porque estará a merced de quienes, en menos de dos años, se han cargado a una presidenta y al dirigente político más popular de Brasil.

Alejandro Frenkel

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