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El G20, el mundo y Argentina

Ilustración: Emiliano Ciarlante

Con un operativo de seguridad sin precedentes en Argentina, entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre se realizó la cumbre del G20 en Buenos Aires. Mientras diversos analistas advierten sobre la aproximación de una crisis internacional de mayor profundidad y expansión que la de 2008, las políticas desplegadas en Argentina en lugar de prepararla para mitigar sus consecuencias, las potencian.

 

Breve historia del G20

Surgido en 1999 como reunión de ministros de economía y finanzas, el G20, ampliación del G7, es un foro de 19 países de todos los continentes, a los cuales se suma una representación por la Unión Europea, que intenta coordinar sobre distintos aspectos de economía internacional.

Además de la representación por la Unión Europea, sus miembros son EE.UU., Canadá, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Japón, Corea del Sur, Australia, Indonesia, Turquía, Sudáfrica, Arabia Saudita, India, China, Rusia, Brasil, México y Argentina.

Existen 194 países en la actualidad. El G20 representa el 10 por ciento de los países, el 66 por ciento de la población mundial, el 75 por ciento del comercio internacional, el 80 por ciento de las inversiones globales y el 85 por ciento del producto bruto mundial.

Otras naciones completan el foro como invitados permanentes y ocasionales. España es el único país invitado permanente. El país que rotativamente preside el grupo también puede invitar a países para las ocasiones en que el grupo se reúne.​ El G20 cuenta además con 14 organizaciones internacionales socias, ONU, FMI, BM, OMC y OCDE entre otras.

 

Algunas contradicciones de la globalización neoliberal

La economía comenzó a presentar grados de transnacionalización desde 1945 y fueron profundizándose desde la década del 70 del siglo pasado. Desde entonces, se buscan instancias de coordinación.  ¿Para qué? Para que las grandes empresas transnacionales cuenten con la menor cantidad de obstáculos posibles para su desarrollo y transitar las crisis de la mejor forma posible.

A partir de los ´70, las grandes empresas transnacionales que contenían las distintas etapas de producción integradas (materias primas, transporte, producción, administración, comercialización, etc.), comenzaron a desintegrar sus etapas en búsqueda de mayor eficiencia y mano de obra barata para determinados eslabones de las Cadenas Globales de Valor (CGV).

Reservaban los eslabones de investigación y desarrollo, los más jugosos, para continuar localizándolos en las naciones en que nacieron y otros, de tareas más simples y menos redituables, fueron deslocalizados en naciones de salarios más baratos, con recursos naturales y mercados a disputar.

EE.UU. encontró en China mano de obra abundante y barata desde 1978. China aprovechó de distintos modos la coyuntura para desarrollarse y llegar a ser potencia mundial en diversos planos y con creciente peso de su dinero nacional: el yuan.

Las fábricas cerradas en EE.UU. y trasladadas a China generaron desempleo y malestar creciente en el pueblo estadounidense.

La campaña proteccionista para EE.UU. y de libre comercio para el resto del mundo que lanzó su presidente, Donald Trump, desde antes de su arribo a la Casa Blanca, encuentra su punto más álgido en la guerra comercial desatada con China. Más álgido no significa único.

Esta disputa se manifiesta de varios modos, con subas de aranceles a las importaciones y advertencias de interrumpir el acceso de productos provenientes de la nación con más habitantes del mundo, pero también tiene otras expresiones más solapadas, como la disputa por la intervención en contratos de obra pública en determinadas regiones del mundo que EE.UU. considera suyas y en las que China ha incursionado. Latinoamérica, en particular Argentina y Brasil, presenta esta situación.

La intención del gobierno de EE.UU. es que sus empresas ocupen los lugares principales en las contrataciones públicas de la región. Las declaraciones de Bolsonaro y Guedes en Brasil responden a esa característica, abonada por la gestión de Temer, que desplazó a empresas de origen brasileño acusadas de corrupción como Odebrecht, Petrobras y Embraer en favor de transnacionales de origen norteamericano y, en menor medida, europeo.

 

Argentina

Según consignó el diario especializado El Economista el 26 de noviembre, el CEO del banco de inversión JP Morgan, Jamie Dimon,  se reunió recientemente con algunos de los empresarios argentinos más poderosos: Paolo Rocca (Techint), Luis Pagani (Arcor), Alejandro Bulgheroni (Bridas) y otros involucrados en la causa de la fotocopia de los cuadernos por supuesta corrupción en contratos de obra pública.

