Sí, Chile está que arde. Y en el buen sentido de la palabra “arder”. Al momento de votar quiénes redactarán la nueva Constitución, los chilenos eligieron a candidatos no ortodoxos y alejados de la política. Según algunos analistas, esto demuestra hartazgo por la política tradicional, una forma de decir que los actuales ya no representan a nadie, que están caducos y tienen que irse. Antes de que termine el año votarán presidente, y las encuestas sostienen que uno de los candidatos que lidera la intención de voto es uno muy diferente a los anteriores, Daniel Jadue, del Partido Comunista.
Pero como todavía no se sabe del todo qué pasará –la nueva Constitución tiene que escribirse, y Jadue, para postularse, primero debería ganarle en las internas a Gabriel Boric, del Frente Amplio–, vamos a hablar de un perro que se convirtió en un ícono de quienes aseguran que Chile debe cambiar.
El Negro Matapacos: un perro sin raza de mirada intensa, pelaje corto y un pañuelo rojo atado al cuello. Era el pichicho de María Campos, una señora que lo vio en la calle ladrándoles a los autos y terminó llevándoselo a su casa. De 2010 a 2017 vivieron juntos; ella contaba que todos los días le preparaba religiosamente una olla de arroz con pollo desmenuzado.
Hasta ahí no hay nada diferente a cualquier perro rescatado de la calle. Si no se agregara que el Negro prefería dejar la comodidad del hogar para salir a la calle y participar de las protestas políticas, no se entendería por qué su imagen figura ahora en banderas, remeras, pines, estatuas y canciones.
Es que el can de la primera línea, el ladrador rabioso de la barricada, salía de su casa desesperado y no paraba de hacerles frente a los pacos (así les dicen en Chile a los policías). El Negro trataba de proteger a los estudiantes que reclamaban por sus derechos, corría empacado en querer guiar a los manifestantes, pretendía levantar el ánimo de sus amigos humanos que habían perdido las esperanzas. El Matapacos luchaba como ninguno por un futuro mejor. Su dueña no duda en reconocer que los días en que no había protesta el Negro parecía no tener razones para salir a la calle; en esos días era ella quien tenía que despertarlo. Por eso, hoy en Chile se guarda en la memoria a este perrote que, según dicen, solo dejaba la militancia para dedicarse a la galantería: dejó treinta y dos cachorros de seis perras distintas.

El can de la primera línea, el ladrador rabioso de la barricada, salía de su casa desesperado y no paraba de hacerles frente a los pacos…
El Negro Matapacos murió en 2017 por causas naturales y no llegó a ver el Chile que está ardiendo. En las protestas callejeras de 2019 –las que dieron comienzo a los cambios que se están viendo–, su cara con un pañuelo rojo apareció en todos los lugares posibles. Algo pareciera indicar que el Matapacos, mirando desde el cielo de los perritos, no se quiere perder lo que él mismo ayudó a gestar.