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Néstor García Canclini

Entrevista a Néstor García Canclini: “Las formas clásicas de representación ciudadana tienen poca credibilidad”

Altares del Gauchito Gil, viseras, equipos de gimnasia y mercados informales emergen en el cuerpo de la ciudad neo-urbanizada. Encuentran un refugio temporal en las plazas. Al costado del metrobús. En los intersticios de los mercados itinerantes del GCBA. Se filtran entre el filo de los edificios de Catalinas, se desplazan por las avenidas. Frente a cada intento de emplazamiento fijo, o regularización oficial, vuelven a brotar en la dermis de la ciudad. Comparten lógicas con el mercado global-digital, presentan gamas de diversos tipos de influencers, y emprendedores mutantes. Conviven con las selfies tomadas Starbucks y en fiestas con dub cumbiero de Re Fantasma y Mala Fama.

El antropólogo argentino-mexicano Néstor García Canclini fue uno de los primeros investigadores latinoamericanos en tematizar estos procesos culturales desencadenados a partir de globalización en curso desde fines del siglo XX. 

Son famosos sus estudios sobre hibridación cultural, sobre las combinaciones entre lo moderno y lo tradicional, lo regional, lo nacional y lo transnacional, lo culto, lo popular y lo masivo. Expandieron la mirada economicista sobre la globalización y el neoliberalismo al hacer foco sobre las formas de vida que viabilizan. Culturas Híbridas (1989), se convirtió en canon rápidamente y hasta principios de los 2000 fue una referencia obligada en las universidades del continente.

El concepto de hibridación cultural abrió las puertas de la reflexión y el debate sobre modernidad y modernización, globalización y cultura. Sobre su trabajo, y contra el mismo, se erigen tanto estudios de mercado como textos sofisticados (y críticos del aparato teórico de García Canclini) sobre la cultura indígena latinoamericana.

La ficción también es investigación

En Pistas Falsas (Editorial Sexto Piso, 2018), García Canclini aborda por primera vez estos temas desde la literatura. La novela propone una distopía que opera como una leve torsión de nuestro presente latino-liberal. Se narra desde los ojos de un arqueólogo chino que emigra a América agobiado por su trabajo en la China hipertecnológica y al borde del colapso ambiental.

En el mundo que despliega García Canclini, los ministerios públicos se relocalizan en los sótanos de Shell y Bayer-Monsanto. Las ciudades se abigarran entre migrantes, santos populares y deidades, jóvenes universitarios en situación de calle y corporaciones. Una página tras otra, Canclini observa el agotamiento de algo que ya no puede llamar “modernidad ni globalización”.

En esta entrevista, el autor nos cuenta por qué dejó de lado la comodidad del ensayo y hunde sus manos en la narrativa.

“Mi interés por la literatura y las artes contemporáneas es antiguo. Recordemos que el primer libro que publiqué fue sobre Cortázar (Cortázar, una Antropología Poética, 1968). He escrito artículos sobre varios autores, estudios referidos a Macedonio Fernández, a Octavio Paz y escritores de otras lenguas. Usé en mi trabajo poetas, narradores, artistas contemporáneos. Escribí para catálogos de muchos artistas como León Ferrari, Carlos Amorales, etc.

Hay una continuidad en reconocer formas de conocimiento que vienen de las artes, de la imaginación, de la experimentación con el lenguaje y con la vida social. El deseo de hacer una narrativa es antiguo, he escrito cuentos y poemas que no he publicado por autocrítica. No es fácil transitar del género académico, del ensayo, a esta narración que admite mucha poesía también. Y dejar que la imaginación prevalezca sobre los datos, aunque estén siempre como necesidad, como dispositivo de localización”.

 

En este punto, ¿cómo cruza lo literario con el horizonte teórico del cientista social?

Teoría es una palabra incómoda para incluirla como parte de una novela, un cuento, o una obra de artes visuales. Pero no faltan quienes lo han hecho, Borges es nuestro autor más reconocido, lo ha hecho. Y en las generaciones más jóvenes, menores de 45, esto es incesante.

