Ponele.info
Educación a la Silicon Valley

El modelo educativo sin docentes diseñado en Silicon Valley: un sueño húmedo del macrismo

Ilustración: Emiliano Ciarlante

Desde hace ya más de una década las empresas tecnológicas más poderosas del mundo experimentan con métodos pedagógicos en los que los docentes sobran y la obtención de datos pasa a ser el principal objetivo del sistema educativo.
Tras casi cuatro décadas de hegemonía global del neoliberalismo, la austeridad y la contracción de la inversión pública son, junto con la liberalización del mundo de las finanzas, los ejes de un proyecto que para algunos está llegando a su fin.

Una playlist de materias en lugar del docente

Para otros, recién comienza. Si las opciones posibles son no tener acceso a la educación o recibir la que diseña Silicon Valley, ¿quién podría resistir? De esta manera quien coloque sus aplicaciones en el mercado de la educación personalizada de los colegios, si es que estos tienen presencia física en unos años, tendrá la mejor información para formar a la futura generación de consumidores.

Alison McDowell, una activista contra este modelo afirma que “El proyecto de educación global impulsado por Silicon Valley es un cóctel compuesto por la filosofía de Netflix, Uber y Pokemon Go”. Es decir, un horizonte en el que los algoritmos de unas pocas compañías compiten por extraer los datos de los alumnos para predecir y personalizar la lista de materias, reemplazando a los profesores por sistemas de inteligencia artificial que se encargan tanto de monitorear como de cuantificar los resultados de los estudiantes, los cuales aprenden con la ayuda de videojuegos online desarrollados por sistemas de realidad aumentada y virtual.
Según McDowell, “la base es eliminar el control local de las comunidades, para sentar las bases de una educación más tecnocrática que se extienda tanto como lo hagan los servicios que ofrecen las plataformas de internet”.
Por otro lado, una vez incorporadas determinadas infraestructuras digitales en los sistemas educativos y reducida la vida de los niños a un conjunto de datos, el sector de las finanzas encontrará condiciones inmejorables para especular y apostar sobre las perspectivas futuras de cualquier niño, escuela o distrito escolar.

Bill Gates, Mark Zuckerberg y los bancos le ponen las fichas

Goldman Sachs, por ejemplo, fue uno de los precursores a la hora de sugerir una especie de contrato público en el que sector privado pagaba por la implantación y desarrollo de estos programas para recibir después dinero en función de lo que el estado se ahorra. Este es el objetivo de la iniciativa Pay for success, nacida de la idea de que los ciudadanos no paguen impuestos para financiar servicios públicos que cada vez son más reducidos y que, de todas maneras, pueden ser proporcionados por las empresas de tecnología.
Otro ejemplo son los contratos de educación secundaria basados en la tecnología Blockchain, en los que un estudiante recibe financiación personal de una empresa privada a cambio de su sueldo futuro. ¿Quién necesita un Ministerio de Educación cuando la educación se convierte en un capital de riesgo?
¿Y quién está detrás todo esto? La investigadora norteamericana Audrey Watters señala que “hay dos fuentes de financiación, que además impulsan estrategias de relaciones públicas para promover el famoso aprendizaje personalizado: la Fundación Bill y Melinda Gates y la Iniciativa Chan Zuckerberg”. La primera ya gastó miles de millones de dólares en proyectos de aprendizaje personalizado.

AltSchool, una escuela privada que administra y monitorea a través de algoritmos todas las actividades digitales y prácticas físicas en el aula, es otro de los ejemplos más citados en la prensa norteamericana sobre cómo Silicon Valley planea la disrupción de la educación. Se trata de un proyecto educativo coherente con la lógica disruptiva del capitalismo global del siglo XXI a la que Cambiemos en algún momento soñó con integrarse. Evgeny Morozov la define con claridad en esta falsa contradicción: “Hemos sido rehenes de dos tipos de disrupción. Una cortesía de Wall Street; la otra de Silicon Valley. El primero predica escasez y austeridad, mientras que el otro celebra la abundancia y la innovación. Pueden parecer distintos, pero cada uno se alimenta del otro”.

contacto@ponele.info