En enero de este año, las galas de premios fueron el escenario de una fuerte manifestación feminista. Como repudio a los casos de acoso y abuso sexual en Hollywood, que habían empezado a salir a la luz a partir de la denuncia contra Harvey Weinstein, el movimiento Time’s up llamó a las actrices a vestirse de negro en la entrega de la 75º edición de los Globo de Oro. Pero a pesar de haberse levantado ante las agresiones físicas contra la mujer, el mundo del cine sigue manteniendo políticas y costumbres que reflejan la constante influencia de un sistema patriarcal.
Menos dólares sólo por ser mujer
La brecha salarial de Hollywood sigue más vigente que nunca: los hombres siguen ganando más que sus colegas mujeres en el ámbito cinematográfico. Con un contrato por 26 millones de dólares, Emma Stone alcanzó el puesto de actriz mejor paga, pero aún así sigue ganando menos que sus compañeros varones, ya que Mark Wahlberg (sí, el de Ted), encabeza la lista de los actores mejores pagos con un contrato por 68 millones, casi el triple de lo que logró conseguir una mujer.
Además, son muchos los casos en los que la protagonista obtuvo un contrato menor que su coprotagonista hombre, que incluso a veces tiene menos tiempo en escena que ella. En Crepúsculo (1998), a la mismísima Susan Sarandon le pagaron menos que a su compañero, Paul Newman, que decidió donar la diferencia de su salario para equipararlo con el de ella. En Amigos con beneficios (2011) a Natalie Portman, que para ese momento ya había estado en películas como Léon (1995) y V for Vendetta (2006), le pagaron tres veces menos que a Ashton Kutcher. Incluso Jennifer Lawrence admitió haberse arrepentido de no haber hecho ningún reclamo cuando recibió un pago menor que el de sus compañeros varones, Christian Bale y Jeremy Renner, en American Hustle (2013).
Una explicación todavía más machista
La supuesta justificación que Hollywood encontró para sostener su sistema machista está relacionada con el porcentaje de hombres y mujeres espectadores. Según sus estadísticas, las únicas películas que pueden liderar el mercado extranjero son las que están protagonizadas por varones en roles de acción. Y además, sostienen que las chicas están más dispuestas a ver películas “masculinas”, que ellos a ver las conocidas como “chick flicks” (la traducción correcta sería “películas de chicas”), lo que deja en desventaja a las actrices que buscan protagónicos frente a los hombres.
Pero la disparidad que existe entre hombres y mujeres en el mundo del cine no sólo concierne al sector actoral. El año pasado, el Centro para el Estudio de la Mujer en la Televisión y el Cine de la Universidad de San Diego (EE.UU.) reveló en un estudio que la proporción de directoras apenas alcanzaba el 11%, y que la cantidad total de mujeres que ocupan otros puestos de trabajo detrás de escena llegaba al 18%.
En Argentina, lo mismo
La situación no es muy distinta en el cine local. Un estudio del INCAA (el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) demostró que en la última década, menos del 20% de las películas hechas en Argentina fueron dirigidas por mujeres, y de las presentadas en el BAFICI del 2010, sólo el 23,8%. Si bien las cifras de la última edición del festival siguen siendo bajas, evidentemente han crecido. Este año, de los casi 400 títulos presentados, un tercio fue dirigido por mujeres, y en cuanto a la premiación, las galardonadas fueron cuatro de once argentinos y argentinas.
La disparidad de género y el techo de cristal en el mundo del cine es más que evidente, y las mujeres, su esfuerzo y las costumbres y tratos que las afectan dentro de ese ámbito, aunque menos que antes, siguen pasando desapercibidas.
Ilustración: Sukermercado