De manera que, para mí, es indispensable no conformarme con conceptualizar sino poner en peligro cualquier conceptualización que se me (nos) ocurra. Dejando que los actores sociales, y aún los inventados, se narren ellos. En el trabajo antropológico estamos bastante acostumbrados a escuchar actores que a veces nos cuentan historias poco creíbles. Y nos tenemos que preguntar, por qué nos quieren hablar así y no si es verdadero o falso.

 

Pistas Falsas, se presenta en un futuro cercano como una leve distorsión de nuestro presente. En ella, es inevitable percibir cierta melancolía al describir la experiencia humana contemporánea y el ocaso de los procesos políticos asociados a la modernidad. ¿Qué idea de futuro vislumbra? O, mejor dicho, ¿a qué adjudica la sensación de finitud y agotamiento que cruza su descripción del presente?

Me parece que los adjetivos, o las denominaciones, que le pones a lo que hoy está sucediendo, y en parte sucede en la novela, es un lado. También veo prolongación, en 2030, cuando ocurre el relato, de procesos actuales exasperados. Creo haber puesto, que algunos personajes tienen alguna expectativa respecto a lo que está sucediendo, no un juicio condenatorio. Un juicio a veces alarmado, indignado. Sin instalarse en la simple constatación, que es lo que haría un científico social: “esto sucede así, por tales razones”.

La novela hace un juego de anacronismos, sucede en 2030, pero el protagonista es un arqueólogo que habla de nuestro presente. La virtud de la ficción, que juega con estos destiempos, es desmarcarse del registro abrumador de lo que hoy estamos experimentando. Ver sus antecedentes, algunos al menos, como lo puede encontrar un arqueólogo que descubre muchas pistas inundadas, desechas. Y luego imaginar hacia dónde va esto. No necesariamente que va suceder en 2030, sino cuales son las tendencias en las cuales nos desplazamos. Y que en cierta medida se anuncian en la actualidad.

 

¿Qué datos le permiten diagnosticar ese desplazamiento que se anuncia en la actualidad?

Hay algunas referencias textuales en la novela refieren a lo que escuché de algunos jóvenes al investigar en México, España o Argentina sobre la condición juvenil. Y también hay materiales encontrados en internet. Por ejemplo, hay un episodio bastante delirante que descubre el arqueólogo: la venta de aldeas españolas en el País Vasco. Parte de un descubrimiento en internet de un sitio que se llama aldeasabandonadas.com, un portal de España especializado en la venta de aldeas abandonadas, casas rurales y fincas. Hay unas 3000 aldeas donde vive muy poca gente, o casi nadie, los jóvenes se han ido hace mucho, son improductivas, son de autosuficiencia alimentaria, y están llegando colonizadores. Hasta ahí es lo que cuenta el site.

Yo imaginé que podían llegar televisoras rusas, árabes, interesadas en crear comerciales propagandísticos para que llegaran capitales de esos países y compraran esas aldeas. Y luego, que iba a suceder, como el arqueólogo descubre en un Centro de Estudios sobre Occidentes de capitales chinos, instalados en el País Vasco, en uno de estos castillos abandonados, eso es la parte de invención, lo que podría suceder, quizás no. No me interesa tanto la verificación con el tiempo de estos datos, sino percibir hacia dónde se está moviendo una sociedad que no solo se urbaniza sino que está descomponiendo modos de vida e inaugurando otros.

 

Un horizonte extraño

En la novela describe un panorama en el cual la hibridación cultural, y los resultados de la globalización económica se intensificaron. E incorpora elementos que no estaban en el radar de nadie a inicios de los 90, como las relaciones sociales mediadas por redes sociales (redes socio-técnicas en la novela). ¿Qué cambios vislumbra entre sus análisis iniciales sobre la globalización y el diagnóstico desarrollado en la novela?

En primer lugar, no son cambios hechos en un registro semejante. La globalización imaginada (1999) fue un libro muy documentado en la historia, con discusiones conceptuales con respecto a cuándo se había iniciado la globalización. En esa época, había gente que decía que se había iniciado con el descubrimiento de América o la colonización de África. Otros pensábamos que más bien eran las comunicaciones satelitales, la simultaneidad de la información mundial.

