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Brote de sarampión: te explicamos por qué los antivacunas son un peligro más allá de Gisela Barreto

Ilustración: Olivia Mira

En lo que va del año se registraron 14 casos autóctonos de sarampión en Argentina, luego de 18 años en los que los únicos casos registrados fueron traídos del extranjero, es decir, el virus no circulaba dentro del país. Teniendo esto en cuenta y la altísima probabilidad de contagio de esta enfermedad, estamos frente a un brote de Sarampión. Argentina había logrado estar libre de sarampión por tantos años gracias a la alta tasa de aplicación de la vacuna triple viral, posibilitado por un programa sólido de vacunación gratuita y obligatoria.

Este año, hasta el 23 de octubre se  habían notificado 8.091 casos confirmados de sarampión en 11 países de la región que incluyeron 85 muertes; los primeros lugares eran ocupados por Venezuela (5.525 casos y 73 muertes), Brasil (2.192 casos y 12 muertes) y Estados Unidos (142 casos). No sorprende encontrar en esta lista a Venezuela, que está atravesando una seria crisis económica, política y social,y  ha sufrido drásticos aumentos de enfermedades como tuberculosis o difteria.

Sin embargo, de entre todos los países del continente, ¿cómo es que Estados Unidos, aquel de más recursos y desarrollo, está en los primeros puestos? La misma duda surge en cuanto a las cifras de Europa: el año pasado registró 21.315 casos y un total de 35 muertes según la Organización Panamericana de la Salud.

Estos brotes se deben, en parte, al fenómeno de la globalización y a las migraciones constantes, pero otro factor clave son los movimientos anti-vacunas que tienen cada vez más repercusión en el “primer mundo”. Estos grupos que surgieron en los 90, realizan campañas de “concientización” destinadas sobre todo a padres de niñxs en edad de vacunación para que no sean inmunizados.

Los argumentos, si es que se los puede llamar así, van desde afirmar que las vacunas son innecesarias por ser antinaturales y que con nuestro sistema inmunológico es suficiente, hasta teorías conspirativas apocalípticas que pueden llegar a incluir y mezclar a “los que manejan el mundo”, las grandes  farmacéuticas y un plan de exterminio humano.

 

El origen

Un estudio de 1998 publicado en una importante revista científica instaló la idea de que la vacuna contra el sarampión podría tener como efecto secundario el autismo. Sin embargo el artículo contenía graves irregularidades científicas, por lo que fue retirado de la publicación. Lamentablemente, la circulación de este artículo provocó temores, la tasa de inmunización bajó y como consecuencia crecieron los brotes de las enfermedades sobre todo en Europa.

En 1998 Andrew Wakefield publicó una investigación proponiendo que existía una relación directa entre la administración de la vacuna triple viral -que previene el sarampión, la rubéola y las paperas- y la aparición del autismo y ciertas enfermedades intestinales.

El trabajo fue refutado por su falta de consistencia científica, la publicación retirada y el autor sancionado como responsable de uno de los actos más fraudulentos de la historia de la medicina; en la actualidad las pruebas científicas indican que NO hay relación entre esa vacuna y el autismo o trastornos similares. Sin embargo, la teoría quedó como una verdad reveladora para algunos grupos, que dieron comienzo a esta peligrosa campaña.

 

Hablemos de riesgo

Desde Fundación Huésped aclaran algunos mitos que estos grupos quieren instalar como verdades acerca de las vacunas, como la presencia de peligrosas cantidades tóxicas de mercurio: si bien es verdad que algunas vacunas necesitan como conservante tiomersal, un compuesto orgánico que posee mercurio, las pruebas científicas indican que esto no supone un riesgo para la salud, ya que el mercurio no se acumula en el organismo y por ende no es tóxico.

Aclaran también que las vacunas son testeadas en miles de personas antes de llegar a los hospitales y centros de vacunación, y que en Argentina hay un sistema de vigilancia de las vacunas que garantiza que son seguras; la mayoría de las reacciones son generalmente leves y temporales, y las complicaciones graves son extremadamente raras.

En todo caso, el riesgo de enfermarse y padecer complicaciones o incluso morir al no ser vacunado, es ampliamente mayor a los posibles (y muy poco probables) efectos adversos graves de las vacunas.

Cuestionar y dudar es totalmente válido (y necesario), en especial cuando se trata de temas de salud que involucran a la industria farmacéutica; sin embargo, se debe hacer de forma responsable, acudiendo a conocimiento científico  confiable y adecuadamente adquirido -lo cual pocas veces sucede con los anti-vacunas-, y siendo conscientes de los efectos que puede tener la difusión de información errónea y nuestras decisiones.

Vacunarse no sólo es un procedimiento para protegerse, sino que es un acto solidario necesario para vivir en sociedad, ya que que un 5% de la población de un país no esté vacunado significa un serio riesgo para el resto, en especial para grupos de riesgo como recién nacidos, personas mayores e inmunosuprimidos.

Entre tantos rumores sin sustento científico, supuestos casos trágicos que son difundidos por las redes sin datos concretos y teorías conspirativas, lo que es un hecho, es que en los países donde aparecen los grupos antivacunas, se observa un aumento de la incidencia de las enfermedades inmunoprevenibles.

 

Hasta dónde llega el poder de decisión sobre lxs hijxs

Los padres anti-vacunas reclaman su derecho a decidir si su hijx recibe la dosis o no, denunciando que la obligatoriedad de las vacunas es una violación sobre su patria potestad. Este mismo argumento es el utilizado por los padres que se oponen a la implementación de la ESI, y muchas veces las dos campañas de desinformación tienen los mismos representantes, como es el caso de la polémica ex-vedette Gisela Barreto.

Estas personas olvidan que, si bien es cierto que los padres pueden y deben decidir infinidad de cuestiones concernientes a sus hijos, lo que no pueden es atentar sobre su integridad y sus derechos. Así como no pueden hacerlos trabajar ni ejercer violencia sobre ellos, tampoco pueden privarlos de su derecho a la salud y al conocimiento.

En adición a esto, cabe remarcar nuevamente que no vacunarse no implica sólo un riesgo para unx, sino que significa una amenaza para la población entera del país, posibilitando una situación de peligro sanitario en la que podrían reintroducirse enfermedades mortales que han sido eliminadas de nuestro territorio.

Ejemplo de esto es la polio, que si bien se erradicó en casi todo el planeta, y en Argentina no hay casos desde 1984, todavía hay países como Afganistán, donde esta enfermedad sigue presente. El mínimo intercambio con personas infectadas de estos países, teniendo una baja cobertura de vacunación, podría traer un nuevo brote de esta enfermedad mortal.

Natalia Gherardi

Nació en el año 2000. Es ex-alumna del Nacional Buenos Aires y estudia Sociología.

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