Cuando decimos que las políticas educativas de esta gestión son nulas o casi nulas el “casi” tiene que ver con el Operativo Aprender, un programa de evaluación a nivel nacional para el nivel primario y secundario que se realiza anualmente en estudiantes de sexto grado de primaria y el último año de secundaria para “lograr una educación de calidad, que pueda ser evaluada en todo el país”.
La única política educativa más o menos seria de Cambiemos se focaliza en la evaluación, lo que nos permite anticipar que esta iniciativa no es más que un mecanismo de rendición de cuentas para medir rendimientos. Lo hacen en educación y lo hacen en todas las áreas gubernamentales para justificar luego reducción de presupuestos, desguace y descentralización en nombre de una supuesta eficiencia burocrática.
El concepto de calidad que maneja el gobierno se relaciona más que nada con evaluar si los resultados del proceso educativo son los adecuados. Es decir, los estudiantes, a través de pruebas estandarizadas tienen que demostrar qué y cuánto aprendieron. La gestión pasa por alto otros elementos que tienen que ver con la calidad educativa como la relacionada con los insumos adecuados: edificios escolares, la capacitación y el salario de los docentes, la actualización de los contenidos y la cantidad de días de clase. O si se inculcan ciertos valores, como el orden, el respeto, el patriotismo o la solidaridad.
PISA conmigo
El argumento por el cual se lanzó el Operativo Aprender se fundamentó en los resultados obtenidos en las pruebas internacionales PISA, que según el gobierno, fueron “pésimos”. PISA es un programa internacional de evaluación de estudiantes de 15 años implementado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). El programa consiste en aplicar cada tres años pruebas estandarizadas de rendimiento escolar a muestras nacionales de estudiantes de 15 años.
Los malos resultados de los PISA 2015 fueron el diagnóstico base sobre el que los funcionarios macristas lanzaron “Aprender”. El objetivo es “generar información oportuna y de calidad para conocer mejor los logros alcanzados y los desafíos pendientes en torno a los aprendizajes de los estudiantes para contribuir a procesos de mejora educativa continua”.
¿Qué resultados arrojaron las PISA del 2015? Lo primero que hay que decir es que la muestra no es comparable con 2012, ni representativa del país a partir de un cambio en el marco muestral en 2015. Desde el kirchnerismo se argumentó que este cambio de muestreo tiene su explicación en la Ley de Educación Nacional y el cambio que atravesaban las escuelas del país, que estaban definiendo su escuela primaria y secundaria.
La muestra fue mucho menor a la del 2012 según el último ministro de Educación del kirchnerismo, Alberto Sileoni, porque muchas escuelas dejaron de existir o se fusionaron al definir su primaria y secundaria entre las opciones que da la LEN, de 6 años para ambos ciclos o 7 para primaria y 5 para secundaria.
La muestra no alcanzó a cubrir el número mínimo de estudiantes y escuelas requeridas por la OCDE. Sin embargo, desde los medios y el gobierno se dijo que Argentina había sido excluida del ranking por incompetencia o “que había recibido la peor calificación”. También se había atacado a la calidad educativa argentina a partir de los resultados históricos del país en estas pruebas.
En su primer test, en 2000, la Argentina lideraba los países de América latina y se ubicada 37 en el ranking global. Para 2003, mientras el país se reponía de la crisis económica y social iniciada a fines de 2001, la decisión política fue no confrontar los saberes educativos de sus adolescentes con los del resto del mundo. Ya en 2006, el país regresó al sistema de evaluación de la OCDE y quedó 53° en la tabla general y 6°, en América latina.
Lo que no se dice es que con respecto al 2006 se habían incorporado más países a las pruebas, tanto en América Latina como en el mundo. En 2009, la situación empeoró: bajó al puesto 58 en el listado global y 7° en el regional. En 2012, la situación fue casi similar a la de tres años atrás: 59 en el ranking internacional y 6° en América latina. Mientras la educación argentina no paraba de caer en este ranking, Chile se consolidó como el mejor sistema de la región: pasó del tercer puesto en 2000 a líder desde 2006 hasta la actualidad.