Había un capítulo sobre migraciones, había mucho análisis sobre el arte y la literatura en esos procesos de globalización que intentaban atenerse a los datos de aquel momento. Ser constatables. Se intentó trabajar la globalización como es imaginada por distintos actores. Y ese fue un contraste que me parecía necesario. No imaginan de modo semejante la globalización un empresario que invierte en diez países diferentes, un migrante que cruza clandestinamente la frontera de México con Estados Unidos, o un jugador de fútbol que va a ensayar un futuro distinto a Europa.

Había un interés en ese libro por reconocer cuánto de imaginado, fantaseado había en la globalización no solo el proceso económico, financiero, cuantificable. La novela pone en acto esos imaginarios y los transporta a 2030. Pero además lo hace con la libertad experimental del que no quiere anunciar como van a ocurrir las cosas sino cómo se podían imaginar desde hoy. Y con algunos datos de hacia dónde se está moviendo Google, Microsoft, las empresas que dejan una rama de la producción e invierten en otras, los migrantes que cambian de rumbos, que naufragan en lugares distintos del Mediterráneo.

Yo estudié la frontera mexicano-estadounidense varios años, sobre todo la zona de Tijuana. Los lugares por los que se cruzaban en los años 90 hoy ya no se usan. Son otras las zonas clandestinas, alternas, otros los controles, otros los sistemas de detección de cuerpos. Otros los lugares del desierto en los que se mueren migrantes. El interés por una ficción antropológica como esta es seguir etnografiando pero abriendo posibilidades de imaginar lo que cambia cada tres o seis meses.

 

Estas nuevas formas de vida que usted rastrea en la novela, nos lleva a preguntarnos si podemos seguir hablando de globalización y neoliberalismo como estructuras externas y trascendentes.

No hay una respuesta a eso. La globalización nos pegó a diferentes generaciones en etapas distintas. Muchos de los que tienen mi edad no oímos hablar de la globalización hasta que teníamos cuarenta o cincuenta años. Había rasgos incipientes de lo que hoy llamamos globalización. Pero no había redes sociales. No había simultaneidad de los intercambios financieros y de las competencias entre las bolsas del mundo. La descentralización de la producción que hace que las puertas de un auto se hagan de un lado de la frontera entre Estados Unidos y México, los motores del otro lado, (era embrionaria).

La globalización nos agarró de una forma muy diferente a los que ya teníamos un trabajo durable en una universidad o una empresa. O los jóvenes menores de 35 años que perdieron la expectativa de encontrar un trabajo que les asegure tres años seguidos de continuidad. Todo eso, que formaba parte de nuestro horizonte naturalizado, se modificó de manera distintas. Eso no significa que los tenemos un trabajo durable en una universidad no estemos atravesados en los afectos y en la imaginación por la precarización.

 

Leyendo el futuro por WhatsApp

El relato es cruzado por la utilización de redes socio-técnicas. En la novela, el código de la red opera en todos los registros de la vida cotidiana. Pareciera que, nunca estuvo tan claro que el patrón secuencial de la escritura impresa se reemplaza con la configuración de imágenes.

No solo de imágenes. Debemos deshacernos de muchos estereotipos sobre la lectura. Uno este, el que la cultura de imágenes viene a reemplazar la cultura letrada. Es una combinación. Se dice que hoy los jóvenes no leen. Falso. Los jóvenes leen y escriben muchísimo.

 

Pero se lee y escribe distinto.

Se lee de un modo discontinuo. Haciendo “zapeo” entre imágenes, memes, textos. En fin, hay una convergencia tecnológica que habilita que en la misma pantalla se mezclen lenguajes. Estamos leyendo y escribiendo todo el tiempo. La pregunta no es cuánto leemos, sino cómo leemos. Leemos de forma discontinua, intertextual, entre textos e imágenes, leemos sonidos -la música es importantísima. Y viendo una continuidad sin exabruptos, sin saltos que nos desacomoden.

