Hace unos días se inauguró la nueva sede del Ministerio de Educación del GCBA dentro del Barrio Padre Mugica. Del antiguo edificio sobre Paseo Colón se pasó a un monumental y moderno establecimiento que contrasta con las viviendas de lxs más carenciadxs de la ciudad.
Grandes ventanales polarizados y una entrada con molinetes electrónicos dan al edificio que representa a la educación porteña la apariencia de pertenecer a una ciudad que pone a la educación como prioridad.
Sin embargo, si unx alza la vista y ve más allá de la estética edilicia se visualizan las calles estrechas sin asfaltar que a menudo se inundan, los cables que cuelgan enredados y la nula planificación urbana que se presenta en el barrio. Lxs pibes que recorren día a día esas calles posiblemente vean a la escuela como un lugar de contención, e incluso de alimentación, y muy probablemente esa escuela pública tenga problemas edilicios no atendidos, con caños rotos y techos a punto de caerse. Esxs chicxs recibirán como vianda un pebete cada vez más vacío y más pequeño, y, si tienen suerte, alguna fruta que no esté podrida. Tomando conciencia de esa realidad, la fachada de poner a la educación como tema prioritario que muestra la gestión del PRO se cae a pedazos.
Por otro lado, la ubicación del nuevo edificio no es azarosa: con esta decisión el GCBA parece querer dar una buena imagen. “Somos inclusivos”¿Acaso será esto lo que Larreta entiende por urbanización del “Barrio 31”? La inversión que supuso esta mega obra podría haberse ido hacia un establecimiento deportivo para los vecinxs, un centro de salud (que, teniendo en cuenta los problemas que muchas veces tienen las ambulancias para ingresar al barrio, hubiera sido acertado) o un espacio de formación profesional, entre muchas otras opciones. En definitiva, se podría haber optado por dar importancia a las necesidades de los vecinxs y emprender una obra que mejorara verdaderamente su calidad de vida.
Esta estrategia de falsa urbanización no es nueva por parte de la gestión de Larreta: la promoción de un McDonald’s como un gran logro y una oportunidad para el empleo genuino y la apertura de un banco Santander dentro del barrio son algunos de los ejemplos sutiles del cinismo con el que el GCBA encaró la integración de la 31 al resto de la ciudad, a la “civilización” capitalista.
Pero uno de los mayores problemas es la propuesta habitacional: a cambio de ceder las casas que ellxs mismos construyeron, los vecinxs pueden acceder a hipotecas sobre departamentos que, en principio, no pueden ser utilizados como lugares de trabajo y que tienen una lista de requisitos y costos inaccesible para muchos. Con solo tres cuotas impagas se corre el riesgo de desalojo por vía legal de estas viviendas ubicadas, paradójicamente, en una de las zonas más codiciadas de la Ciudad. La enorme deuda contraída por el Gobierno de la Ciudad en los últimos años juega un papel importante en estas políticas.
Año a año se hace más evidente que el Ejecutivo porteño no tiene intención alguna en mejorar la vida de lxs habitantes. El mensaje es claro: la villa debe ser removida y transformada en un área más de la Ciudad, con locales de comida rápida, bancos y sedes de ministerios. Y quien no pueda pagarlo deberá buscar otro lugar donde vivir, idealmente fuera de Capital.
El círculo se cierra con varios negociados y una deuda pública descomunal que presiona sobre los territorios de la zona estratégica de Retiro. A la clase media y alta porteña se les hará ver, con cinismo y pauta oficial de por medio, que estas medidas significan un avance hacia la integración y la igualdad entre los habitantes de CABA.