A diferencia de lo que sucede en Argentina el sistema de educación superior en los Estados Unidos está basado en una matriz privatista. Esto no significa que no existan universidades públicas de un relativo buen nivel, ni que el estado no subsidie a una importante parte de las universidades privadas. De hecho, el estado norteamericano lo hace, y lo que prevalece es el modelo mixto.
Sin embargo, las universidades de mayor renombre son por lo general las más caras y las que garantizan una inserción cómoda y llena de ventajas en el mercado laboral. Rankings, redes de contactos y fraternidades son los emergentes de un ecosistema de la educación superior que es muy diferente al que caracteriza a nuestro país.
Se trata a fin de cuentas de un sistema académico muy jerarquizado, donde las universidades están rankeadas y a más alto el prestigio, más alta la cuota. Este sistema donde los ricos acceden sí o sí a mejor educación, tan diferente a una Argentina donde las universidades privadas siempre despiden un tufillo entre ideológico e improvisado, se veía balanceado por una serie de exámenes que garantizaban que no era suficiente con ser rico para acceder a una educación de élite. Un engranaje importante en el relato donde la meritocracia era el pistón del “American Dream” de progreso y crecimiento en base al esfuerzo personal. Bueno, en las últimas semanas este sistema recibió una importante cachetada.

Zulemita, un poroto
El nuevo escándalo consiste en que salió a la luz que hijos de mega ricos (el famoso 1%) acceden a posiciones en instituciones de alto nivel a través de coimas a las universidades. La noticia explotó en un contexto en el cual, luego de la crisis de 2008, la deuda de los estudiantes estadounidenses para pagar su educación superior aparece como una enorme sombra que quizás anuncie la próxima burbuja que parece tener altas chances de explotar.
En contraste con esto, la noticia sobre más de 700 hijos de súper ricos que lograron ingresar a universidades de elite gracias a Eric Rosen, el fundador y operador de una organización del tercer sector llamada Career Network LLC cayó como una bomba. La trama une falsa filantropía, corrupción, y un nuevo nepotismo que evita donaciones edilicias y cauces institucionales para comprar las admisiones en forma casi directa.
Llamada por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos “Operation Varsity Blues”, la trama por la que se enjuicia a Rosen en base a escuchas y testimonios varios incluye a otras 49 personas, y hace foco tanto la falsificación de rendimientos deportivos de los hijos de los súper ricos como la ficcionalización de los exámenes ACT y SAT. La estafa tenía un volumen de 25 millones de dólares y colocó en el centro del debate la posibilidad de garantizar lugares en las universidades de elite para minorías desfavorecidas. ¿Por qué sucedió esto?
Cupos y photoshop
Es una práctica usual que las universidades top de la llamada Ivy League reserven lugares para hijos de sus élites históricas y también para mega-ricos que, por ejemplo, donan un edificio o una cantidad de dólares exorbitantes para infraestructura. Esto no es nuevo y está naturalizado en los Estados Unidos.
El negocio de Rosen, sin embargo, expuso este mecanismo muchas veces subrepticio y al que se prefiere no mirar dando lugar a una nueva camada de hijos de súper ricos que quizás no podían comprar un edificio, una flota de helicópteros o un centro de cómputos a las universidades, pero sí unos cuantos millones para garantizar que sus hijos se priven de esforzarse y competir en igualdad de oportunidades.
La pregunta que algunas zonas del partido demócrata intentan formular es que si esto ya está sucediendo, por qué no sancionar por ley un lugar correspondiente a aquellos que por desventajas estructurales no podrían acceder de ninguna manera a esas posiciones.
Sus implicancias filosóficas son importantes. ¿Son los cupos la mejor manera de asegurar una “igualdad de oportunidades” por cuotas”? ¿Qué implicancias tiene este hecho para el centro sentimental del “American Dream”? La universidad de Harvard sostiene institucionalmente la teoría de que los hijos de ricos son más capaces, en una curiosa reivindicación del darwinismo social en su faceta “supervivencia del más rico” conocida en estas pampas a través de la gestión Cambiemos.
Pero vayamos a los ejemplos: un entrenador de fútbol de Yale, famosa por su carrera de leyes, aceptó una coima de 400 mil dólares para aceptar a un mediocre jugador de fútbol como si fuera Messi. Rosen, que se hacía pasar por un recaudador filantrópico, también photoshopeó rostros de sus clientes en cuerpos de afamados atletas.

Los hijos del diseñador de moda Mossimo Gianulli y de la actriz Lori Laughlin estuvieron implicados en el escándalo. La hija de Laughlin,Olivia Jade, que es una Instagramer famosa patrocinada por Amazon Prime, llegó a declarar que “A mí no me interesa estudiar, como todos ustedes saben”. Una patada en la boca para la gran mayoría de los estudiantes endeudados.
Mientras algunos se preocupan de que este escándalo no se convierta en un nuevo caso anecdótico de incineración de la farándula y plantean volver a pensar las jerarquías en el enorme negocio de la educación superior, Rosen está enfrentando una sanción de un máximo de 65 años de prisión y una multa de 1,25 millones de dólares