Como dicen Alejandro Grimson y Emilio Tenti Fanfani, las pruebas PISA ignoran las particularidades socioeconómicas, históricas y culturales de cada sociedad, así como los objetivos múltiples que persiguen los sistemas escolares, estructuralmente complejos y multifuncionales. La ampliación del acceso a la escolaridad implica la incorporación al sistema de estudiantes antes excluidos. Los datos ofrecidos por el informe estadístico de la Secretaría de Innovación y Calidad Educativa del Ministerio de Educación de la Nación son concluyentes.
El informe fue elaborado por la gestión anterior y por lo tanto llega al año 2015, pero el aumento considerable de la matrícula en todos los niveles educativos, indistintamente en la gestión pública y privada, es incuestionable. En este contexto, es esperable que algunos promedios de rendimiento tiendan a descender. Algo irrefutable es que las pruebas estandarizadas demuestran que el origen socioeconómico o sociocultural de los estudiantes es un factor que incide en los puntajes. También debe resaltarse que nuestro sistema educativo no prioriza la preparación para las pruebas PISA como sí lo hacen otros países, como Chile.
Lo que oculta el Operativo Aprender
Las pruebas Aprender implementadas por este gobierno son de carácter nacional y anual. En 2016 se evaluó en Ciencias Naturales y Sociales y en 2017 en Matemáticas y Lengua. Para este 2018 se volverá a evaluar en Ciencias, para tener una comparación con el 2016. Sin embargo, desde la Secretaría de Evaluación Educativa del Ministerio de Educación de la Nación, y a dos años de realizarse el primer operativo, no se ha realizado un análisis en profundidad de los dos operativos Aprender ni de los operativos de años anteriores, como el Operativo Nacional de Evaluación (ONE) comenzados en 2010.
Tampoco se realizaron análisis críticos ni consideraciones sobre la validez de la estructura metodológica implementada, ni sobre las resistencias que estos operativos han tenido por parte de los estudiantes y docentes a lo largo y ancho del país, como bien lo ha expresado en un documento la Secretaria de Educación del gremio federal CTERA.
El documento concluyó que es la condición socioeconómica y la disponibilidad de recursos lo que decididamente influye en los resultados evaluativos más que en la diferenciación entre estudiantes de gestión pública y privada. A la misma conclusión han llegado los analistas de las pruebas PISA hace ya muchos años.
La otra cuestión que oculta el Operativo Aprender es que en comparación con el ONE 2013 se han mejorado los resultados en las dos materias que se evaluaron en el 2016. En 2013, en el área de lengua el 58.3% de los alumnos obtuvieron resultados satisfactorios/avanzados, mientras que, en 2016, este porcentaje asciende al 66.8% (implica una mejora de 8.5 puntos). Por su parte, en matemática el 51.7% logró resultados satisfactorios/avanzados, mientras que, en 2016, esta proporción incrementa 7 puntos porcentuales (58.6%).
Como lo muestran las pruebas de nivel internacional y nacional muestran que el nivel educativo en Argentina no está bajando y, por lo tanto, la catástrofe educativa que quiso mostrar el gobierno en materia de aprendizajes no existe tal como ellos la plantean. Sí es evidente, en el caso de la Provincia de Buenos Aires, el colapso de la calidad educativa relacionada con la infraestructura y los insumos necesarios para el normal dictado de clases, como ha quedado demostrado el pasado 2 de agosto con la muerte de dos docentes en la escuela N° 49 de Moreno por una explosión de gas. A partir de esa fecha, las escuelas de gestión pública del distrito suspendieron las clases hasta que no se garanticen las condiciones mínimas para trabajar y asistir a las escuelas.
Muchas escuelas de otros distritos siguieron el mismo ejemplo, con suspensiones de 7 a 20 días para evaluar y solucionar problemas de infraestructura. Si a esto le sumamos que a la fecha no se han cerrado paritarias, que los docentes venimos cobrando, con sumas arbitrarias y aleatorias no remunerativas, lo mismo que hace un año y que los paros docentes ya suman 18 días en lo que va del ciclo lectivo se plantea un panorama que si no es una catástrofe le erra por muy poco.