Se refirió al contexto económico global, que plantea desafíos para los países emergentes porque a su juicio la tasa de interés de largo plazo en EE.UU. subirá más de lo previsto. También se mostró entusiasta con el proceso de privatizaciones en Brasil aunque reconoció que no le resultará fácil a Bolsonaro lograr el apoyo del Congreso.

De acuerdo a una nota escrita por Natasha Niebieskikwiat en Clarín el 26 de noviembre, en el marco del G20, Trump anunciaría un estímulo de US$ 20.000 millones para inversiones de empresas estadounidenses que invertirían en energías convencionales y alternativas argentinas y así ampliar más la presencia del capital estadounidense en la Argentina.

Sin embargo, debido a las posibilidades ciertas de un regreso de Cristina Fernández al gobierno en 2019, según afirman, el desembolso aun no ha sido de tal magnitud.  El viernes 30, Argentina y EE.UU. firmaron un acuerdo para fortalecer la inversión en infraestructura y cooperación energética.

El secretario del Tesoro, Mnuchin, aseguró: “El acuerdo marco firmado es parte de una iniciativa de EE.UU. denominada América Crece, en este caso, a través de la ampliación de oportunidades de comercio, inversión y financiamiento en materia energética y la promoción del crecimiento económico para ambos países (…) ayudar a impulsar capital del sector privado para inversiones en la cadena de valor de la energía, que incluye desde las primeras fases de la producción, como así también la generación, transmisión y distribución energética”.

Rechazar la consumación del ALCA en 2005 evitó que la crisis de EE.UU. se propagara a Latinoamérica de manera directa. Hoy, nuestro país se “abre” al mundo de las grandes potencias mientras ellas se cierran.

 

Crisis y circunstancias

Las crisis son consustanciales al capitalismo. En cada una, se concentra más la riqueza. Cada vez son más frecuentes. Pueden desencadenarse por distintos fenómenos. No obstante, Keynes fundamentó que los ciclos se deben a los cambios de la eficiencia marginal del capital y Marx, décadas antes, a las variaciones de la tasa de ganancia del capital. La fase de disminución sostenida de la rentabilidad del capital deriva en crisis que pueden manifestarse de diversos modos.

Por otro lado, al no encontrar posibilidad de valorizarse en la esfera de la producción por saturación de mercados, el capital acude a la esfera de la circulación para valorizarse de manera artificial, es decir, sin crear valor. Este fenómeno lleva a que la economía ficticia sea mucho mayor a la real –se estima que una 20 veces en la actualidad- y a que la conduzca.

El FMI estima que el endeudamiento soberano de países y empresas no financieras asciende a US$ 164 billones, duplicando el producto de la economía mundial, que ronda los US$ 80 billones. El dólar se fortaleció desde 2008 y la tasa de interés estadounidense fue creciendo, agravando el problema.

En 2008, el mundo parecía al borde del abismo por la peor crisis económica desde la del ‘30 del siglo pasado; hoy, el riesgo de otra gran crisis financiera global, más devastadora que la anterior, está potenciado en un escenario mundial distinto.

El multilateralismo está debilitado, pero China está más fortalecida y depende menos del comercio internacional debido a que su crecimiento está más impulsado por su gigantesco mercado interno. El mundo no es el mismo que cuando cayó el Muro de Berlín ni al momento de la caída de la Lehman Brothers.

Se desacelera el crecimiento. El desempleo se incrementa. El crecimiento de los salarios en términos mundiales cayó en 2017 a su nivel más bajo desde 2008, según un informe de la OIT. El crecimiento mundial del salario real se desaceleró al pasar de 2,4 por ciento en 2016 a 1,8 en 2017.

La opinión generalizada en Wall Street y el FMI es que hay una crisis en ciernes y que, para afrontarla, los recursos financieros son insuficientes. No alcanzarían las medidas adoptadas desde 2008, con las que los estados nacionales salvaron a muchas instituciones financieras y dejaron a la deriva a los pueblos.

 

¿Acuerdos derivados de la reunión?

La cumbre de presidentes cerró con una declaración conjunta que sirvió para eludir los desacuerdos en cuestiones fundamentales.

“Apoyamos la reforma necesaria de la OMC para mejorar su funcionamiento. Revisaremos el progreso en nuestra próxima cumbre (…) El comercio internacional y la inversión son motores importantes del crecimiento, la productividad, la innovación, la creación de empleos y el desarrollo. Reconocemos la contribución que el sistema multilateral de comercio ha hecho para ese fin. Actualmente, el sistema no está cumpliendo con sus objetivos y existe margen para mejorar”, rubricaron en el texto final.

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