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Cinco formas curiosas de recibir el año nuevo

La mayoría de los que nos consideramos modernos, progres, cancheros, a la hora de recibir el año, no soltamos la copa de sidra ni el pan dulce. Quienes escapan de los placeres dulces y etílicos –argumentos no les faltan, claro que no– caen en el abrazo emocionado, el beso a la tía pegajoso o a la tía abuela que solo se ve para estas fiestas, la ridiculez inamovible de tirar cohetes y otros tantos miles de rituales familiares más privados. Pero el año llega al final para todos y todas en cualquier parte del mundo. ¿Festejarán igual en Rumania? ¿Se abrazarán con fervor en una calle sudafricana? ¿Los japoneses también se juntan a comer y pasan el primer día del año con problemas gastrointestinales?

Desde Ponele buscamos cinco costumbres atípicas para recibir el año. Tranca, nadie te obliga a que te cuestiones ninguna de las que hacés siempre.

 

ROMPER LOS PLATOS

Desde que se estrenó en Netflix la serie Rita, muchos pensamos que sabemos cómo son los dinamarqueses. Pero si se da la casualidad de que viajamos a Dinamarca y caminamos por las calles de este país un 1º de enero y vemos una cantidad importante de vajilla rota en la puerta de una casa, no entenderíamos absolutamente nada, pensaríamos que hubo algún tipo de robo particular, nos asustaríamos y hasta es posible que uno muy exagerado y asustadizo llegue a pensar que hubo un atentado terrorista. No, nada más lejos. Los habitantes de esta zona del planeta Tierra acostumbran a romper platos en la puerta de las casas de sus seres queridos, ya que consideran que así alejan a los malos espíritus. Se supone que el que tiene muchos restos de platos rotos en la puerta es alguien que tiene muchas personas que le desean un año próspero. Si en Netflix se estrena una nueva temporada de Rita –ojalá, ver otra vez a Hjørdis no estaría nada mal–, ya tenemos un conocimiento extra.

CIENTO OCHO CAMPANADAS

En Japón se recibe el año con una ritualidad tan antigua y rigurosa que parece salida de un juego de postas. Primero está el osoji, una limpieza profunda de toda la casa. A eso le sigue el osechi, la preparación de una cena que debe hacerse unos días antes porque, según la tradición, usar fuego en ese día no es conveniente. En esta cena puede haber distintos platillos, pero lo que no puede faltar son los soba, unos fideos de trigo largos que simbolizan una larga vida. Al final, cuando terminaron de comer la última cena del año, justo antes de medianoche, en los templos empieza lo que se llama Joya no Kane: el llamado de unas ciento ocho campanadas. Según la doctrina budista japonesa, representan los ciento ocho deseos mundanos que pueden causarles sufrimiento a las personas. Los japonenses se ponen sus trajes y kimonos, caminan hasta el templo a escuchar las campanadas, bridan con amazake, una bebida alcohólica de arroz fermentado.

TIRAR LA CASA POR LA VENTANA

Los 31 de diciembre a la noche, antes de arrancar un nuevo año, en Hillbrow –un barrio de Johannesburgo, Sudáfrica– pasa algo raro. Desde los distintos departamentos abren las ventanas y dejan caer muebles, camas, microondas, televisores, placares y demás cosas. Se supone que es una forma de dejar lo viejo y recibir lo nuevo. ¿Correrán después los vecinos de Hillbrow a comprar camas y muebles nuevos al otro día? Es una gran pregunta sobre la que no tenemos información para responder. Es curioso que la misma costumbre se repita en algunas ciudades al sur de Italia. No intenten repetir este ritual en sus casas. O, si lo hacen, no culpen a esta nota.

ADIVINADORES DE PLOMO

Hace falta tener cuatro cosas: una figura de plomo, una cuchara, una vela y un vasito de agua fría. Con esos objetos se recibe el primer día del año en Austria y Alemania. ¿Qué se hace? Ni el más adivino va a poder sacarlo. Se pone la figura en la cuchara, se pasa la cuchara por la llama de la vela hasta derretir el plomo, se tira lo derretido en el agua y se espera a ver cuál es el resultado. Se supone que lo que se vea en el agua nos dirá qué tipo de año tendremos. El ritual se conoce con el nombre de Bleigiessen y, según cuentan, en diciembre los supermercados venden los kits con los que preparar esta costumbre de una particularidad única. Y uno que desconfiaba de la lectura de la palma de la mano…

¿ME RESPONDERÁ ESTA GALLINA COLORADA?

En el último día del año los granjeros rumanos se sientan delante de sus animales de granja e intentan entablar una conversación con ellos. Hablan de cualquier cosa, del clima, de los árboles, de qué les parece si se dejan la barba de cierta forma o de cierta otra, de si conviene llamar a su hijo con tal nombre, lo que se les ocurra. Lo que importa es que si los animales responden –supongo que en rumano, el mismo idioma en el que se le hizo la pregunta–, el año próximo será un año de buenas cosechas. Vale preguntarse qué pasaría si el animal hablara, pero para decirle a su dueño que el año próximo será un año de pobreza, penuria, tornados, diluvios y tristeza.

¡Feliz año! ¡Que este 2022 sea todo lo bueno que pueda ser!

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