Adaptándonos a esa convivencia de lenguajes que antes estaba separada físicamente. Teníamos bibliotecas; teatros, donde leíamos los textos escenificados; música en los auditorios. Hoy todo eso está en YouTube y lo podemos visitar alternadamente.

 

¿Aporta esto a la idea de un neobarroco que se desarrolla en los términos de la estimulación auditiva, visual, textual?

Hay barroco y hay asepsia, hay de todo, hay muchos estilos. A veces hay condensaciones textuales, de las que tanto se ha hablado con los mensajes en internet, en los celulares, WhatsApp, que implican laconismo, a veces sugerencias poéticas, y todo a la vez.

 

¿Podemos decir que hay un encuentro entre cultura letrada, cultura masiva y la cibercultura en este tiempo socio-histórico?

Podemos decir que comparten varias temporalidades. Hablamos hace un momento de las generaciones que llegamos a vivir una época totalmente globalizada, interdependiente entre muchísimas culturas. Y que también substisten formas de escritura, de publicación e interconectividad que aparecieron en épocas diversas. Hubo un tiempo en que los estudios comunicacionales creían que había que pensar la historia de las comunicaciones como una historia de sustituciones. Y el sentido común aún sigue penetrado por esa suposición. Pero cuando uno estudia con más cuidado qué fue pasando confirma que el teatro aún tiene vigencia.

Recordemos que a principios del siglo XX se pensó que iba a ser sustituido por el cine. A mediados de siglo se supuso la desaparición del cine en manos de la televisión. Golpeó el video, pero en México o India las salas de cine no dejan de multiplicarse. Con otra cantidad de salas, con otra estructura, con otra circulación. Pero aún así son muchas más salas que las que había hace cuarenta años. ¿Hay una crisis del cine? Sí. Pero no implica su desaparición. Hay estilos de comunicación, o lugares para depositar lo imaginario que se agotan rápidamente: el fax y algunas aplicaciones de internet. Hay agotamiento, hay sustituciones, pero hay algunas continuidades.

 

Movámonos de esa mirada apesadumbrada que vislumbra el fin del cine, de la literatura, de la cultura tal como la conocimos. ¿cuáles son los potenciales de esta reconfiguración de lo social?

No soy profeta. Potenciales hay muchos, y se dan a la vez. Todos nos preguntamos ¿cómo hacer cine, digital, para salas, para que circule por redes alternativas? En el mundo de la literatura muchos eligen publicar con editoriales independientes. Incluso algunos de los mejores escritores mexicanos o argentinos no quieren publicar en las editoriales transnacionales. Otros que eligen autoeditarse o manejar con estilo blog, u otros formatos. Con lo cual es una especie de repetición de la literatura de fines del siglo XIX. Esos vaivenes, la diversidad de formas de comunicación, de publicación, de apropiación y recepción son las que hoy importan. No podemos considerar ya los formatos ni los soportes definitivos ni obsoletos para siempre.

 

Una última pregunta: en la novela impera el descrédito del sistema político. Es muy claro en el texto como el espacio privado comienza a ganar terreno sobre lo público. ¿Qué formas de acción política percibe para estas sociedades?

Es muy difícil generalizar. Estoy comenzando a investigar sobre el proceso de desciudadanización. Las formas clásicas de representación ciudadanas tienen poca credibilidad o se han ido extenuando. Surgen otros actores. Quizás entre las principales características está ser demandas sectoriales. Luchas de género, contra la precarización laboral, o la precariedad de las jubilaciones.

La pregunta pendiente es cómo se pueden sumar esas luchas. Porque logran a veces cambios sobre la despenalización del aborto, el matrimonio gay. Mejorar un poco las condiciones de trabajo en alguna rama de la producción. No obstante, no hay ningún partido político ni sindicato ni movimiento social capaz de enfrentar la estructura destructiva y cruel del capitalismo neoliberal. Y menos en una época de capitalismo conectivo, electrónico, con esta enorme capacidad de control de las acciones sociales perturbadoras.

Facundo Carmona

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